El festival extremo que honra a los dioses a través del sacrificio

Cuenta la leyenda que en el Siglo XX, con la llegada de cientos de mineros chinos a la zona, una compañía de ópera llegó a la ciudad de Phuket, Tailandia, en busca de fama y gloria. Sin embargo, todo el equipo cayó enfermo de malaria como parte de una epidemia mortal que dejaba estragos en las poblaciones. En aras de salvar su alma y seguir persiguiendo sus aspiraciones, la compañía de ópera se encomendó a los dioses emperadores chinos, para quienes ofrecieron un sacrificio: se apegaron a una estricta dieta vegetariana, se abstuvieron del sexo y de los excesos de la vida. Quienes buscaron la purificación de su mente y cuerpo se mantuvieron entre la vida y la muerte durante 9 días. Ante el asombro de los nativos, que aseguraban que la compañía extranjera perecería, todos superaron la enfermedad. Agradecidos con los dioses que les brindaron una nueva oportunidad, la compañía de ópera organizó un pequeño festival para honrar la voluntad divina que curó sus enfermedades. Como suele suceder con múltiples tradiciones alrededor del mundo, la festividad creció a niveles insospechados, hasta llegar a nuestros días.

Con tal historia detrás, el Phuket Vegetarian Festival honra durante 9 días al año la sagrada voluntad de los dioses y la capacidad de curar y aliviar los males de la población. Aunque se desarrolle en una pequeña isla del sur de Tailandia, la festividad tiene su origen en la comunidad china, quien eligió el noveno mes lunar del calendario chino (octubre) para pedir por mejor salud y tranquilidad mental.

Lejos ya quedaron atrás los años en que la festividad consistía en ritos y ceremonias para agradecer a los dioses, pues ahora los ritos incluyen caminar sobre fuego, perforarse el cuerpo y múltiples actos de automortificación. Con la creencia de que los dioses curarán sus heridas y aliviarán sus malestares físicos, los nativos organizan una gran festividad para demostrar la fuerza de su fe. Así, durante nueve días, cientos de personas desfilan por las calles con perforaciones de espadas, ramas, navajas y utensilios de cocina que atraviesan la piel de sus mejillas. Los radicales actos están encaminados a infringirse daño para atraer los espíritus dañinos de cualquier persona del pueblo, erradicarlos y así traerle buena suerte a toda la comunidad.

Las perforaciones en la piel se realizan sin ningún tipo de anestesia, la cirugía se realiza cerca de un templo con un poco de yodo, vaselina y guantes quirúrgicos. Aunque pueda parecer un tanto peligroso, los equipos médicos tradicionales que el propio pueblo tiene preparados en realidad atienden más a los turistas que a los participantes. Ante las fuertes escenas, múltiples visitantes sufren de desmayos y presión baja. 

Durante la festividad que busca honrar a los nueve dioses emperadores, muchos fieles aseguran experimentar un trance en el que son poseídos por alguna de las divinidades, quienes se apropian del cuerpo para liberarlo de cualquiera impureza o pecado. Con la protección divina que proveerá de aguas curativas, cientos de personas se reúnen año con año para demostrar su fe, la cual además de incluir actos no recomendados para personas de estómago ligero, siguen una estricta lista de “mandamientos” a cumplir:

– Limpieza corporal.
– Limpieza de utensilios de cocina que no serán usados por quienes no participen en los ritos.
– Vestirse de blanco.
– Comportarse correctamente, física y mentalmente.
– No comer carne.
– Evitar tener sexo.
– No tomar alcohol.
– La gente en duelo no debe participar.
– Las mujeres embarazadas o menstruando no deben atender las ceremonias.

Al término de los rituales, los médicos y curanderos aplican tratamientos para sanar las heridas, y aunque podría pensarse que la recuperación limita a los participantes en los días posteriores, estos suelen volver a sus actividades casi de manera instantánea. Quienes participan, han asegurado experimentar una gran calma espiritual y una peculiar determinación por cumplir con sus actividades.

Fuente: Cultura Colectiva