La escritora Page May advierte en Truthout.com este lunes en que se celebra el legado del líder de los derechos civiles Martin Luther King, la higienización a la que ha sido sometido el ya mítico dirigente negro de Estados Unidos.
May reclama algo totalmente efectivo: se ha creado una mitología aceptable para todos los públicos en torno a la figura de King, que fue inmolado a balazos el 4 de abril de 1964, tras una vida corta pero intensa basada en la resistencia civil y en la fe irrefrenable de sentirse en el lado correcto de la historia.
Thruthout.com reclama lo cierto, que King ha sido “editado” para alejarse de su verdadera identidad radical, “un hombre que fue arrestado docenas de veces por sus esfuerzos de organización dentro del movimiento de libración negra”. Su legado “ha sido aislado, higienizado, reempaquetado y bautizado como divino, un estatus conveniente que promueve un mesianismo pasivo de oración por sobre la organización comunitaria de bases. Esto no es un accidente”, dice Page May.
La escritora advierte que “no fue sino hasta que estaba convenientemente sepultado que un nuevo y menos amenazante King fue resurrecto y re-catalogado”.
En su artículo, señala que hay voces que piden “reclamar a King como un radical”. Para ello, recuerda que muchas de sus posiciones fueron revolucionarias, como “el derecho a la vida, a la dignidad y a las reparaciones históricas” de la comunidad negra. King reconoció “la conexión entre racismo, guerra y pobreza”, exigiendo el fin de la Guerra de Vietnam, tanto moralmente como basado en el costo económico que financiaba profusamente la muerte en el país asiático, al tiempo que la inversión en los barrios negros de Estados Unidos languidecía.
King expresaba en esa época sin temor “el miedo y la desconfianza al sistema judicial de los blancos”, como elemento central de la democracia en Estados Unidos. Page May recuerda que King también habló sobre las luchas anti-colonias del Sur global, y “al final de su vida llamó por una redistribución de la riqueza y la reestructuración de la economía política a través de su ‘Campañas por el Pueblo Pobre’”. Todo, mucho más allá de tema central de la emancipación negra en Norteamérica.
Page May también recuerda que bajo ninguna circunstancia Martin Luther King fue parte del poder mayoritario. Tenía alrededor de un 20% de favorabilidad en las encuestas entre los blancos, y 45% entre los negros. Es decir, había una gran camada de líderes y King trabajaba arduamente en el seno de una generación brillante de otros dirigentes, como Bayard Rustin (el verdadero organizador de la marcha de Washington DC de 1963), Dorothy Height, John Lewis, James L. Farmer Jr., Philip Randolph, Roy Wilkins, Whitney M. Young, entre muchos otros. Hay que recordar que también había apoyo entre los negros estadounidenses a otras agendas programáticas, como las promovidas por Malcolm X, y también los Panteras Negras, al otro extremo más radical de la lucha por la emancipación afro-estadounidense.
Page May destaca también que han quedado fuera de la historia muchas mujeres que fueron fundamentales en la lucha que inició el movimiento de derechos civiles, entra ellas Ella Baker, Fannie Lou Hamer, Pauli Murray, Jo Ann Robinson y Coretta Scott King. La escritora recuerda que la lucha de las mujeres negras por justicia en los casos de violencia sexual se puede establecer como uno de los primeros hitos que alimentó la posterior campaña por los derechos civiles.
Cuando hablaba Martin Luther King del “nuevo sueño”, aquel histórico que difundió en agosto de 1963 frente del monumento a Lincoln en Washington DC, éste “rechazó el estatus quo como algo natural, normal o inevitable, y expuso la violencia de pesadilla y el terror que yacía tras el sueño americano. Esta visión remeció a la sociedad”, dice Page May. La respuesta, lo dice la historia, fue un “caudal de bombas, balas y perros policiales”, una de aquellas armas en las manos de un supremacista blanco, que no merece ser nombrado en ningún artículo, y que terminó la vida física del venerado líder comunitario.
En contexto…
El “miedo y la desconfianza al sistema judicial de los blancos” que denunciaba King, están más activos que nunca. Con la actual oleada de asesinatos impunes de jóvenes y adultos afro-estadounidenses a manos de policías blancos que no han visto ni un día de cárcel, la lucha de Martin Luther King aparece más contemporánea y dolorosamente incompleta que nunca.
De la misma forma, el mismo King que el Estado de la Unión ahora celebra profusamente cada enero, es el mismo que además fue seguido, infiltrado y espiado por el FBI, que en nombre del gobierno de Estados Unidos temía su carácter de comunista. Asimismo, el propio Presidente John Kennedy y su hermano, el Fiscal General Robert Kennedy, desconfiaban del pastor cristiano.
Durante la gran marcha de Washington DC, que congregó a más de 200 mil almas, negras y blancas, en el corazón de la capital de Estados Unidos, Kennedy se negó a recibir a la comisión de líderes negros de la lucha por los derechos civiles, sino hasta después de las ceremonias y los discursos, anticipando una oleada de violencia o saqueo que, por supuesto, nunca aconteció. Las propias biografías de Kennedy destacan de forma clara que el presidente, también asesinado por las balas del odio, deseaba avanzar a un ritmo más pausado que los hechos en la lucha por el reconocimiento de los derechos de los negros y el fin de la segregación racial. Los archivos recientemente desclasificados demuestran la desconfianza que la clase política de la administración Kennedy y sus órganos de espionaje tenían contra Martin Luther King.
Como señala Page May, el pastor que nos ha llegado a nuestros días es un emblema limpio, pacífico y puro. Es una idealización de las luchas negras que muchos pagaron con sangre, destrozados por bombas en las iglesias (niñas negras entre las víctimas) y con una extrema violencia policial y a manos de civiles blancos que lincharon a cientos de afro-estadounidenses. King defendió con pasión en las calles lo medular de sus convicciones, y aunque decantó en una lucha no violenta como hito fundacional de su filosofía por el cambio, eso derivó a su vez en la ratificación de la desobediencia civil en las calles para despertar las conciencias ante la situación del negro de Estados Unidos. Y eso fue el punto radical de una voz que intentó ser acallada por la misma violencia blanca que denunció durante sus cortos 39 años de vida. Martin Luther King, hombre vivo de derechos civiles que aún han de ser defendidos día a día en las calles del planeta.
Sobre Page May: es una organizadora, profesora y abolicionista, radicada en Chicago. Es co-fundadora de Assata’s Daughters y una de las ocho delegadas jóvenes de la organización “We charge genocide” (“acusamos al genocidio”) que viajaron a audiencias de Naciones Unidad en Génova, para presentar un reporte ante el Comité contra la Tortura para denunciar la violencia policial.