Liverpool jugará la octava final de su historia en la Liga de Campeones de Europa con una equipo que ha recuperado aquel espíritu desenfadado y triunfal del legendario entrenador Robert «Bob» Paisley con quien dominaron el fútbol del viejo continente en los años setenta y comienzo de los ochenta.

El responsable del renacer de los rojos, que se medirán al Real Madrid el 28 de mayo en la final en el estadio olímpico de Kiev, encarna la rebeldía y el caos organizado del club inglés: el técnico alemán Jürgen Klopp.

El espíritu de Bob Paisley

Tres años después de tomar las riendas del Liverpool, Klopp está cumpliendo el primer objetivo de devolver al equipo su prestigio internacional.

El Liverpool llevó las banderas del fútbol inglés en los años setenta, cuando ganó tres Copas de Europa. En 1977 derrotó  3-1 al Borussia Mönchengladbach alemán, en el 78 superó 1-0 al Brujas de Bélgica y en el 81 venció 1-0 al Real Madrid al que enfrentará por segunda vez en una final europea.

El gran artífice de ese Liverpool casi invencible fue el entrenador Bob Paisley, de quien Klopp ha revivido la intensidad en el banquillo, la entrañable conexión afectiva que ha logrado con los aficionados y la capacidad para exprimir hasta la última gota de sudor de sus dirigidos.

A todos esos atributos anímicos, Klopp ha añadido evolución táctica. El Liverpool es el equipo que más aporte ha hecho al juego en este curso de la Liga de Campeones.

La presión intensa y el contraataque a toda velocidad que ha impuesto en el terreno con la llamada «gegenpressing» para provocar el caos en el rival, forzar el error en el pase, recuperar y realizar un ataque relámpago, ha sido la respuesta más efectiva para contrarrestar el fútbol posicional, de control de la pelota, posesiones largas y meticulosas de equipos como el Manchester City de Pep Guardiola al que se merendó en los cuartos de final.

El tridente relámpago

Luego de el tridente del Barcelona integrado por Neymar, Luis Suárez y Leonel Messi que hizo estragos en España y Europa, el Liverpool exhibe este año la sociedad mejor articulada y explosiva en el ataque conformada por el senegalés Mané, el brasileño Firmino y el egipicio Mohamed Salah, el artillero de moda en el planeta fútbol.

La velocidad de ejecución para combinarse con escasos toques, llegar al área rival y concretar ha sido la fórmula que tiene al Liverpool en la final de la Liga de Campeones.

Los 46 goles que los rojos han marcado en el torneo para imponer un récord en la competencia se debe a la capacidad de Mané para iniciar los contraataques o acompañar para completar la jugada, el poder rematador de Firmino y la habilidad de Salah para romper las líneas con su portentoso pique y efectividad en el remate.

Entre los tres han anotado 29 goles en la Liga con diez cada uno para Salah y Firmino, y nueve para Mané. Pero además, el Liverpool tiene a los dos mejores habilitadores del torneo: James Milner con nueve pases de gol y Firmino con ocho.

La muralla de Van Dijk

El defensa central que le costó una fortuna al Liverpool (85 millones de euros) ha hecho valer cada centavo de su fichaje. Su incorporación le dio solidez a la última línea del cuadro inglés que el año pasado se caracterizaba por su fragilidad para sostener los resultados favorables.

Este año, en cambio, el Liverpool tiene el ataque más poderoso de Europa y una de las defensas menos batidas del campeonato. Con Van Dijk en el corazón de la defensa el Liverpool ha mentido la valla invicta en 10 partidos de 21, y solo perdió un duelo en esta edición de la Champions al caer el miércoles 4-2 ante la Roma.

Con esta banda bien afinada que juega a ritmo trepidante, Klopp intentará conquistar su primera Liga de Campeones. Perdió su primera final como entrenador del  Borussia Dortmund al caer en 2013 (2-1) ante el Bayer Múnich.

Klopp quiere dar al Liverpool el sexto campeonato europeo de su historia, que no gana desde 2005 cuando vencieron por tiros penales al Milan.