Es la continuidad de la renta de nuestros suelos con bosques o sin ellos y el uso gratuito de nuestras aguas superficiales y subterráneas para extraer y exportar materia prima bruta o manufacturada generadas por el extractivismo energético minero, el modelo que ahora se presenta en nuestra América como nuevo por los gobiernos tanto progresistas como de derecha. Pero los pueblos saben que es el mismo modelo depredador extractivista imperialista, sólo que ahora se presenta envuelto en celofán revolucionario.
O la venta de nuestros suelos para producir alimentos transgénicos, azúcar, alcohol o aceite soportado en el uso de agroquímicos, “se estima que el 25% del territorio uruguayo y paraguayo y al menos el 10% del argentino están en manos de empresarios extranjeros (…) La principal refinadora de azúcar y productora de alcohol de India Shree Renuka Sugars adquirió 130 mil hectáreas en Brasil, en tanto que el grupo Walbrook compró cerca de 600 mil hectáreas en Argentina (…) En Bolivia se estima que al menos 700 mil hectáreas están en manos de agroindustriales brasileros, argentinos, peruanos y colombianos, la mayoría destinada a la producción de soya transgénica” (www.ecoportal.net).
La venta y la renta del suelo o las fórmulas de empresas mixtas para ser dueñas las empresas imperiales del petróleo, el gas y el carbón en el subsuelo venezolano y en varios países de América y sus anexos necesarios para construir o ensamblar toda la infraestructura necesaria para sacar, trasportar y embarcar materia prima a los países desarrollados de Europa y Estados Unidos o en vía en desarrollo en Asia y América nos harán más pobres, dependientes, corruptos, menos democráticos y lo que es peor nos harán copartícipes de acelerar la destrucción de toda las formas de vida existente en el planta Tierra. No habrá objetivo histórico V que pueda preservar la vida en el planeta y la salvación de la especie humana.
Hoy en verdad parece que tenemos un mayor “control” de nuestros llamados recursos naturales y de la soberanía patria permitida en el tenso juego político de economía mundial. Este hecho de la soberanía relativa conquistada en el devenir histórico de nuestros pueblos en lucha en la región confundió a los partidos de los gobiernos progresistas de nuestro continente y les hizo tirar al suelo las banderas anticapitalistas, antimperialistas y las levantadas en las luchas ecologistas que venían abriéndose camino a partir de la década de los años 70. Ahora es bueno y revolucionario para los pueblos y los trabajadores sacar en asociación con capitales imperiales energía fósil y todo tipo de minerales, garantizarles nuestras aguas a las empresas, así como construirles las complejas, contaminantes y costosas vías multimodales portuarias para sacar la producción extraída con las posibilidades sólo de mitigar el impacto, pero sin poder hacer mayor cosa para no acelerar el cambio climático y el calentamiento de la Tierra, y así la destrucción de nuestros pueblos indígenas y el patrimonio genético presente en la Cordillera de los Andes, en el Amazonía y en la biota presente en nuestras costas mojadas por las aguas de nuestros principales ríos, del Mar Caribe, de los océanos Atlántico y Pacífico.
Por esta razón, y por ello su negativa de considerarles derechos territoriales u oponerse a la aplicación de sus derechos conquistados en las Naciones Unidas y en cada país donde existen pueblos originarios, la vanguardia de las luchas latinoamericanas no están en los obreros, ni en los partidos políticos, sino en los pueblos indígenas movilizados.
Las luchas antimperialistas, las movilizaciones por la defensa de la soberanía de nuestros países latinoamericanos y por la conservación de la exuberante naturaleza tropical, son asumidas hoy en día casi en exclusividad por los pueblos indígenas y sus aliados históricos, los movimientos ecologistas, sociales, medios comunitarios y los trabajadores del arte e intelectuales. Es en estos segmentos de la población en donde se libran hoy en nuestra América las luchas contra la ocupación de las multinacionales financieras, energéticas, mineras, portuario viales, o de los monocultivos o desiertos verdes con fines madereros. Son los indígenas y sus aliados los que hoy defienden la soberanía y enfrentan a las empresas en la ocupación de sus territorios con el permiso del Gobierno de turno; ya no son los partidos de izquierda, mucho menos si están en el Gobierno, los que luchan contra la presencia de las empresas imperialistas en nuestros países, contra la destrucción y contaminación de los suelos, montañas, bosques y ríos.
Ante la tendencia general de imponer un pensamiento único, un modo y calidad de vida propio de países “desarrollados” o “países potencias”, o de la sumisión del país a fuerzas empresariales o países imperiales, los pueblos indígenas proponen “la vida buena”, en producir con respeto a la naturaleza, la solidaridad y la humildad. Son los pueblos indígenas los que luchan por un estadio superior de la democracia al trabajar no por países donde se reconozcan el componente diverso de sus poblaciones y sus idiomas, sino por la creación de Estados Plurinacionales donde por igual se reconozcan los derechos políticos, sociales y culturales, así como sus instituciones, no de una sola nación, sino de todas las naciones o pueblos distintos existentes en la geografía de dicho país. No países o Estado Nación sino el País o Estado Naciones. Por esta razón los gobiernos de izquierda o de derecha por igual los ataca o les da “duro” -como dice el Presidente Correa– o les niega sus derechos, entre ellos los territoriales como en Venezuela.
22 de diciembre de 2012
Publicado en El Libertario