¿Mineras en crisis?

Es evidente que la crisis del capitalismo está empezando a golpear la economía nacional, y que el fantasma del desempleo está tomando fuerza corpórea, más allá de las estadísticas, no sólo en las calles y poblaciones, sino que también, entre vecinos y familiares, se siente un ambiente y una sensación de que pronto algo nos […]


Autor: Sebastian Saá

Es evidente que la crisis del capitalismo está empezando a golpear la economía nacional, y que el fantasma del desempleo está tomando fuerza corpórea, más allá de las estadísticas, no sólo en las calles y poblaciones, sino que también, entre vecinos y familiares, se siente un ambiente y una sensación de que pronto algo nos golpeará, con una crudeza de gigante herido que sucumbe por culpa de sus propios cuidadores y defensores, los especuladores, los de grandes sueldos y riquezas intocables, que esperan en paraísos fiscales, mientras la situación se normaliza. Gracias a la hoy urgente socialización de las pérdidas, es ahora cuando se acuerdan del pueblo y de las masas que tienen que poner de su parte, que tienen que esforzarse más, que es la responsable de apretar aún más su roñoso y ajado cinturón, de apretar los pocos dientes huachos que les van quedando y quizás cuanta cosa más que el organismo humano es capaz de apretar y apretar como símbolo de austeridad y porque no decirlo de orgullo nacional. Estos respetables aseguran que trabajando más, podremos recomponer una economía mundial globalizada, de principio y valor trasnacional y anti ecológica por tanto anti-vida, donde prima el capital, por sobre los ciudadanos y ecosistemas de donde se les ocurre instalarse.
Entre estos, depredadores salvajes, sobresale un sector de la economía que no tiene ningún derecho, ni económico ni moral, para despedir o rebajar personal, por cualquier supuesta razón estructural para superar la publicitada crisis mundial, y esas son, las mineras que en nuestro país se han llevado, durante demasiado tiempo, ya casi rayando en lo nauseabundo, nuestros recursos minerales, a vista, paciencia y complicidad de nuestras autoridades, y hay que tristemente reconocer que también la ciudadanía no se opone organizadamente a esta extracción de las trasnacionales. Estamos siendo testigos de cómo han secado salares y pretenden seguir haciéndolo, han arrasado ecosistemas, han contaminado aguas, suelos, aire y mar, han ocupado, están ocupando y seguirán tranquilamente ocupando más agua potable milenaria y no renovable que toda la población regional, en medio del desierto más árido del mundo, nos están dejando a nuestras nación sólo las lamentaciones de pueblos originarios de voces mudas y de los sectores pobres y desprotegidos de las caletas costeras. Vienen y se enriquecen desmedidamente, mientras algunos se conforman, entregando nuestra nación, por una que otra miserable donación cultural y algunas patéticas migajas, bajo el discurso del fomento productivo o el popular emprendimiento, como han comprado las conciencias en Pica y Matilla, mientras mueren lentamente en medio de la sequedad del silencioso mirar de los dinosaurios de fibra de vidrio.
Las fotos, las portadas en los diarios, las comidas y cócteles con autoridades, y los auspicios para eventos, muchos de dudosa importancia y necesidad real, no valen ni nunca valdrán, lo que se han llevado y los aportes para los templos, nunca justificarán los despidos de trabajadores. Las organizaciones sociales, el público y los ciudadanos concientes, y por sobre todo los militantes sociales activos, tenemos que estar atentos. Hoy, en medio de esta crisis las autoridades son prisioneras de su entrega incondicional anterior, tienen a fin de año elecciones presidenciales y parlamentarias que enfrentar en medio de cesantía y desestabilización social, saben de sobra que este panorama afectará de todas maneras el resultado electoral final, no sea que éste año presenciemos y seamos víctimas de las peores atrocidades ecológicas y medioambientales, ante el silencio culpable de un gobierno desesperado por mantener un poder que no han sabido valorar ni respetar, no vaya a ser que por la culpa de estos inescrupulosos funcionarios de último minuto, que buscan mantener su propio escritorio con conexión a Internet, ya no nos quede agua, ni para beber ni nadar, ni para cultivar o pescar, y menos para jugar como lo hacen nuestros hijos e hijas en las distintas playas de nuestro país, inocentes del grado de contaminación en el que vivimos.
Hoy es urgente que nos organicemos, ya es claro que a las autoridades no les interesamos como ciudadanos, porque si así fuera nos defenderían y cumplirían su labor fiscalizadora contra las grandes empresas, con la misma fuerza y prepotencia con que visitan los almacenes de barrio para multarlos ridículamente por si se entregó o no una boleta, lo que nos queda es que nos defendamos nosotros mismos con las armas de la ley y el derecho, lo que nos queda son los recursos legales, que aunque pobres existen y están al alcance de las comunidades que son las llamadas a defender sus aguas, su aire, sus suelos y por sobre el derecho fundamental que tiene toda persona, que es al de la vida, y al de vivir en un lugar libre de contaminación, que pueda caminar y criar a su familia donde quiera y no tenga que huir, abandonado historia y estilo de vida, ante el arrasador brazo destructor de una contaminación sin límite y que sobrevive con el escudo infranqueable de la indolencia y la traición al pueblo de parte de las autoridades.

por Felipe Olaechea
Escritor y Documentalista


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