Y es que el estadio Mane Garrincha en Brasilia tuvo un costo de unos $900 millones de dólares, apenas por detrás del estadio más caro jamás construido, el de Wembley en Inglaterra, que costó $1.25 mil millones de dólares. Ni siquiera se trata de una inversión a largo plazo para la ciudad, pues Brasilia ni siquiera tiene un equipo profesional de soccer local.
Auditores citados por AP afirman, por ejemplo, que el costo de transportación de las gradas tenía un presupuesto de $4,700 USD, pero el consorcio encargado (Andrade Gutierrez) de la construcción cobró $1.5 millones al gobierno brasileño, 318 veces el costo original.
Andrade Gutierrez se hizo de hasta 1/4 del presupuesto asignado a la copa del mundo (que suma un total de $11.5 mil millones de dólares) gracias a que en 2008 la empresa contribuyó con más de $70 mil dólares para los costos de elecciones municipales, según AP. Cuando se supo qué ciudades serían sedes de la Copa del Mundo, Andrade Gutierrez aumentó sus contribuciones a $37.1 millones, lo que según AP es una clara mancuerna de corrupción entre la empresa y el gobierno local.
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Y es que los políticos brasileños (como la mayoría, por otro lado) no son de fiar: según el grupo independiente Focus on Congress, el 40% de los miembros del congreso en Brasil están siendo investigados por diversos delitos, entre los que el lavado de dinero y malversación de fondos no son los más graves.
A pesar de eso, la Copa del Mundo llegará nuevamente y se irá al poco tiempo, dejando una ciudad con un estadio perfectamente inútil, además de una muestra más de la rampante corrupción que asola las finanzas públicas en el continente. El jogo bonito tiene facetas lamentables.
Fuente: Pijamasurf