Diez años han pasado ya, desde aquel 13 de agosto del 2003, cuando en medio de una barricada en Villa Francia, se dio el inicio a la Corriente Revolución Anarquista (CRA). Diez años de trabajo cotidiano, aciertos y errores. Diez años de trabajo en diferentes territorios y organizaciones sociales, apoyando instancias existentes o creando organización donde no las hay. Diez años de manifestaciones, protestas y propaganda. Diez años levantando al anarquismo como una real alternativa política y social a las injusticias del sistema capitalista… Claramente, esto recién comienza.
Desde sus inicios la CRA surge como una organización anarquista específica, que se planteó superar las dinámicas de los colectivos de afinidad sin caer en lógicas verticales. El CRA rechaza los modelos organizativos del plataformismo (demasiado similares a los partidos leninistas) y los grupos informales clandestinos, propios del insurreccionalismo. La apuesta, es a construir una organización sólida, pública, autónoma y horizontal en su funcionamiento, que crece respetando el principio federativo y que levanta un proyecto político propio.
Sin embargo, en estos diez años no sólo se ha intentado construir una alternativa organizativa propia, sino además, articular una propuesta anarquista coherente y concreta, capaz de dar respuesta a las contradicciones y conflictos de nuestra sociedad. Esta propuesta es la autogestión, entendida como la organización y movilización de explotadas/os y oprimidos/as para satisfacer sus necesidades, enfrentar sus conflictos y apropiarse de su entorno, es decir, un llamado a romper las lógicas del mercado y el poder.
Desde esta perspectiva, creemos y desarrollamos un anarquismo social, es decir, que surge desde las desigualdades del capitalismo, como respuesta política de la clase oprimida y explotada. Un anarquismo que se hace parte de los conflictos sociales, proponiendo un proyecto revolucionario para transformar esta realidad. Como dijo alguna vez un viejo camarada de otras tierras, desde las contradicciones actuales, estamos construyendo ese “mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones”.
Obviamente, estos años no han sido fáciles, hemos tenido que enfrentar diversas dificultades y tomar difíciles decisiones y rumbos. En este sentido, al cumplir una década de vida orgánica, nos parece prudente y necesario relevar algo de nuestra propia memoria.
EL INICIO DE UNA CORRIENTE
Cuando se formó el CRA (2003) el anarquismo en la región chilena poseía múltiples matices y tendencias, entre los cuales fácilmente se distinguían dos polos muy diferentes. Por una parte el extinto Congreso de Unificación Anarco-Comunista (CUAC), primera organización plataformista de Chile que luego cambió de nombre a OCL. Por otro lado, diversos grupos, colectivos e individualidades anarquistas que si bien podrían coordinarse para realizar actividades puntuales, presentaban gran dispersión teórica y práctica: Existían pequeños colectivos en liceos y universidades, algunos grupos trabajando en preuniversitarios populares y otras iniciativas barriales y varias okupas vinculadas principalmente a la contracultura.
Si bien algunos/as militantes del CRA habían participado en el CUAC, éstos/as no se sentían cómodos/as con las lógicas verticales que allí se practicaban y con las intensiones de hegemonizar el movimiento libertario por parte de aquella orgánica. A partir de ello, el desafío estaba claro: Construir una organización anarquista que se posicionara abiertamente frente a la sociedad, pero que al mismo tiempo se asumiera parte del floreciente movimiento anarquista, entendiéndolo como algo mucho más amplio, diverso y complejo. En buenas cuentas, una propuesta organizativa libertaria y autónoma que si bien se propone crecer y desarrollar diferentes proyectos y trabajos, se asume tan válida y necesaria como las otras expresiones asociativas del mundo libertario.
El desafío supuso desarrollar prácticas y reflexiones políticas nuevas, desde un inicio quisimos relacionarnos con otros colectivos y espacios libertarios, por ejemplo, articulando diferentes coordinaciones puntuales para desarrollar algunas actividades y conformando lo que entre los años 2004 y 2006 se denominó Bloque Anarquista de Santiago.
Por otra parte, desde sus inicios la CRA se involucró directamente con diversas organizaciones sociales de carácter territorial (Villa Francia, El Castillo, Lo Hermida, fueron algunos de esos lugares) y estudiantil (liceos y universidades). Si bien se aprovechó cada una de estas instancias como un proceso de aprendizaje y crecimiento, no todo resultó como se esperaba. A inicios del 2005, tuvimos que enfrentar la traición y las agresiones directas de algunos sectores de la izquierda, que acostumbrados a sus absurdas parcelas de poder, no toleraron que las y los anarquistas desarrolláramos un trabajo serio, que combinaba equilibradamente las pegas sociales, la propaganda anarquista y las barricadas.
