El palestino que goleó a Israel

  Después de la tempestad siempre llega la calma

El palestino que goleó a Israel

Autor: Leonel Retamal

 

Después de la tempestad siempre llega la calma. Tras una semana de intensos bombardeos en la Franja de Gaza, la normalidad parece asentarse nuevamente en este pequeño territorio dejado de la mano de Yahvé y de Alá. Una tregua firmada por Israel y la organización radical Hamás que bien vale un respiro.

Los familiares de las 166 víctimas palestinas —civiles en su mayoría— lloran a sus muertos al tiempo que reconstruyen lo que queda de sus hogares. Sin saber que su futuro depende de unos barbudos radicales obsesionados con la religión y de un puñado de misiles lanzados por el odio visceral, los niños pasean sus elásticas de Cristiano, Messi o Chicharito mientras patean un balón entre escombros que una vez fueron sillas, pupitres y pizarras. Pero su héroe, sin embargo, poco tiene en común con las estrellas mediáticas que iluminan el Viejo Continente.

En las paredes que todavía quedan en pie aún se puede ver algún que otro cartel del ídolo local Mahmoud Sarsak. No es ningún anuncio de una marca deportiva o la imagen de alguno de sus goles. Es un poster que pide su liberación. El fatídico 22 de julio de 2009, el prometedor defensa del Khidmat Rafah se despidió de su madre, le pidió las botas de fútbol a su mejor amigo y partió hacia Cisjordania. Y es que, a sus 22 años, su sueño pronto se iba a hacer realidad. No solo iba a fichar por el Balata Youth de Nablús, sino que, además, el seleccionador de Palestina, Moussa Bezaz, había estado siguiendo su trayectoria y le había convocado para el siguiente partido del combinado nacional. Pero el precoz Sarsak nunca llegó a la concentración.

Después de salir de la Franja de Gaza a través del puesto fronterizo de Erez**, el central recibió la entrada más dura de su vida. Las fuerzas de seguridad israelíes interceptaron su vehículo y fue llevado a los calabozos. Adiós a un sueño. Sarsak fue acusado de pertenencia a la organización terrorista de la Yihad Islámica y de haber matado a un soldado hebreo. No obstante, jamás se celebró un juicio y, a pesar de la notable falta de pruebas incriminatorias, el futbolista fue encarcelado sin cargos formales. Al fin y al cabo, como cientos de palestinos que, sin justificación, permanecen en las prisiones israelíes.

En marzo del presente año, tras casi tres años de cautiverio, Sarsak se unió a los movimientos activistas de tantos otros prisioneros palestinos y comenzó una huega de hambre. Los meses avanzaban y su situación médica fue empeorando por momentos. El zaguero perdió cerca de 30 kilos de peso. Su vida comenzaba a correr serio peligro y su grave estado de salud trascendió a la opinión pública internacional. Grandes figuras del fútbol europeo como Éric Cantona o Frédéric Kanouté se volcaron con la liberación del defensa palestino hasta tal punto que el caso llegó a las altas esferas de la UEFA y la FIFA. Tanto Michel Platini como Sepp Blatter enviaron sendas cartas a la Federación Israelí insistiendo en la ilegalidad de la detención de Sarsak y pidiendo que intercediera ante el Gobierno hebreo por su excarcelación.

Las presiones del gran circo futbolístico y de diversas organizaciones de derechos humanos dieron finalmente sus frutos. Después de casi cuatro meses de desnutrición, Sarsak fue liberado y volvió a la Franja de Gaza para encontrarse con una multitud que le esperaba enloquecida. Aclamado por familiares, amigos, desconocidos y otros indeseados invitados—varios miembros de la Yihad Islámica se atribuyeron la victoria—, fue llevado en volandas por las calles de su localidad natal como un auténtico héroe de guerra. No es para menos. Consciente o no de que nunca más podría volver a jugar al fútbol, Mahmoud Sarsak había anotado el gol más importante de su carrera en un derbi que va mucho más allá de los sentimientos futbolísticos. Un derbi en que los protagonistas son la raza, la religión y el extremismo. Un derbi interminable por la supervivencia en el que el único esférico es el círculo vicioso del odio. El dramático derbi de Oriente Próximo que se juega entre Palestina e Israel.

**Palestina está dividida en dos territorios: Cisjordania (también llamado West Bank), gobernada por los moderados Fatah, y la Franja de Gaza, regida por la organización integrista Hamás. Al ser dos territorios separados, para viajar de uno a otro es imprescindible atravesar suelo israelí.

 

Por Álvaro Méndez

Publicado en Falso 9


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