¿Quiénes más están encerrados?

Junto con los 33 mineros encerrados están los medios de comunicación, con la televisión a la cabeza, encerrándonos para que busquemos a los malos de la película

¿Quiénes más están encerrados?

Autor: Wari

Junto con los 33 mineros encerrados están los medios de comunicación, con la televisión a la cabeza, encerrándonos para que busquemos a los malos de la película. Ellos los encontraron rapidito, eran los dueños de la mina. No eran la avaricia ni la codicia de los empresarios en general, alentados a hacer plata sin tomar en cuenta los riesgos que tienen que correr sus trabajadores. No, los responsables eran los dueños de la mina y punto. Tampoco era culpable un sistema corrupto e ineficiente de parte del no-estado de Chile en el control y fiscalización de las condiciones de trabajo de los mineros. No, ya te dije, los responsables son esos dos señores, los dueños de la mina. Menos visible en su culpabilidad es un sistema cultural basado en la explotación del trabajo de los más débiles. Sistema cultural llamado elegantemente “emprendimiento”.

“Emprendimiento” que necesita un ejército de trabajadores cesantes para que vayan a meterse a esos hoyos inseguros en búsqueda del sustento diario. De allí que al sistema económico chileno no le interesa una educación de país digno, sino que al contrario, a este sistema le interesa una educación deficiente que deje al margen del desarrollo a miles y miles de familias para que ese ejército de cesantes que son sus hijos e hijas abandonen el liceo rogando por un puesto de trabajo incluso en los lugares más inseguros. Lo decía un ex sociólogo, muy de derecha, el domingo pasado en un programa en el canal de televisión del Presidente de la República de Chile: “Si quedan cesantes al cerrarse esa mina van a ir a otra tan o más insegura” ( cito de memoria). En otras palabras, es cosa de ellos donde van a ir a buscar trabajo.

Con los mineros están encerrados también los trabajadores de la construcción aplastados por los deslizamientos de tierra en la edificación de los rascacielos chilenos. También con los mineros están encerrados los trabajadores agrícolas regados con pesticidas prohibidos en cualquier país civilizado. Con los mineros hay un país entero encerrado en todas las contradicciones que genera un sistema político y económico basado en la injusticia social.

¿Cuándo el país va a despertar y va a ver que en los mineros encerrados no solamente hay un accidente laboral sino que es un eslabón más de la cadena de injusticias sociales con los sectores más desposeídos del pueblo? ¿Cuándo la gente va a entender que la lucha de los mapuche por recuperar sus tierras (y que ha llevado a 34 presos políticos a iniciar una huelga de hambre invisibilizada por los medios de comunicación), es también parte de la lucha por la dignidad de un país y sus trabajadores? ¿ Cuándo la gente va a salir en masa a defender a los estudiantes que toman los liceos en búsqueda de una educación digna, para que no exista ese ejército de cesantes funcional a la explotación más bárbara? No, esos niños son denostados por la televisión y los diarios como “locos y flojos”, y he visto a gente del pueblo alentando a los carabineros para que repriman a esos estudiantes. ¿Se darán cuenta que con eso están prolongando el encierro ya no sólo de 33 mineros, sino el encierro de todo un país?

Y vamos de nuevo con la historia del papel enviado, del ex futbolista devenido en minero, del maremoteado de Asmar que viajó al norte en búsqueda de un mejor destino y añora la comida de su madre… Es decir, la dolorosa anécdota humana lo cubre todo. La relación de este desgraciado accidente con un país que ha tratado de hacer del chileno medio un ser conformista que no tiene ni derecho a huelga ni a sindicalización digna no aparece por ningún lado. Los malos son los dueños de la mina, y lo acompañan el ejército de cesantes. Cuando se supo que estaban vivos se dijo: “Se nos adelantó el Bicentenario”. Estoy de acuerdo, hay un gran símbolo allí, se adelantó el bicentenario de un pueblo encerrado, pero aún vivo.

Por Mauricio Redolés

El Ciudadano N°87, primera quincena septiembre 2010


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