Les ofrecemos una colaboración reciente de Jimena Bezares #FilosofíasParaResistir. Se trata de un texto divertido o una reflexión intrínseca sobre la Historia del Conocimiento y la serpiente que se muerde la cola. Saquen sus conclusiones.
Tiempo de Marte, tiempo de Mileto
Una semana y tres eventos astronómicos: eclipse y luna roja, agua en Marte, estreno de The Martian, de Ridley Scott. Si bien tengo alguna sospecha de que el director haya hecho una gran movida de marketing en pos del estreno de su nuevo film, me imagino que sobornar a la NASA debe ser muy costoso. De todos modos, sabemos que la producción cinematográfica y la NASA han tenido importantes y significativas asociaciones, prueba de esto es además que el director reconoció haber sido informado del hecho, al menos, dos meses antes del anuncio al vulgo de su obra.
Una semana cósmica que inicia en el por todos olvidado comienzo de semana: el domingo. Un eclipse, y 2600 años después, los hombres se siguen fascinando. Esa inevitable tensión al infinito —y más acá—, el vértigo de ver luces muertas y la paradoja del tiempo. Será que algo nuestro también se esconde en esa bóveda, algo se guarda, todo se diluye.
Y si seguimos las apocalípticas visiones del ya muy mayor Hawkings «Estamos vivos. Somos inteligentes. Tenemos que saber», continuado de «Si los extraterrestres nos visitaran, el resultado se parecería mucho a lo ocurrido cuando Colón desembarcó en América: a los nativos americanos no les fue bien. Estos extraterrestres avanzados podrían convertirse en nómadas, e intentar conquistar y colonizar todos los planetas».
Entonces, ¿qué es lo que tenemos que saber? Que la historia se revierte, se invierte y —con un sadismo sofisticado— se divierte. ¿Que el cazador es cazado?, ¿que el motociclista era una ofrenda en un ritual azteca? (les acabo de arruinar un cuento de Cortázar), ¿qué nos vamos a dejar matar por espejitos de colores? Un momento… de repente, los smartphones no me caen del todo bien, es lo más cercano a una versión contemporánea de ese infantil símbolo de engaño.
Pero, y sin pensarlo, seguimos pasando la noche boca arriba como aquel extraño milesio.
El comienzo de la filosofía se festeja con un eclipse, uno que fue adelantado por un hombre que creemos se llama Tales. El milesio no había inventado nada, los eclipses ya podían preverse, su precisión fue levemente más fina. ¿Eso es el comienzo de la filosofía? ¿Algo que ya existía y de golpe se vuelve apenas distinto? Sí, lo apenas distinto es la Filosofía y fundamentalmente el relato de lo «un poco diverso».
Esta anécdota —porque Tales no es una persona sino un anecdotario— que aparece en Heródoto por vez primera (Historia I), luego en Platón, que, socarronamente, lo tira a un pozo y lo deja mirando las estrellas (Teeteto) y, por último, en Aristóteles, lo crea como todo lo que creemos que fue. ¿Por qué los hombres siguen prestando atención a los fenómenos celestes? De Tales a esta parte, todos los eclipses han sido más o menos parecidos. Respuestas, ninguna… ya me conocen. Hipótesis, todas las que quieran: ¿será un gen antiguo? (¿o el gen alienígena? de otra película del sospechado Ridley Scott), ¿o el gen extranjero? Herencia extraterrestre que nos obliga a prestar, sin saber porqué, atención a los cielos.
Por lo demás, este Sr. de Mileto se supone que creyó que el agua era fuente de vida (y de todo). Y si por ahí encontráramos a un osado Aristóteles contemporáneo, sin duda, nos diría que el anuncio de la NASA ya lo había hecho Tales, hace muchísimo tiempo y con secretas intenciones habría encriptado su saber para que solo un cerebro, también extranjero, pudiera encontrarlo. Tales sabía que había agua, o al menos eso dice Aristóteles, también sabía que el agua era vida y parece que nosotros no hemos llegado mucho más lejos.
Por último, y como una invitación a la lectura, existió un hombre muy extraño que se adelantó a la NASA —esto no es ningún mérito, con un poco de sentido común a veces alcanza— se llamaba Philip Dick y fue uno de los más grandes escritores de un género muy bastardeado por los intelectuales de sacos con pitucón y pipa (les juro que existen, yo los vi, son tan reales como el agua de Marte y ni ellos se creen su realidad) que es la Ciencia Ficción. En una de sus novelas, Tiempo de Marte, adelantaba la colonización del planeta rojo, pero también, la existencia de vida similar a la humana y autóctona del Planeta. De todos modos, lo más interesante —y una de las obsesiones— es el tiempo y la enfermedad mental, como en realidad el hombre sigue llevando consigo el germen de la destrucción (obligado ver Prometeo del director ya varias veces mencionado, ¿será por eso que la nave se llama Pandora?) y cómo no puede evitar la exclusión de lo diferente, aunque sea esto lo único capaz de salvarle la vida. La locura como salida definitiva pero también como viaje en el tiempo.
Es tiempo de Marte y también es tiempo de Mileto, nos vemos obligados a repensarnos antes deque algo, alguienes o algunos nos definan y terminen con todo lo que conocemos, como ya ha pasado y como seguirá pasando.
Jimena Bezares
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Ediciones anteriores de #FilosofíasParaResistir:
El gigoló o la caída del Imperio
La indiferencia del mundo. Aristóteles y la crisis inmigratoria