Kurdos, entre el cerco islamista y los avances políticos

El Kurdistán de Siria, solo ante los ataques yihadistas, llama a la solidaridad internacional.

Kurdos, entre el cerco islamista y los avances políticos

Autor: CVN
CVN

15_kurdos_basel_yazouri_activestills
Personas desplazadas tras la ofensiva del Estado Islámico en Mosul esperan en el ‘check point’ Khazer, entre Nínive y Erbil, en el Kurdistán iraquí. / RYAN RODRICK BEILER

Un sábado cualquiera de julio en la plaza de la República de París. Distrito décimo de la capital francesa, apodado por los medios el “Pequeño Kurdistán” por ser epicentro, social y asociativo, de la comunidad kurda de la región parisina, una de las más importantes de Europa. A un lado de la populosa plaza, bajo la mirada de la estatua de Marianne, se vislumbra una pancarta que denuncia la implicación de Turquía en los ataques de grupos islamistas contra los kurdos en Siria.

“No somos árabes, ni persas, ni turcos, ni islamistas. Somos kurdos y pedimos la solidaridad internacional, como los palestinos”, exclama una muchacha de la Federación de Asociaciones Kurdas de Francia que señala una concentración que hay a escasos metros contra los últimos bombardeos israelíes sobre Gaza, mientras reparte trípticos sobre la trágica historia del Kurdistán.

Un pueblo del Oriente Medio despedazado entre cuatro Estados (Turquía, Irán, Irak y Siria) surgidos tras los acuerdos secretos firmados entre Inglaterra y Francia en 1916, luego del derrumbe del Imperio Otomano en la región. Unos 40 millones de personas cuya suerte no suele atraer especialmente la atención de los grandes medios de comunicación.

Estas últimas semanas hemos vuelto a oír hablar de los kurdos. Esta vez ha sido a raíz del avance islamista en un Iraq camino de la desintegración con la conquista de Mosul por parte del grupo radical sunita, rebautizado Estado Islámico, que combate en Siria. Y de la respuesta defensiva dada por la región autónoma kurda del Irak.

Una respuesta que ha consistido, en primer lugar, en la toma de Kirkuk, mina petrolera conocida como la Jerusalén kurda y en la cual habría tenido que celebrarse un referéndum para su integración a la región kurda, según estableció la Constitución iraquí de 2005. Y, en segundo lugar, en el anuncio del presidente del Gobierno Regional del Kurdistán (KRG), Masud Barzani, de llevar a cabo un referéndum de independencia, a lo que Bagdad y Washington han reaccionado inmediatamente en contra.

Rojava, sola ante los islamistas

Sin embargo, el cerco islamista, surgido de la guerra de Siria, no es noticia para los kurdos. Así, en Rojava (literalmente “oeste” o “donde el sol se pone”), como se conoce la región de mayoría kurda en el norte de Siria, resiste desde hace meses a los ataques de yihadistas que combaten en el conflicto sirio, apoyados por los países del Golfo, entre otros.

Los islamistas tildan a los kurdos de infieles, pero ello sólo no explica sus ataques. Tras ellos está la voluntad de conquistar un territorio estratégico y rico en petróleo. Los kurdos se defienden hasta ahora con milicias populares, las YPG, en las que destaca una fuerte presencia de mujeres. Y lo hacen, a diferencia de los islamistas, sin apoyo exterior, salvo el de los mismos kurdos del otro lado de la frontera con Turquía, ni tampoco focos mediáticos.

En efecto, desde que se declararon en 2013 región autónoma, fuera de la contienda bélica siria (no están ni con Bashar al-Asad ni con la oposición), poco se ha hablado de ellos y de su autonomía, un proyecto político para todos los pueblos de la región inspirado en el “confederalismo democrático” de Abdulá Ocalan, icono de los kurdos de lado y lado de la frontera turco-siria que los separó hace décadas.

