Desde que la fallida democracia chilena involucionó hacia la sondeocracia que hoy conocemos, las encuestas realizadas al inicio de cada gestión gubernamental definen parte importante de la agenda política de mediano plazo.
Bien lo sabe la ex-alianza-hoy-coalición-por-el-cambio-mañana-quién-sabe-qué, que viendo la alta aprobación de Ricardo Lagos al abandonar la primera magistratura se desgañitó en intentos de magnicidio para neutralizar la proyección de su omnipresente fantasma en las aún lejanas presidenciales del 2009. Trapitos al sol ferrocarrileros, explotación mediática de Mopgates, desalojos… En fin, no fueron pocas ni insignificantes las operaciones que la coalición hoy gobernante puso en marcha para alivianarse una contienda electoral que las encuestas pintaban imposible con Lagos de candidato.
Así de poderosos -casi tanto como las ideas y los proyectos- son los sondeos de opinión en la incomprendida y exquisita política chilensis. Ya sabemos que la estocada final a las pretensiones presidenciales del laguismo no fue asestada por la genialidad estratégica de la entonces-alianza-hoy-coalición-por-el-cambio-mañana-quién-sabe-qué, sino por esa gran-obra-del-ingenio-humano-y-política-pública-chilensis-de-calidad-premium conocida con el nombre de “Transantiago”. Este engendro, cayó como un regalo del cielo, una respuesta a todas las plegarias a San Marcial Maciel, una recompensa divina a tanta oración y cilicio. La liebre saltó por donde la entonces alianza menos se la esperaba. Y con eso todas sus operaciones laguicidas terminaron como un burdo desperdicio de estrategia, titulares y portadas.
Sabido es que en ocasiones la historia se repite, una vez como tragedia y la siguiente como farsa. La farsa del 2010 tiene los mismos ingredientes que traía la tragedia de 2006: un CEP recién salido del horno que insiste en proclamar la pre-candidatura de la mandataria saliente; una ex-alianza-hoy-coalición-por-el-cambio-mañana-quién-sabe-qué inmersa en la cruzada de un gine-magnicidio para no tener sorpresas el 2013; mucho derroche de portadas y titulares para dar con una liebre que nunca termina de saltar… Así, como si nada, la farsa decanta en una pugna entre la desesperada búsqueda de un nuevo Transantiago que le permita al oficialismo perderle el miedo a un retorno concertacionista redondo, amplio y platinado, por un lado, y del otro el fan club de la beatificación de San-Michelle-única-esperanza-de-volver-al-Estado-para-dar-rienda suelta-a-la-insaciable-voracidad-por-el-erario-público. La beatificación de una marca registrada de la ex-concertación-actualmente-cualquier-cosa.
¿Y para qué tanta farsa con encuestas, transantiagos, wannabes, fan clubs adolescentes de ex-presidentes/as? Para reescribir nuestra memoria de corto plazo, para incitarnos al olvido de los/as pingüinos/as apaleados/as, de la usura del sistema financiero, de los mapuche asesinados por la espalda, de la explosión de la pobreza y la desigualdad, de la pauperizadora flexibilidad laboral, de la institucionalidad creada en dictadura para proteger el proyecto de la dictadura, del regalo de nuestros recursos naturales al capital global a cambio de cenas de lujo. Prácticamente lo mismo que, mutatis mutandis, quisieron hacernos olvidar con el montaje de la tragedia del 2006…
Por Daniel M. Giménez
Sociólogo – Analista electoral del Paiz.