“Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien”, expondría en alguna de sus obras la moderna y feminista escritora británica Virginia Woolf, quien este miércoles 28 de marzo conmemora otro aniversario de su fallecimiento, ocurrido en Londres en 1941, luego de suicidarse (se colocó su abrigo, llenó sus bolsillos de piedras y se lanzó al río Ouse, cerca de su casa).
Introspectiva y depresiva, pero al mismo tiempo revolucionaria, en sus novelas y ensayos, Woolf se abrió paso en una sociedad tradicionalista que relegaba a las féminas al hogar. «Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción«.
La señora Dalloway (1925), Una habitación propia (1929) y Las olas (1931) son tres de sus obras más destacadas, esta última desarrollada mediante el continuo hilvanado de monólogos interiores de sus seis protagonistas.
Inestable emocionalmente, producto de los golpes recibidos por la vida, debió superar la muerte de su madre con solo 13 años años de edad y la de su padre a los 23. A estas se sumaron los abusos sexuales por parte de sus hermanastros que terminarían construyendo su personalidad depresiva. «La vida es sueño; el despertar es lo que nos mata«.
Nacida un 25 de enero de 1882 en Londres, en el núcleo de una familia burguesa, iniciaría profesionalmente su carrera como escritora en 1905 con una serie de ensayos publicados en prensa. En 1915 editaría su primera novela: Fin de viaje, que narra el autodescubrimiento de Rachel Vinrace abordo del barco de su padre en un recorrido por Sudamérica.
Entre sus frases célebres también figuran: «No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente» y «amar nos separa de los demás».