El niño, de unos cinco años, sueña con ser bombero. Va sentado sobre las piernas de su madre en el Metro de Caracas. De pie, frente a ellos, está su padre. El niño está ansioso, le pide a su papá que se mueva porque quiere ver al hombre que está apostado en el otro extremo.
“Mira la ambulancia”, dice el niño. Sus ojos brillan. El hombre al que ve es un funcionario de Protección Civil (PC), que porta en su atuendo unos símbolos fluorescentes que el pequeño asocia con los bomberos. “A él lo vuelven loco los bomberos, dice que quiere ser uno”, comenta su madre, mientras el niño no deja de mirar, no deja de soñar.
Es jueves 24 de enero en Caracas. Son las 08:15 de la mañana y, a diferencia del miércoles 23 de enero, al transporte subterráneo volvió el movimiento de gente que es habitual, ese que se detuvo en la mañana del día anterior ante la incertidumbre de qué iba a ocurrir en las manifestaciones convocadas, por un lado, por el presidente de la Asamblea Nacional (AN) en desacato, Juan Guaidó, y, por el otro, por el presidente de la República, legítimamente electo, Nicolás Maduro.
En la estación Parque Carabobo de la línea 1 del Metro (en el centro de la capital), la madre se despide del niño, se lo da al padre para que lo cargue y le da un beso a su pareja. “Cualquier cosa me avisas. Nos vemos ahora”, les dice antes de que salgan del tren. El niño, por el uniforme, se nota que va al preescolar y sus padres al trabajo.
Ellos forman parte de ese grupo de venezolanos que, ante una hiperinflación que no se detiene y agobia, decidieron, pese al clima de tensión político que generó la autojuramentación como “presidente interino” de Guaidó, seguir trabajando y viviendo porque, en el fondo, saben que un aventura armada, una guerra civil o una intervención militar, acabará no solo con un Gobierno sino también con el sueño de su hijo de ser bombero.
El comercio se sigue moviendo
En el bulevar de Catia, la populosa zona del oeste caraqueño, en las inmediaciones de la estación del metro de Plaza Sucre, el movimiento comercial se ha mantenido igual. Hay vendedores ambulantes por doquier, los comercios abrieron nuevamente y la gente está en la calle, comprando, buscando qué llevar a la mesa para comer.
El Mercado de Catia sigue con sus puertas abiertas en el horario habitual. Y mientras Guaidó dibuja su virtual administración y Maduro enfrenta un nuevo intento de golpe de Estado y llama al diálogo, los venezolanos siguen con una de las mayorespreocupaciones en su cabeza: la situación económica.
En Chacaíto y el Bulevar de Sabana Grande las tiendas también abrieron el jueves y el viernes, y los comercios de comida siguen ofreciendo sus productos a los clientes. Todos están claros del riesgo que representaría para la ya maltrecha situación que se desate una ola de saqueos, esos que focalizados, se han registrado en algunas zonas caraqueñas por las noches.
A la mente de los mayores, los abuelos, vuelven las imágenes del conocido Caracazo, de aquellos días aciagos de febrero de 1989, cuando el aumento de los precios de la gasolina desató una espiral de violencia que dejó muertos, heridos, destrucción y pérdidas económicas.
Tampoco escapa del recuerdo aquel abril de 2002, cuando Pedro Carmona Estanga dio un golpe de Estado al entonces presidente Hugo Chávez, y a las calles volvió de nuevo el conflicto.
Por eso, una parte de la población se rehúsa, más allá de una posición política, a dejarse llevar por la violencia. Llevan a sus hijos a las escuelas, van al trabajo, se reúnen con sus amigos.
No se puede negar que, desde ambos sectores políticos, a veces se fomenta el enfrentamiento, pero si algo están buscando los venezolanos son soluciones. Y eso no se logra con una intervención de Estados Unidos.
Algunos pequeños grupos de opositores siguen apostando a llenar las calles de violencia como lo hicieron con las guarimbas en 2016 y 2017. Ya el pueblo conoce perfectamente esta estrategia y sabe lo que significaría: más colapso y destrucción.
Ante este escenario, la sentencia de un hombre de unos 40 años que se traslada en el Metro de Caracas deja clara una de las tantas posiciones de está inestable Venezuela: “Hay que trabajar, si no trabajo no como y ya bastante jodidos que estamos”.
https://www.elciudadano.cl/venezuela/cronica-guaido-desato-la-locura-entre-los-opositores-con-su-autojuramentacion/01/23/
https://www.elciudadano.cl/venezuela/cronica-una-republica-sin-bolivar-el-sueno-que-aspira-consumar-la-derecha-en-venezuela/01/24/