Carlos Heller: el mesías, el S.A.lvador  

El Chuncho vive un momento extraordinario hoy por hoy. Marcha puntero, juega bien, pisa fuerte el área rival y hace daño. El DT parece tener las cosas claras. Los refuerzos han rendido de manera descollante. La gente está acompañando. En fin, el sol brilla en un amplio e infinito cielo azul. Con todo esto queda la sensación de que la mera administración anterior dio paso a una verdadera gestión, una de esas que potencian y propulsan el crecimiento. Da la impresión de que la U recupera el tranco perdido y se encamina hacia algo lindo. ¿Todo grac

Carlos Heller: el mesías, el S.A.lvador  

Autor: Director

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Para nadie es secreto que este nuevo cuerpo directivo ha tenido mejor impacto en lo deportivo del que tuvo el anterior. Es innegable que Carlos Heller, o en particular la gerencia deportiva que a su cargo tiene, lo ha hecho bastante mejor que su antecesor. Tampoco vamos a cuestionar que Heller es bastante menos turbio y nefasto que José Yuraszeck, quien es por cierto un tipo que jamás debió haber tenido algo que ver con la U. Chispita, por todo cuanto él es y representa, es uno de esos pasajes de la historia azul que quisiéramos poder olvidar, por lúgubre y vergonzoso. Pero no nos desviemos: estábamos diciendo que Heller es, al menos hasta aquí, más decentito que Yuraszeck.

Quizás de allí nace esta ponderación considerablemente más favorable hacia Heller en relación a la que se hace de su predecesor. Creo que hasta ahí está todo bien. Si nos quedáramos con que “Carlitos es más que Pepito”, no habría mayor razón para preocuparse. Pero resulta que el grueso de la hinchada no se queda ahí y sí da razones para inquietarse. Sí, pues no son pocos los que no solo perciben la figura de Heller como cualitativamente superior a la de Yuraszeck, sino que además la revisten de características mesiánicas. Lo idolatran. Hablan de él como si fuera el gran salvador de la Universidad de Chile. Lo conciben como un héroe que nos devolverá todo lo que el destino nos ha negado. Y no se diga que no, porque para el recuerdo queda la manera en que desde el sector norte de Santa Laura, en aquél partido debut contra Cobresal del presente torneo, se le cubrió de cánticos que rezaban «¡Ídolo! ¡Ídolo!» cuando pasaba hacia el túnel que lo llevaría hacia el camarín de los jugadores. En redes sociales una cuenta ligada al fútbol preguntaba por las causas del buen momento de la U y no pocos contestaban que “Papi Heller” (sí, así le dicen algunos) era la mente maestra tras el buen momento. ¿Los jugadores y el técnico? No, esos estaban como en tercer lugar.

Francamente, produce una mezcla de decepción y tristeza el ser testigo de la increíble falta de crítica y la nula conciencia con la que algunos hinchas se posicionan frente a la efigie de Heller. Amnesia histórica e indefinición identitaria crónica, podríamos llamarle. ¿Y por qué decepciona e entristece tanto? Revisemos un par de situaciones, a ver si termino de ilustrar la idea.

El pasado sábado 2 de agosto, en el partido contra a Wanderers en el Nacional, Heller figuraba en la cancha, juntos a sus hijos, compartiendo alegremente con los jugadores. Muy lindo. Nada contra esos menores, por favor. Pero afuera, en el fragor de la batalla de los accesos, otras niñas y niños lloraban sobre los hombros de sus papás, aterrados con la desesperación de otras personas por entrar. Ahora bien, permítaseme recordar por qué era que jugábamos en el Estadio Nacional aquél día: se cambió el escenario porque los accesos de Santa Laura son muy problemáticos, por utilizar algún eufemismo. Heller culpó a la gente de llegar tarde aquella vez. Obviamente la culpa siempre la tenemos Usted y yo, jamás el que organiza el espectáculo. Al respecto el hombre señalaba: «hemos hecho el trabajo para jugar todos nuestros partidos de local en el Estadio Nacional. (…) La “U” está ganando y llevaremos 35 mil personas (espero) para el próximo partido y, por seguridad y respeto a nuestros hinchas y abonados». Sin embargo, los que fuimos a galería ese día, vimos que los accesos al Nacional fueron igual de malos, inseguros e irrespetuosos que antes, todo porque al Mesías se le ocurrió poner tan solo un control de acceso para tres puertas distintas. Poco digno de un Mesías. «Seguridad y respeto», eso dijo, se los recuerdo.

Otra cosa que me resulta indignísima de un salvador como él, es que las que fueron sus palabras de arribo y lo que ha sido la realidad no se correlacionan en ningún caso. Un recordatorio: «A través de nuestra gestión inclusiva, generaremos instancias para acercar a quienes han hecho historia en la U y a la Universidad como institución. Así como también, promoveremos las buenas prácticas en el estadio, donde vamos a implementar una gestión «SOCIAL» en donde las inquietudes de la hinchada sean representadas». Luchito Musrri hizo historia en la U, y el otro día, en el partido contra Cobresal, lo tuvieron mendigando por una entrada durante horas. Si no es por el papá de Johan Fuentes (jugador nortino) que le regaló una entrada, el capitán, con sus 539 partidos y 17 años brindados a la U, simplemente no entraba. Los viejos estandartes del Ballet siguen pasando penurias, masticando miserias. ¡Y no vamos a negar que ellos sí hicieron historia! ¿La “gestión social”? Honestamente, ¿alguien puede decir que ha visto un ápice, por infinitesimal que sea, de gestión social? ¿Alguien ha visto representadas sus inquietudes? Está bien, llevan poco tiempo al frente, pero no es solo que no acusen recibo de nuestras inquietudes como hinchas, sino que más bien las pisotean.

