14 con 10 de la tarde de un día que el calendario marca como viernes 26 de junio. El lugar es sólo un símbolo, pues se sabe que varios miles más a lo largo del país se sumaron a esa singular protesta, aun estando bien lejos de la capital. Y es que fue una manifestación de aquellas, donde algo tan banalizado como el fútbol se convirtió lisa y llanamente en un instrumento de reflexión socio-cultural.
La cita era en calle 11 de septiembre con Marchant Pereira, a una cuadra de Providencia. El metro Pedro de Valdivia seguía esperando a más y más banderas azules que se agolpaban con aquellos cánticos que se dejan caer cada domingo en la cancha. Los transeúntes miran, se asombran y pasan. Algunos se asustan con tanto rostro poblacional amontonado en un lugar que comúnmente no los acoge; pero ahí estaban y en cantidad. 500 hinchas, palabra a la que la Rae define como “partidario entusiasta de un equipo deportivo”, estaban gritando y protestando, muy alejados del pasto bullanguero que cada fin de semana escucha los gritos de gol bajo la tribuna que acoge al verdadero pueblo.
Apenas supe de la protesta, decidí experimentar la sensación de involucrarme dentro de sus propios mundos. Ese tono marginal de conversación, lejos de atemorizar, acoge, más si se trata de una actividad como esta. Aquí no se hablaba de un cántico de barra, sino de una estrategia de manifestación política. Se trata de un pueblo, pero del futbolero, exigiendo la renuncia del líder de una institución económica, y no futbolística. Azul Azul, Blanco y Negro, como otros, son los nuevos gerentes de una actividad que por historia nunca ha tenido ese cargo directivo. Y ese viernes fue especial. La hinchada de la Universidad de Chile hacía rugir el león oculto dentro de esa pasión por su equipo. Así comenzó la funa a Federico Valdés y a la directiva de Azul Azul.-
“Me cago en el fútbol moderno”, decía un gigante lienzo azul de letras rojas. Fútbol moderno, pienso, debe ser como la contra reacción del socialismo en el fútbol. ¿Fútbol Socialista?, sí, fútbol socialista. No por nada, hasta hace unos años se hablaba de club social y deportivo Colo Colo, Universidad de Chile, o algún otro. Hoy son empresas, legítima, pero empresas, involucradas en un terreno donde el mercado de pases es lo que importa, más que los triunfos deportivos, e incluso más que sus propios hinchas. Ya lo decía el gran Carlos Alberto Bravo, hoy instalado en Radio Portales, en una conversación en la estuve presente: “La Universidad de Chile perdió su sentido social. Colo Colo tiene un museo, La Unión Española invita a sus socios, les hace asados y los integra al club, pero la U no hace nada, es sólo una empresa”. Si la cita es incorrecta, que me perdone, pero la idea era esa. Las Sociedades Anónimas son una realidad, que algunos han sabido conllevar, sin olvidar que por muy empresas que sean, también son un club, con miles de fanáticos detrás, muchas veces dependientes emocionales de esa institución.
Y es en eso en que se “caga” ese hincha dueño del lienzo. Real Madrid se gasta millones y millones de dólares, sin pudor al momento de pensar que tanto derroche ensucia una actividad tan sana como el fútbol. Más aún, y perdóneme la insistencia, la palabra fútbol ya dejó de concitar una más de las tantas actividades deportivas, pues hoy tiene un reticente vocablo que lo acompaña, el negocio, el negocio del fútbol.
Y eso es lo que se saca de la marcha de Marchant Pereira, con el Beto, líder de la barra, que gentilmente me da unos minutos para contarme justamente lo que hoy redacto. La salida de Federico Valdés, la baja de los precios de la entradas, la eliminación del “capitalismo del fútbol” (¡vaya concepto!), la construcción de un estadio propio, y tantos otros puntos similares. Que se vaya el negocio, y que vuelva la pasión, como la que tienen estos hinchas, que en una protesta inédita lograron mezclar el concepto de intención política social con el fútbol.
Reza alguien vestido de azul que ya estamos derrotados. Nos privatizaron el fútbol, porque entramos en la era del Fútbol Moderno. Señores, mal venidos al fútbol moderno.
Julio Sánchez Agurto
El Ciudadano