El final de este primer periodo de nuestra aún reciente y pequeña historia, nos dejó trascendentales enseñanzas y nuevos desafíos. Por una parte el movimiento anarquista necesitaba mayor desarrollo de sus proyectos e instancias de encuentro y por otro lado no era posible mantener las alianzas tradicionales de la vieja política ochentera o noventera; estatistas (rojos o liberales) no pueden trabajar armoniosamente con las y los anarquistas. El tema del poder aparece como un elemento central en la definición política de cada grupo y sus posibles alianzas estratégicas. El CRA desarrollaba interesantes trabajos territoriales y estudiantiles y comenzaba a marcar su presencia en las marchas anarquistas.
DE LA ANÉCDOTA A LA REPRESIÓN
El 10 de septiembre del 2006, durante la tradicional marcha conmemorativa del golpe de Estado y en medio de fuertes enfrentamientos entre rojos y libertarios/as, un/a desconocida/o lanzó una bomba molotov a una de las ventanas del palacio de La Moneda. Lamentablemente las llamas se extinguieron sin causar mayores daños al inmueble, constituyéndose sólo en un acto simbólico que alcanzó un fuerte impacto mediático. Si bien en aquella manifestación participaron múltiples individualidades y colectivos libertarios, todos los medios de prensa oficial y burguesa sindicaron al CRA como la responsables del ataque incendiario y de prácticamente todos los desmanes de aquella marcha. No tardaron en aparecer reportajes televisivos y notas de prensa, entre los cuales el broche de oro lo puso el periódico La Tercera del 1 de octubre de ese año, que con artículo titulado “Policía investiga a diez grupos violentistas”, identificaba a nuestra organización como el número uno de la nómina investigativa.
Esta curiosa anécdota marcaba claramente el cambio de estrategia represiva del Estado, que desde entonces identificó y puso en la mira a los grupos anarquistas. Esa misma semana una casa okupada del centro de Santiago, fue allanada y sus habitantes detenidos/as por mantener una supuesta “fábrica de bombas”.
El cambio en las estrategias represivas no era gratuito, el incipiente movimiento anarquista se venía reconstruyendo desde la década de los noventa, articulándose de las más diversas maneras y desarrollando proyectos y trabajos cada vez más insertos a los conflictos sociales y la construcción de alternativas a las injusticias del capitalismo actual. Por ejemplo, las lógicas horizontales y libertarias se instalaron y desarrollaron fuertemente en el movimiento estudiantil, aportando sustantivamente a su articulación y a la radicalización de sus demandas. Más allá de la instrumentalización que hicieron los partidos políticos estatistas, la tensión anarquista ya estaba presente en el movimiento secundario que protagonizó el denominado “Mochilazo” del 2001 y estaba muy latente en la denominada “Revolución Pingüina” del 2006. De hecho, hoy no sólo mantiene presencia en el movimiento estudiantil, sino que aporta nuevos contenidos y propuestas como la crítica a la función social de la escuela y la desescolarización respectivamente.
Poco a poco estaban proliferando los centros sociales y okupas de corte libertario, progresivamente el anarquismo lograba mayor participación en las diferentes manifestaciones públicas y protestas, muchas de las cuales terminaban con enfrentamientos con la policía o ataques a edificios corporativos y entidades estatales símbolos del poder. Algunos grupos y organizaciones comenzaban a mostrar cierta desarrollo político y crecimiento orgánico, lo que se reflejaba tanto en el número de sus integrantes como en la proyección de sus trabajos. Desde maneras muy distintas de entender el accionar político, el CRA y un amplio círculo de okupas y centros sociales en Santiago, las y los anarquistas de Penco y Concepción, el Movimiento Anarquista de Temuco y algunos colectivos de La Serena y Osorno eran interesantes ejemplos de este crecimiento.