Una de las razones por las cuales Carlos Heller figura en los altares de muchos azules es, desde luego, el anuncio del Estadio. Bombástica revelación que, si se hubiese tratado de unas elecciones, le aseguraba casi todos los votos. Desde 1937, al menos, nos vienen prometiendo un estadio. Es un anhelo que a muchos les quita el sueño. Está escrito en alguna parte que el dirigente que lo construya, se convertirá en leyenda perpetua. Si me preguntan a mí, hoy, diría que el estadio no se construye ni durante esta administración, ni en ese lugar. Pero da igual lo que yo crea, pues al margen de eso, lo concreto es que el Estadio de la U no sería de la U. Es de Azul Azul, y si nos ponemos quisquillosos, sería de la Casa de Estudios de la Universidad de Chile, la que en cualquier caso hoy no tiene ninguna relación con la hinchada y acaso con el Club de Fútbol, más allá de la cesión en arriendo de los símbolos como el Chuncho y la “U” roja, además de ciertos acercamientos que no son más que un volador de luces en tanto la Casa de Bello no sea una instancia de plena pluralidad que pueda relacionarse con un Club. Hoy se trata más bien un foco de elitismo que se relaciona con una empresa. Nosotros, los hinchas, estamos afuera de esa ecuación. Y esto a Carlitos le acomoda bastante.

¿Se acuerdan del famoso Carnet del Amigo Azul y del Registro Civil Azul? Un disparatado artilugio con el cual Azul Azul pretendía vender una cierta ilusión de participación, un espejismo de “gestión social”, y con el cual varios, hay que decirlo, cayeron. En la práctica, y si bien se planteaba como algo revolucionario (en el contexto actual de las sociedades anónimas, claro está), un cambio de paradigma que entregaba derechos a los hinchas, no resultó ser más que una grosera cortina de humo que se limitaba a beneficios siempre enmarcados en la lógica clientelista, empotrada a su vez en el pensamiento de mercado. Pues bien, ése fue también un intento por lavar y embellecer el bestial rostro de la sociedad anónima que rige a la U. La llegada misma de Heller, la carta de Heller, el carnet de amigo de Heller, el registro azul de Heller, el anuncio de estadio de Heller, todo es, desde mi perspectiva, un intento bien urdido y hasta ahora irrefutablemente exitoso por reivindicar a la concesionaria. ¡Cómo les ha resultado! ¿Y cómo no? Si pasaron de tener un Yuraszeck a tener un Heller. La Bestia y la Bella, a los ojos del hincha más cándido.

En todo esto tampoco se debe olvidar el último episodio protagonizado por el mesías y el apostolado que lidera: el caso despidos y renuncias en el CDF por presiones de Azul Azul. Sí, es verdad que Heller salió al paso de las críticas y dijo que el de la iniciativa allí fue Cristian Aubert y que a él solo se le informó luego, que no tenía mayor conocimiento y que en realidad no se esperaba algo con semejantes repercusiones. Y yo me pregunto: ¿estoy obligado a creer eso? ¿En serio? ¿De verdad pretenden que yo crea que el Presidente de la concesionaria que dirige los destinos de Universidad de Chile no estaba al tanto del reportaje que ponía en jaque su proyecto estrella? Meh. Puede ser, pero lo cuestiono, y altamente. Un vergonzoso caso de matonaje corporativo, censura y coerción de la libertad de expresión. Y aun si uno quiere pecar de inocente y concederle el beneficio de la duda a Heller con su historia de “yo no sabía nada”, soy enfático y taxativo al decir que yo NO quiero un Club que incurra en conductas propias de la época más oscura de nuestro país. No quiero muestras de totalitarismo en el fútbol, y menos con mi amada U por protagonista. Pero bueno, ahora el “club” es de ellos y ellos hacen lo que quieren con él…

Y lo anterior me lleva a mi último punto, que es la idea central de todo esto y la razón por la cual me entristece ver a tantas cabras y cabros rindiendo pleitesías a Heller: avalarlo a él, adorarlo a él, es avalar y adorar al sistema de concesiones que nos arrebató lo más sagrado, lindo e importante que teníamos: la U. Aplicada a la Universidad de Chile, la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas tiene ojitos azules, carita de bonachona, le gusta encuernar las manos y tiene discurso conciliador. Y ahí está el desafío: si se aspira a recuperar el Club para la gente, no podemos dejarnos enceguecer, ni por las figuras mesiánicas, los títulos, los estadios, ni las promesas.

No se trata de jurarle odio a Carlos Heller, por favor. No, eso sería un total despropósito. Se trata más bien de no olvidar quiénes hemos sido, quiénes somos y qué soñamos con volver a ser. Se trata, finalmente, de no olvidar quién es quién en esta historia, en esta lUcha.

Foto: El Gráfico


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