En Italia, concretamente en Florencia, existe una singular versión del fútbol que se conoce como calcio fiorentino o calcio storico. El nombre, en este caso, es menos impresionante que la realidad: una batalla campal, ligeramente reglamentada, que Enrique III de Francia describió alguna vez como “demasiado pequeña para ser una guerra auténtica y demasiado cruel para ser un juego”.
El calcio fiorentino es un deporte que se originó en el Renacimiento ente aristócratas florentinos, al parecer como una especie de recuperación del “harpastum”, un juego de pelota de la Antigua Roma que a su vez se retomó de una práctica griega. En los tres casos la violencia era el sello y, por lo mismo, los jugadores estaban obligados a ser ágiles, rápidos y al mismo tiempo fuertes.
Después de esa época, el calcio storico resurgió en el siglo XVII, aunque con poca fortuna. Fue ya en la década de 1930 cuando una serie de partidos se repitieron con frecuencia anual y prácticamente sin interrupciones. Cada año, en la Piazza de Santa Croce, cuatro equipos compiten en un pequeño torneo, cada uno representando un quartiere de Florencia:
Santa Croce / Azzurri (Azul)
Santa Maria Novella / Rossi (Rojo)
Santo Spirito / Bianchi (Blancos)
San Giovanni / Verdi (Verdes)
La final de esta contienda se juega en la legendaria Noche de San Juan, el 24 de junio, en parte porque ese es el santo patrono de Florencia. En su versión actual los jugadores pueden soltar puñetazos, cabezazos, codazos e incluso tomar por el cuello a sus oponentes. Sin embargo, los golpes en la cabeza están prohibidos, e igualmente que dos jugadores o más ataquen simultáneamente a otro.
El Calcio goza de fama feroz por la aparente desorganización y libertad de contacto entre los jugadores; sin embargo, un vistazo a las reglas de este deporte nos hace ver que en realidad el objetivo no es lastimar a los jugadores del otro equipo: se juega con dos equipos de 27 jugadores (5 de los cuales son porteros), y el objetivo es anotar goles (“cacce”) introduciendo una pelota en uno de los agujeros situados en los extremos del campo.
Las medidas de la plaza son similares a las de una cancha de soccer, pero está cubierto de arena en lugar de césped. Cada partido dura 50 minutos y ocho árbitros (entre jueces de línea y maestros de campo) se encargan de llevar la cuenta de los cacce de cada equipo, y aunque permiten un contacto extremo (con un arsenal de puñetazos, codazos y estrangulaciones), no permite golpes bajos ni por la espalda.
Se dice que el Calcio no sólo era una festividad de carnaval, sino también un entretenimiento para aristócratas ricos. A pesar del asedio a Florencia en febrero de 1530, la ciudad continuó jugando Calcio como medida de resistencia; papas como Clemente VII, León XI y Urbano VIII eran conocidos jugadores de Calcio.
A diferencia del star system de los deportes convertidos en espectáculo, la recompensa de los jugadores de Calcio es un banquete posterior al juego; sin embargo, es curioso pensar que la tierra de los gladiadores siga siendo cuna de modernos entertainers, mezcla de deportistas y actores, en una atracción que ha retomado impulso luego de siglos: un espectáculo donde la tradición no está peleada con la belleza, y el juego mantiene viva la identidad comunitaria.
Con estas condiciones, el calcio fiorentino es una oportunidad inmejorable para obtener imágenes sorprendentes. Las que compartimos ahora, publicadas originalmente en The Guardian, fueron tomadas en la edición más reciente de la competencia florentina, y en ellas destaca el buen ojo de los fotógrafos para tomar los momentos en que el encuentro parece resurgir de tiempos remotos en que la brutalidad y el honor eran la moneda corriente con que se realizaban esas transacciones de rivalidad.