El viernes 11 de noviembre de 1983 los transeúntes del centro de Concepción vieron con terror como un hombre se prendió fuego frente a la catedral de la ciudad, hombre que al grito de “quiero que la CNI libere a mis hijos”, cayó al suelo con más del 95% de su cuerpo calcinado. Ese hombre era Sebastián Acevedo Becerra.
Un reportaje de BBC Mundo recuerda que el obrero de 50 años había pasado tres días vagando por estaciones de policía, iglesias, oficinas gubernamentales y salas de prensa, buscando información sobre el paradero de sus dos hijos, María Candelaria y Galo, quienes habían sido detenidos por agentes del Centro Nacional de Informaciones (CNI), la oficina de inteligencia del régimen del dictador Augusto Pinochet.
Acevedo trabajaba como minero del carbón en la comuna industrial de Coronel y otras veces como pescador, intercambiando sus productos del mar por pollo o carne para alimentar a su familia.
Aunque era profundamente cristiano, también era militante comunista, al igual que sus padres, y en algún momento llegó a pertenecer al Grupo de Amigos Personales de Salvador Allende (GAP).
Esta tradición familiar fue continuada por dos de sus cuatro hijos, María Candelaria -a quien su padre llamaba “patitas de canario” y Galo, quienes ingresaron a las Juventudes Comunistas en medio de la dictadura.
Ambos jóvenes realizaban tareas de resistencia y participaban de barricadas y de las pocas protestas clandestinas que se hacían en esa época y en 1983 entraron en la lista de los enemigos del régimen de Pinochet y el 9 de noviembre de ese año fueron detenidos por agentes de la Central Nacional de Inteligencia (CNI).
Detención y torturas
Ese día más de 30 hombres armados entraron en la casa de Sebastián Acevedo para detener a María Candelaria, quien para la fecha tenía 25 años y dos hijos. En ese momento solo pudo alcanzar a ponerse algo de ropa antes de que la esposaran, le vendaran los ojos y la subieran a un vehículo.
“Mi papá vio todo eso. No lo dejaron hablar…. Esa fue la última vez que lo vi”, relató a BBC Mundo,
Candelaria fue llevada en completo hermetismo a un centro de detención frente a Playa Blanca, ubicado a pocos kilómetros de su casa, en la comuna de Coronel, donde fue sometida a torturas y vejaciones.
“Me dieron golpes de puño, golpes en los oídos. Me hicieron sacarme la ropa y me aplicaron electricidad en mis genitales y otras partes del cuerpo”, recordó al medio británico.
Posteriormente se dio cuenta que su hermano Galo se encontraba también estaba en ese centro de detención, ya que lo habían detenido 1 hora y media después que a ella, en la constructora en la que trabajaba.
Los pusieron frente a frente y les preguntaron si se conocían. Galo lo negó y también lo torturaron, afirmó Candelaria.
Durante los tres días en que estuvieron en el centro de detención frente a Playa Blanca, los dos hermanos perdieron la noción del tiempo.
Sebastián Acevedo y su desesperada búsqueda
Mientras tanto, su padre se encontraba realizando una búsqueda desesperada para dar con ellos.
“Ya no hallábamos dónde ir. El segundo día llegamos como a las dos de la mañana, en la última micro (bus). Le decía yo: ‘Esperemos, esperemos, negro…’ y él me dijo: ‘Mira, ¡lo que tú quieres es que te traigan a tus hijos muertos! Tenemos que seguir adelante’”, relató Elena Sáez, esposa de Acevedo y madre de Candelaria y Galo, en una grabación inédita que fue realizada en 1983, días después de los acontecimientos y que forma parte del “El don Absoluto: la vida de Sebastián Acevedo”.
“Cuando él vio que se llevaban detenidos a sus hijos se desesperó porque existía una alta posibilidad de que nunca más aparecieran. Tenía terror de no volver a verlos nunca más”, explicó a BBC Mundo Marcela Morilla, productora general del documental dirigido por Josefina Morandé, que se estrenó recientemente.
Tras la detención de Candelaria y Galo, Sebastián Acevedo no durmió ni comió, tras haberlo intentado todo -incluidas solicitudes de ayuda a las autoridades regionales y visitas a las estaciones de policía e iglesias-, se dirigió a un periodista local, llamado Mario Aravena, a quien le dijo que no entendía por qué mantenían “escondidos” a sus hijos.
Luego, le advirtió a Aravena que si no los soltaban se “crucificaría o quemaría vivo”. Más tarde el periodista reconocería que no le creyó.
«Que la CNI devuelva a mis hijos»
El viernes 11 de noviembre, Sebastián Acevedo compró dos bidones de gasolina y un encendedor. A las 15:30 horas, se despidió de su esposa y se dirigió a la catedral de Concepción.