Sin embargo, es la aparición de una nueva tendencia política al interior del movimiento anarquista de nuestra región, lo que visibilizará finalmente, la oleada represiva del Estado. Desde el 2005 se comienza a posicionar (teórica y prácticamente) en los círculos libertarios, el insurreccionalismo. De hecho, entre el 2005 y el 2010, explotaron más de cien bombas en cajeros automáticos, edificios empresariales, iglesias y comisarías. Si bien como organización estamos convencidos/as que cada explotado/a tiene el legítimo derecho a rebelarse frente a sus opresores y que esto puede hacerlo de la manera que mejor le parezca. Resulta lamentablemente, que bajo la influencia del insurreccionalismo se haya mermado la incipiente articulación y el diálogo entre las agrupaciones libertarias, haya disminuido la presencia pública y abierta de iniciativas anarquistas y se instale una visión del anarquismo “antitodo”, carente de propuestas, que se aleja del común de las personas (explotadas y oprimidas) y sus necesidades.
Obviamente, las reacciones desde el poder no tardarían en llegar. Primero comenzaron las investigaciones policiales y el acoso mediático a todo el movimiento libertario. Participar en una manifestación, asistir a un centro social e incluso mantener determinada estética fue considerado razón suficiente para ser investigado/a. Luego vendrían detenciones, allanamientos y complejos procesos judiciales. Tal como lo señalan los expedientes de investigación del denominado “Caso Bombas”, nuestra organización al igual que muchos otros colectivos e individualidades anarquistas, pese a no adscribir al insurreccionalismo, fue objeto de seguimientos, escuchas telefónicas, detenciones y peritajes policiales. Más allá de los escandalosos resultados jurídicos de dicha investigación, hemos tenido que aprender a vivir y accionar políticamente, con los ojos del poder encima de nosotros/as.
LA CORRIENTE SIGUE Y CRECE
Obviamente, la represión estatal no puede llevar a las y los anarquistas al inmovilismo. Lejos de aquello, nuestra organización ha mantenido su presencia en marchas y manifestaciones públicas. Nuestra práctica y nuestro discurso no han cambiado al respecto, por el contrario, hemos profundizado la reflexión, levantado nuevas propuestas y desarrollado diversos trabajos. Si bien en algún momento sentimos que todo el movimiento libertario decaía o se debilitaba, supimos mantenernos activos y sólidos.
Contrariamente a lo acontecido con otros grupos anarquistas investigados, nuestra opción fue continuar con el trabajo público y abierto en diferentes territorios e instancias sociales. De hecho, el mismo 2006 se inaugura en la comuna de Estación Central el Centro Social y Biblioteca Aeropuerto, el 2007 abrimos y desarrollamos dos fugaces centros sociales okupados en Rancagua, desde el año 2008 comenzamos a desarrollar periódicamente los Talleres Introducción al Anarquismo (abiertos a todo público). En los últimos años, hemos vuelto a editar cuadernillos de formación política y mejorado la periodicidad de nuestro boletín Puñal Negro. Hemos estado presentes de manera crítica y activa en diferentes movimientos, conflictos sociales y distintas iniciativas sociales (colectivos secundarios, un centro social en el barrio Yungay e incluso, algunos roces fugases con el mundo sindical). También hemos ido instalando nuevos espacios para la expresión artística y la cultura libertaria (por ejemplo los Navegante Ácrata), entre otras actividades e iniciativas.
Obviamente, todos estos procesos también nos han permitido afinar nuestras críticas y propuestas frete a la sociedad capitalista. Al proyecto político fundamental del anarquismo: la autogestión, le hemos incorporado diferentes elementos, desarrollando desde la práctica concreta, amplias posibilidades y dimensiones del mismo. Por ejemplo, hemos levantado y legitimado espacios horizontales y autónomos de organización social, también hemos desarrollando eficientes metodologías de trabajo a nivel territorial. Hemos logrado profundizar conceptualmente y poner en marcha germinales experiencias de educación libertaria; también hemos incorporado la perspectiva y los temas de género a nuestra cotidianeidad personal, social y política. En definitiva, estamos desarrollando un proyecto político que cada vez se hace más concreto y real.
Sabemos que somos una organización pequeña y que nuestro accionar aún no constituye un inminente peligro para los ricos y poderos. No nos pasamos ese rollo, pero nuestro trabajo es cotidiano y sistemático. Quizás aún nos falta mucho camino por recorrer, pero estamos contentos/as con lo logrado en estos diez años. Estamos decididas/os a continuar desarrollando este proyecto y aprendiendo de cada uno de nuestros aciertos y errores. Estamos entusiastas y expectantes de los años venideros, de la pega que aún falta, de los proyectos en pleno desarrollo. Nadie cambiará este sistema por nosotros/as, de nosotras/os depende ir organizando la lucha y construyendo autogestión. Esto recién comienza…
Corriente Revolución Anarquista (CRA)