Poco interés han suscitado también los ataques islamistas que sufren desde finales de 2011 (a pesar de la condena del Parlamento europeo), con decenas de civiles kurdos asesinados, casos de crucifixiones y decapitaciones, centenares de civiles secuestrados a manos de los islamistas, o los recientes ataques perpetrados con armas químicas. Así lo denuncia en un comunicado este mes de julio la coordinación autónoma de Rojava, ante el recrudecimiento de los combates en el cantón kurdo de Kobane, frontera con Turquía, tras la toma de Mosul (Irak) por parte del Estado Islámico (con la que los islamistas han obtenido más recursos y armamento). Los kurdos no escapan a la regionalización del conflicto sirio.

Ante el asedio islamista, Rojava pide ayuda internacional urgente ante la falta de municiones y alimentos. Al mismo tiempo denuncia a Turquía por no permitir la llegada de ayuda humanitaria al Kurdistán sirio, manteniendo su frontera cerrada, y por apoyar directamente a las “fuerzas oscurantistas” que atacan a su población, como explicó hace unos meses en una visita a París uno los principales líderes kurdos sirios, Sahlem Muslim, copresidente del Partido de la Unión Democrática, aliado del PKK.

Turquía, juego a tres bandas

Y es que, para bien o para mal, Turquía es para los kurdos una pieza ineludible en este rompecabezas llamado Medio Oriente. Y al revés, los kurdos–y su petróleo– lo son para una Turquía que quiere recuperar la influencia perdida en la región. Ello seguramente explique que el Estado turco haya acabado por reconocerlos.

Fue el año pasado cuando, por primera vez, un primer mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, pronunció oficialmente la palabra “Kurdistán” en Turquía. Lo hizo en el feudo kurdo de Diyarkbakir durante una visita del líder kurdo de Iraq, Masud Barzani.

Ankara está jugando a tres bandas con los kurdos de Turquía, Siria e Irak. De un lado, Turquía, que no ve bien la alianza de los kurdos de Siria con el PKK, ni su proyecto autonomista, estaría apoyando a los grupos islamistas que atacan la zona autónoma kurda de Rojava.

Al mismo tiempo, Erdogan, en campaña electoral para las presidenciales de este mes de agosto, mantiene a los kurdos de Turquía en vilo con un proceso de paz, que hay quien tilda de electoralista (para buscar apoyo en el electorado kurdo), iniciado hace un año con el alto al fuego de la guerrilla del PKK y hasta ahora más moribundo que real, pero impensable poco tiempo atrás en un país de profundo nacionalismo turco.

Finalmente, Turquía se ha convertido en un aliado de los kurdos de Iraq, quienes, sin socios regionales ni salida al mar, necesitan exportar su petróleo vía Turquía. Por ello, Masud Barzani, presidente de la región kurda de Iraq, ha sido de nuevo recibido con los brazos abiertos por Ankara esta misma semana, luego de haber anunciado el camino a la independencia del Kurdistán iraquí.

Un actor regional clave

Como coinciden varios especialistas sobre la cuestión kurda como Hamit Bozarlsan (profesor en l’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París), los kurdos se han convertido en un actor regional clave, con una fuerza creciente desde los años 2000, gracias al empoderamiento de sus poblaciones, que les ha llevado a importantes logros políticos: como la reconocida autonomía en el Kurdistán de Iraq (2005), la recién autoproclamada en Siria (2013) o la fuerza del partido kurdo en Turquía, surgido del PKK y presente en el Parlamento de Ankara tras arrasar electoralmente en la región kurda (que representa el 20% de la población en el país).

