Los seis Estados de Europa que más gastan como proporción del producto interno bruto (PIB) son (al 2010): Suecia (57,3 por ciento), Dinamarca (57 por ciento), Francia (56,4 por ciento) Finlandia (54,3 por ciento), Bélgica (54,3 por ciento) y Reino Unido (52,4 por ciento).
Los que menos impuestos recaudan son (al 2010): Rumania (33,3 por ciento), Irlanda (33,5 por ciento), Eslovaquia (34,1 por ciento), Lituania (34,8 por ciento), Letonia (36,2 por ciento) y España (37,3 por ciento).
En otras palabras, el gasto de los Estados de los países más desarrollados del mundo excede la mitad del PIB e incluso los europeos de más reciente emergencia recaudan más de un tercio del PIB en impuestos.
Chile, en cambio, está muy lejos de esa meta puesto que su gasto público es inferior a un quinto del PIB. Del mismo modo, a medida que se retrocede en la escala de desarrollo, el tamaño del Estado se reduce cada vez más. Haití, el país de menor desarrollo en América Latina, en los hechos no tiene Estado.
Una de las principales lecciones de la crisis ha sido reponer en la cabeza de las personas la unidad que siempre ha existido entre los modernos mercados y Estados.
Ambos nacieron y se han venido desarrollando juntos a lo largo de los últimos dos siglos. Son como el huevo y la gallina.
No existe mercado moderno sin un Estado poderoso y sin Estado poderoso no hay mercado que funcione bien. Históricamente, la libre circulación del dinero, las mercancías y las personas en un mercado presupone un Estado que lo regule y proteja.
El librecambio mundial antes que se construya un Estado mundial no es más que una utopía. Tres décadas de crecimiento del comercio crearon la ilusión que se marchaba en esa dirección. La crisis ha venido a recordar una vez más que tales períodos de expansión del comercio son seguidos por décadas de contracción.
Adicionalmente, la globalización en realidad solo funcionó para los banqueros. En nombre del libre comercio consiguieron imponer la libertad global de especular. Ello les permitió realizar su sueño de aprovechar pequeñas diferencias de precio entre un mercado accionario y otro, por ejemplo, para ganar en una sola pasada, en una noche, un 10% o 20%.
A las mercancías les fue mucho peor. Así lo comprueban consternados los exportadores chilenos de celulosa, que hoy deben enfrentar subsidios a su competencia de más del 50% ¡en el campeón de la globalización, los EE.UU.
En cuanto a las personas mejor ni hablar. El muro construido en la frontera de México y los EE.UU., signatarios del NAFTA, el mas bullado de todos los TLC, lo dice todo.
La única opción para acceder de manera segura y estable a mercados de las dimensiones requeridas para competir en el siglo 21 consiste en construir entre varios países las instituciones estatales supranacionales que regulen y protejan de manera estable la libre circulación de dinero, mercancías y personas en un espacio amplio de soberanía compartida.
Se trata sin duda una empresa muy difícil. Pero no imposible. Así lo demuestra la creación de los estados nacionales durante el siglo 19 y de la Unión Europea el siglo 20.
Reconstruir el Estado desmantelado por décadas de Neoliberalismo. Rearmar un servicio público civil numeroso, profesional, bien remunerado, con empleos de por vida y jubilaciones adecuadas e independiente de los gobiernos cuya función es dirigirlos.
Reconstruir los servicios públicos nacionales de educación, salud, previsión, energía, transporte y otros. El primero de todos los que hay que reconstruir con urgencia es el sistema público de protección al desempleo, que garantice a los trabajadores el derecho a mantener su ingreso aun cuando pierdan el empleo.
Constituyen las formas más eficientes de proveer a la población una atención de calidad y gratuita en el caso de educación y salud.
Todos los países desarrollados cuentan con servicios universales de esta naturaleza. Por eso su Estado representa más de la mitad del PIB. También los de emergencia más reciente los han construido.
Sin embargo, Chile enfrenta un desafío aún mayor en este aspecto: construir junto a nuestros vecinos las instituciones Estatales supranacionales de soberanía compartida que regulen y protejan el que sin duda será uno de los grandes mercados mundiales del siglo 21: La unión de América Latina.
La crisis ayuda a enfrentar de una vez por todas estas tareas, que hemos venido postergando ya por demasiado tiempo.
Manuel Riesco
Economista CENDA