Entre cantos, tambores y la alegría que caracteriza a los cubanos, cada año hombres, mujeres y niños celebran “la rumba”, una danza tradicional africana, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2016.
“Es una expresión de la exaltación de la vida, creada durante el período de la esclavitud en las plantaciones azucareras, en los barrios, en los puertos, en las líneas de ferrocarril”, explicó Miguel Barnet, presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
Barnet también detalló que donde quiera que el hombre trabajaba como esclavo, tenía necesidad de hacer sus cantos espirituales, litúrgicos y para la salvación, por lo que optaron por desarrollar una danza tradicional que los caracterizaba.
Por otro lado, Yanaisis Ordoñez, de 31 años, egresada de la Escuela Nacional de Arte, expresó: «La rumba para mí es Cuba y yo soy una fiel preservadora de la tradición. La siento mía, la llevo en la sangre«, entre movimientos alegres y al son de los tambores africanos que inundaba el espacio e invitaban al espectador a querer bailar también.
Inicios de La rumba en Cuba
Reproducida por el pueblo, empezó a ser practicada en los barrios y comunidades para luego ser reflejada en el mundo entero, tras su llegada a Cuba o a Brasil, los africanos tomaron conciencia de ser parte de un continente, de una cultura mayor, y ella se devuelve a través de estos cantos y bailes.
“Nació la rumba antes de la nación cubana y mucho antes que naciera el concepto de patria. La rumba es anterior, contribuyó a que se desarrollara el concepto de nación. Es un elemento fundamental de la identidad de Cuba”, dice Barnet.
Para el crítico musical De la Hoz, la rumba “reivindica el legado de un continente que se vino a reconocer como tal en Cuba. África era muy dispersa antes de los procesos de la colonización”.
De está manera, se comprueba que la rumba tiene un sabor único y por eso ha trascendido, es música y danza que fusiona los legados africanos, españoles y de otras zonas del Caribe en la música cubana.