Ahora bien, el movimiento kurdo está muy lejos de ser una fuerza unificada y de actuar conjuntamente. Lo explica el mismo hecho de pertenecer a cuatro Estados diferentes con una historia de lucha y represión diferente, y la imposición de distintos idiomas oficiales (árabe, turco y persa) frente al común, el kurdo. Un idioma sistemáticamente perseguido, con dos grandes dialectos muy diferenciados, dos alfabetos distintos (el alfabeto latino en Turquía, y árabe en Irak, Irán y Siria) y que gran parte de los kurdos no sabe escribir. Pero su falta de unidad se explica también por una historia de desunión y luchas internas entre los mismos kurdos, herencia de un pasado tribal e instrumentalizada por los antiguos imperios y los actuales Estados.

Entre la autonomía y la independencia

Fruto de esta historia, el movimiento kurdo hoy en día está políticamente estructurado en dos actores políticos mayores. Por un lado, el que representa el Gobierno regional del Kurdistán de Iraq, con Masud Barzani a la cabeza, que se autogobierna en el norte del país desde la caída de Saddam Hussein y la ocupación del Iraq.

Un actor que aspira ahora a su independencia, dejando atrás una historia particularmente trágica, con tristes capítulos como la masacre perpetrada por el Estado iraquí, con armas químicas, contra la población kurda de Halabja en 1988, en medio de la guerra Irán-Iraq, en tiempos en que Saddam Hussein era un aliado occidental.

Luego de décadas de lucha guerrillera, los kurdos del Iraq han puesto en práctica la realpolitik y, sirviéndose de una diplomacia petrolera, han obtenido socios en Europa, Turquía e Israel.

El otro gran actor lo encabeza la guerrilla del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), creado en 1979 y liderado desde entonces por Abdulá Ocalan, preso a perpetuidad en una isla del mar de Mármara, pero aún líder carismático de los kurdos en Turquía, quien anunció un alto el fuego el 21 de marzo de 2013. El PKK tiene el apoyo mayoritario de los kurdos de Turquía y de Siria, aunque su cuartel general esté situado en la región montañosa de Kandil, en el Kurdistán iraquí.

La órbita del PKK, con sus partidos políticos afines (el BDP en Turquía, el PYD, en Siria o el PJAK en Irán) defiende la propuesta del “confederalismo democrático”. Se trata de un proyecto de descentralización política y democracia participativa, que reivindica el derecho para las minorías y la igualdad de género, entre otros. Crítico con el modelo de los Estados-nación actuales, no se fija como objetivo inmediato la independencia nacional y aún menos si es para una sola parte del Kurdistán.

Visiones políticas distintas y no pocas rivalidades separan a los kurdos, pero muchas otras cuestiones en común los acercan, empezando por su larga historia de resistencia y el saber que hoy más que nunca son un actor regional clave en el Medio Oriente, a pesar de los tantos interrogantes que tienen aún abiertos, en un espacio geopolítico de fronteras frágiles, rico en petróleo y de conflictos sin cese.

En efecto, las incertidumbres inmediatas para los kurdos son: en Turquía, el resultado de las elecciones presidenciales de agosto (en las que el partido kurdo BDP se presentan bajo las siglas del nuevo partido HDP, creado para captar el apoyo de la minoritaria izquierda turca con una propuesta política dentro de Turquía), así como al avance del proceso de paz entre el PKK y el Estado turco.

En Iraq, el interrogante mayor gira en torno a la posible desintegración del país por el conflicto confesional chií-suní y la consecuente (o no) independencia del Kurdistán. Mientras, en Irán, la situación de los kurdos está ligada a la evolución política y democrática del país (que continúa prohibiendo, con pena de muerte, toda actividad política kurda); y finalmente, en Siria, está por ver el desenlace de la actual guerra y, con él, el futuro de Rojava.

En todo caso, y sabiendo que, más allá de las fronteras, lo que ocurra en un espacio kurdo tendrá necesariamente repercusiones en otro, está por ver si el mapa regional resultante salido de las ruinas de los conflictos actuales en la antigua Mesopotamia hará avanzar los derechos de este pueblo que busca comenzar otra historia, su propia historia. Con más fronteras o sin ellas.

Por Elisenda Panadés/ DiagonalPeriodico


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano