Hoy se enfrenta un «debilitado Brasil» y la «Roja de todos». El estadio lleno, las entradas agotadas hace semanas, y las pantallas de TV de miles de hogares atentas a los 90 minutos de juego.
Los resultados del encuentro han sido predecidos por una tirada de Tarot realizada por una brujilla que gusta del Tarot y los futbolistas, que corren tras el balón en busca del gol, la fama, la gloria.
Un triunfo para Chile es lo que han dicho las cartas, ahora tendremos que ver si se cumple la predicción.
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Al parecer y hasta el momento las cartas no reflejan el resultado que Chile está obteniendo en la cancha, perdiendo 0 x 2 frente a la escuadra dirigida por Dunga. Sin embargo, la tarotista ha dicho a El Ciudadano que ella confía en su interpretación de las cartas y que revertir el marcador es aún posible.
Finalmente su predicción falló, Chile 0 Brasil 3, ahora que pase Colombia.
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Chile-Brasil, con clima de final
Dunga pasó por el aeropuerto de Santiago con la cara seria; llegó al San Cristóbal Tower (el hospedaje del plantel brasileño en el barrio La Providencia) con la cara seria; y camina ahora por el lobby del hotel con la cara seria. No se trata de una casualidad; tampoco de mal humor o fastidio. Esa cara seria es la consecuencia del momento que atraviesa su seleccionado: O Penta arranca esta fecha en zona de repechaje, el equipo juega a todo menos a lo que señala la tradición del jogo bonito y las críticas son recurrentes desde todos los sectores.
Desde el presidente Lula da Silva hasta el inmenso Gerson todos coinciden en que el Scracht juega peor que mal. Y todavía retumban a la distancia los ecos del Mineirao, luego del empate sin goles frente a la Argentina, aquel gritó unánime y lacerante para Dunga: «Bu-rro / bu-rro / bu-rro». No sólo eso: la gente ya no disfruta de ver al equipo verdeamarelo. Sobra un ejemplo: el estadio Olímpico Joao Havelange de Río de Janeiro, donde Brasil enfrentará a Bolivia por la próxima fecha, redujo su capacidad de 45.000 a 29.000 espectadores y, luego de seis días de venta, no agotaron las entradas.
Para colmo, el antecedente más reciente es un dolor para Brasil y para su DT: la medalla de bronce obtenida en los Juegos Olímpicos no sirvió de remedio para curar la fiebre del oro con la que Ronaldinho y Cía habían viajado a Beijing.
«Esta vez sí», dice Plácido Figueroa, un mozo de un tradicional restorán de La Alameda. Vivía los días de la adolescencia cuando Chile se subía al podio de su propio Mundial, en 1962. Lo que señala Don Plácido es más que una expresión de deseos: se trata de un convencimiento generalizado. Casi todos en Chile creen que el equipo que armó Marcelo Bielsa, hoy desde las 21 (las 22 de Argentina) en el Estadio Nacional, le ganará a Brasil. Y creen más: que un rosarino al que ya llaman afectuosamente Loco los llevará a Sudáfrica 2010.
En Santiago hay clima de final, de partido de Copa del Mundo. Se percibe en las charlas de calles y de bares. Se advierte en la expectativa: las entradas para el partido sólo se pueden conseguir (y muy caras) en la reventa. Lo cuenta también un detalle: hay casi un centenar de medios internacionales acreditados. Todos hablan de este Chile-Brasil.
Más allá del contorno, en el campo de juego también habrá motivos para la atracción. A juzgar por los nombres, ambos priorizarán el carácter ofensivo. Dunga juntará a Diego, Robinho, Luis Fabiano y Ronaldinho; Bielsa ofrecerá su clásico sistema de ataque con dos wines y Suazo de centrodelantero. Es lógico: un empate se parecerá a un retroceso compartido. Ambos saben todo lo que se juegan.
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