Según reseñó la prensa local de aquella época, el obrero dejó su chaqueta en la puerta del arzobispado, su carnet de identidad y se fue diciendo que se iba a quemar.
Al salir, se volcó uno de los bidones sobre su cuerpo mientras exigía información de sus hijos y cuando un policía intento detenerlo, prendió el encendedor.
Con todo su cuerpo llamas, bajó las escaleras de la Catedral y cruzó hacia la plaza principal de la ciudad, gritando por sus hijos.
Algunos transeúntes miraban sorprendidos mientras otros intentaban ayudarlo, pero ya era inútil, ya que las llamas habían arrasado con su cuerpo.
En el documental de Josefina Morandé, el sacerdote Enrique Moreno, recordó que luego de que el hombre se desplomara, se le acercó para darle la extremaunción.
“Él me repitió: ‘Que la CNI devuelva a mis hijos, que la CNI devuelva a mis hijos’”, afirmó.
Con más del 95% de su cuerpo calcinado, Sebastián Acevedo fue trasladado al hospital regional y casi a la par, su hija Candelaria fue dejada en libertad, mientras que Galo fue trasladado a la cárcel pública de la ciudad de Concepción.
‘Patitas de canario’
El reportaje de BBC Mundo también incluye la reacción de María Candelaria Acevedo, al saber lo que le había ocurrido a su padre.
«El día en que mi papá se inmoló, me fueron a buscar al patio del centro de detención y me dijeron que había un sacerdote que estaba preocupado por nuestra situación y que, por lo tanto, me iban a sacar de allí. Llegué a mi casa, golpeé la puerta y me hermana me dijo: ‘¿Tú no sabes lo que pasó? Tu papá se quemó en la catedral’. Así que salí de la casa y me fui al hospital regional, para saber si era verdad .Un taxi me llevó hasta el sector de urgencia. Pregunté por mi papá y me dijeron que sí, que estaba ahí», recordó.
Me pidieron que esperara. Salió el médico, un sacerdote, la enfermera… querían ponerme un calmante. Yo les dije: ‘No lo necesito, lo único que necesito es saber en qué condiciones está mi papá’.
El personal del hospital le preguntó a Sebastián Acevedo si quería ver a su hija y éste les dijo que no quería que lo viera como estaba y que prefería que ella se quedara con su imagen de siempre.
Sin embargo, Candelaria puedo hablar con él a través de un citófono.
«Lo primero que me pidió fue que le dijera cómo me decía él cuando era niña. Quería corroborar que era yo realmente, ‘Patitas de canario’, le contesté», dijo.
«Entonces me pidió que me preocupara de mi hermano, para que saliera de la cárcel. También me dijo que criara a mis hijos derechitos, que fueran personas honestas, rectas, con principios. Y también me pidió que cuidara a mi madre. En definitiva, me hizo hacerme cargo de la familia. Después de eso no supe nada hasta la medianoche, cuando me dijeron que mi padre había fallecido». narró María Candelaria Acevedo, quien actualmente desempeña el cargo de diputada (PC)por el Distrito Nº 20 de la Región del Biobío.
Inmolación de Acevedo fue una clara denuncia de que en Chile sí se torturaba
En su reportaje, BBC Mundo destacó la importancia que tuvo la drástica y desesperada acción que realizó Sebastián Acevedo.
El medio británico recordó a sus funerales acudieron alrededor de 15.000 personas y que su figura despertó admiración en diversas organizaciones cristianas y de las que estaban en contra de la dictadura cívico militar.
Posterior a su muerte, se creó en su honor el “Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo” que denunciaba las violaciones a los derechos humanos y que estaba liderado por el sacerdote católico chileno José Aldunate.
“Cuando él se inmoló, era consciente de que eran muchos los que estaban pasando por su misma situación… entonces no lo hizo sólo por sus hijos, sino por todo Chile”, indicó Irene Cambias, quien se integró a este movimiento a los 21 años.
“En ese momento ya habíamos hecho de todo: huelgas de hambre, marchas, conversas… y en Chile todavía habían muchos que no creían que se estaba torturando. Su inmolación fue una clara denuncia de que en Chile sí se torturaba”, expresó a BBC Mundo.
“Este caso dejó al descubierto lo que estaba pasando. Ya no se podía esconder. Algunos trataron, como la ministra de Justicia (Mónica Madariaga) que llamó al doctor de Sebastián Acevedo para decirle que tenía que cambiar la causa de muerte. Y el doctor lo defendió y dijo que era una inmolación”, comentó por su parte la documentalista Josefina Morandé
“Ese año fue muy importante porque empezaron a aparecer las primeras protestas. La gente empezó a salir a la calle a rebelarse. Y esta inmolación vino a coronar ese año”, afirmó.
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