La obertura de los Juegos Olímpicos me dejó un sabor amargo. Y no es sólo por mi pasión por la historia, sino que tienden a quedar grabadas a fuego en mi memoria las injusticias. Puede que todos tengan distintas susceptibilidades y puede que la mía siempre esté a flor de piel, pero me pareció una burla dolorosa para todos los países donde Inglaterra con sus ansias capitalistas e imperialistas ha usufructuado sin límites riquezas ajenas, mostrar una perfecta y sacrificada historia. Mostrar que sus bondades como país (salud pública), se han forjado sólo por las luchas sociales, como los reclamos por el voto femeninos o las reivindicaciones de los obreros explotados. Y por sobre todo, omitiendo la siniestra costumbre británica de hacerse grande a través del sacrificio de colonias maltratadas, con gobiernos manipulables.
Los Juegos Olímpicos van al mundo, cada imagen se propaga por los medios de comunicación ¿Acaso, creerán que en África no verán tamaña omisión? ¿Qué puede sentir un habitante de ese continente al ver la destrucción que dejaron los imperios en sus tierras, en su moral, en su capital humano para contribuir con el desarrollo británico?
Lamentablemente la historia se escribe con sangre; no hay imperio que no haya invadido o explotado otro país que tenga las manos limpias.
He recibido muchas críticas por mis reflexiones viscerales en Facebook. Me han dicho que hay momentos y momentos para la protesta (como si reflexionar fuera una protesta, un acto subversivo en si mismo), y yo les preguntaba a los que me censuraban, si uno es según el momento, si un africano, un escocés, irlandés o un familiar de un detenido desaparecido puede dejar de sentir dolor según la circunstancia. No son inhumanos esos comentarios (-¿Y esos cuando se aburrirán de marchar? Si ya pasaron tantos años-) que surgen cuando después de casi cuatro décadas los familiares siguen con las fotos de sus seres queridos exigiendo justicia. ¿Por qué a nadie le molesta que los judíos siempre conmemoren, sufran por su genocidio? ¿Por qué todos sufrimos con ellos al ver las torturas inhumanas que padecieron y juramos que eso no se volverá a repetir? ¿O es que hay una escala mundial de brutalidades que acredita que algunas son para recordarlas siempre y otras es mejor olvidarlas?
Un país organizador de un certamen mundial, tiene como obligación pensar con diplomacia, planear cuidadosamente cada paso que da sin herir la susceptibilidad de nadie, incluir a todos, exaltando el valor de esta fiesta del deporte sin caer en el nacionalismo.
Los Juegos Olímpicos partieron como una tregua en medio de la guerra y la violencia de la antigüedad, en honor al dios Zeus. Se constituyeron como un bálsamo pactado por todos. Ese espíritu no se aprecia si haces una obertura resaltando sólo los valores locales y de peor manera contando una historia truncada que en su omisión se esconde el más salvaje y vergonzoso de los abusos.
Los juegos modernos se vienen realizando desde 1896, con las respectivas interrupciones de la primera y segunda guerra mundial. Aparentemente no estamos en guerra, pero las economías cada día andan peor, en Europa hay una crisis feroz que primeramente creían duraría cinco años (Hoy se estima que los países demorarán 10 años en salir adelante). ¿Les parece que están las cosas para tanto despilfarro? No es necesario suspender los juegos, pero con austeridad también se puede hacer un lindo espectáculo que resalte solamente el espíritu olímpico y se base en el talento y el esfuerzo de los deportistas.
Nosotros como sudamericanos deberíamos entender y hacer causa común; fuimos colonia, y de cierta manera lo seguimos siendo, porque otros, que no nacieron en nuestra tierra y ni siquiera les importa nuestro futuro, se hacen millonarios a costa de nuestro patrimonio, con el beneplácito de nuestros gobernantes y no hay Chapulín Colorado que pueda defendernos.
Por Karin Gómez Artigas
El Ciudadano