¿Sabías que el Parque Ecológico de Puebla fue una base aérea militar? Descubre su pasado

Vuelos militares ayudaron a crear los primeros planos fotográficos precisos de la ciudad de Puebla

¿Sabías que el Parque Ecológico de Puebla fue una base aérea militar? Descubre su pasado

Autor: El Ciudadano México

En los años 20 y 30, la ciudad de Puebla se estremecía con el rugido de avionetas surcando sus cielos. Aquel sonido metálico, en ese entonces sinónimo de modernidad y asombro, provenía del Campo Aéreo Militar Pablo L. Sidar, ubicado donde hoy se alza uno de los pulmones verdes más importantes de la capital poblana: el Parque Ecológico Revolución Mexicana.

Véase también: El último soldado de la Batalla del 5 de mayo: Manuel de la Rosa

La historia de este emblemático sitio comienza oficialmente el 6 de abril de 1926, cuando fue inaugurada su pista de aterrizaje, construida por la Secretaría de Guerra y Marina en los terrenos de los antiguos Ranchos Alseseca y Azcarate. A instancias del general Joaquín Amaro y con el respaldo del entonces gobernador Leonides Andreu Almazán, Puebla entraba de lleno en la era de la aviación.

Originalmente bautizado como Campo Aéreo General Ignacio Zaragoza, el sitio pronto cambió de nombre en honor a uno de los aviadores más célebres de la época: Pablo L. Sidar Escobar, conocido como “El Loco Sidar”, un piloto intrépido que realizó vuelos de largo alcance en América del Sur. Su visita a Puebla el 8 de noviembre de 1929 dejó una huella indeleble, motivando el cambio de nombre del campo en 1931.

Durante su operación, el Campo Aéreo no solo albergó vuelos militares, sino que también fue utilizado como autódromo debido a su forma ovalada. Su infraestructura creció con los años, incluyendo una torre de comunicación construida en 1931, y un faro de navegación aérea instalado en el Fuerte de Guadalupe, que guiaba las aeronaves en su trayecto.

Los vuelos eran eventos esperados por la población. Familias enteras se reunían los domingos para mirar al cielo y saludar a los pilotos, mientras los niños soñaban con convertirse en aviadores. Pero no todo fue alegría: el 5 de mayo de 1942, durante el primer desfile aéreo conmemorativo de la Batalla de Puebla, un trágico accidente marcó la jornada. El capitán Roberto Talamantes resultó gravemente herido tras la caída de su bimotor.

El más impactante de estos accidentes ocurrió en junio de 1978, cuando un joven piloto perdió la vida al estrellarse en la Ciudad de los Niños, dejando una imagen que aún persiste en la memoria colectiva.

Más allá de su función militar, el campo fue crucial en el desarrollo urbano de Puebla. Gracias a los vuelos de reconocimiento, se obtuvieron planos fotogramétricos detallados de la ciudad, convirtiendo a Puebla en la segunda urbe —después de la Ciudad de México— en contar con este tipo de representación cartográfica, útil para planear su expansión hacia el suroriente.

Esto motivó la creación de colonias como Azcarate y Aviación, además de convertir la 24 Sur-Norte en un nuevo eje de crecimiento urbano. Sin embargo, el miedo a nuevos accidentes y la creciente urbanización pusieron fin a la era del campo aéreo.

Fue hasta el 22 de febrero de 1986 cuando el sitio renació con un nuevo propósito: convertirse en un espacio recreativo, ecológico y cultural. El entonces gobernador Guillermo Jiménez Morales colocó la primera piedra del Parque Ecológico Revolución Mexicana, financiado por la Fundación Mary Street Jenkins con una inversión de 1,700 millones de pesos.

Con 67 hectáreas —superior a los parques de la Ciudad de México y Monterrey en ese momento— y la plantación de 153 mil árboles, el proyecto se convirtió en un símbolo de transformación y esperanza para los poblanos.

Hoy, el Parque Ecológico sigue siendo un referente en la vida de los poblanos. Caminos arbolados, áreas deportivas, jardines y espejos de agua conviven con los ecos del pasado. Fotografías compartidas en grupos como Puebla Antigua mantienen viva la memoria de aquellos domingos en que los aviones pintaban de nostalgia el cielo.

Así, lo que fue una base militar que impulsó el crecimiento urbano y tecnológico de Puebla, se transformó en un espacio verde que respira historia. Un legado que invita a mirar el cielo, pero también a cuidar la tierra.

Foto: Redes

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