El consenso de todas las cúpulas empresariales -desde la banca y el retail a la producción industrial y la agricultura- para instalar a partir de marzo de 2017 a Alfredo Moreno Charme en la presidencia de la todopoderosa Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), confirma una tendencia ya bastante extendida, que vincula a la política con los negocios. Si hasta ahora era una relación que, por lo menos públicamente, circulaba por “cuerdas separadas”, expresión acuñada por el mismo Moreno Charme desde su cara política en tiempos de Sebastián Piñera, hoy los vínculos se han fundido en una sola y pegajosa mezcla. Fue el mismo Piñera, especulador incontinente, el que cortó esa tenue línea que separaba el dinero de la política.
Piñera ha sido el detonante, la gota que rebalsó el vaso. Esta relación impropia y obscena ha sellado gran parte de la postdictadura, vínculo que se hunde y oculta desde los albores de nuestra historia republicana. ¿Cuál es entonces la novedad? La caída de los disfraces y las máscaras. Ya no resulta necesario recubrir esta relación cuando conocemos que en su despacho en La Moneda este ex presidente tenía una pantalla para seguir sus inversiones en el mundo, o que mientras su gobierno litigaba contra Perú en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, mantenía activos en la empresa pesquera peruana Exalmar. Esas eran las “cuerdas separadas” a las que se refería su ministro de Relaciones Exteriores. Tampoco es necesario hoy guardar demasiado el recato político cuando conocemos que desde los albores de la postdictadura los grandes empresarios han venido financiando en la oscuridad, por medio de trucos y trampas, a los denominados representantes políticos.
Alfredo Moreno fue representante en el “gobierno de excelencia” como el mismo Piñera lo llamó. El ex canciller, tanto como el sobreestimado entonces titular de Minería, Laurence Golborne, eran figuras formadas en el comercio y las finanzas y sólo políticos de último momento. Hombres de negocios vinculados a grandes empresas y de reconocido éxito personal. Una “excelencia” que con el paso de los años resultó ser eficiencia para mantener más o menos intacta esta trenza compuesta de dinero y política.
EL DERROTADO
VON MÜHLENBROCK
Alfredo Moreno ya es el hombre de consenso para presidir la CPC. Para llegar a este momento, tuvo que concitar el apoyo de los diferentes sectores del comercio, las finanzas y los terratenientes. Con el apoyo de los bancos, la construcción, los agricultores y el ubicuo comercio, faltaba el hueso más duro de roer: la industria, agrupada en la Sofofa, que tenía grandes intenciones de levantar a su presidente, el inefable y a ratos incontinente Hermann von Mühlenbrock, a la cabeza de la gran patronal.
Von Mühlenbrock bajó su candidatura tras una serie de presiones subterráneas y articulaciones de las figuras más poderosas de la economía chilena. Un relato de El Mostrador Mercados especula que la UDI habría también jugado una carta en las negociaciones para sacar de competencia al hombre de la Sofofa y dejar en la grilla de largada (para correr solo) al ex canciller de Piñera.
¿Por qué bajar a Von Mühlenbrock? La versión oficial cuenta que su carácter impulsivo podría jugarle en contra en aquel cargo, relato bastante liviano al considerar el peso político y las relaciones de su adversario. “En el mundo gremial explican que entre los hombres claves en la CPC están Rafael Guilisasti, Fernán Gazmuri, Gonzalo García y Andrés Santa Cruz. Y ninguno de ellos era un convencido de que Von Mühlenbrock fuera la carta adecuada para liderar la poderosa organización para los próximos dos años”.
Una fuente empresarial citada por el mismo Mostrador Mercados dice que “el empresariado andaba buscando hace rato a un ‘hombre fuerte’, empresario real, con ‘lucas de verdad’ y autosuficiente, además de capaz y buen comunicador”. Moreno, dice, “es un moderado en lo político, culto, rico, independiente e intelectualmente dotado”.
Pero sin duda el mayor atributo de Moreno es su cercanía con las altas fuentes del poder político y económico. Su cercanía con el aún precandidato Sebastián Piñera, si bien pudiera ser un lastre en caso que se enreden más sus negocios al filo de la legalidad, no parece constituir un problema para los empresarios de la CPC. Ni esta vinculación ni su actual y principal actividad, presidente del Banco Penta desde 2014, la empresa de sus amigos Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín -ambos bajo investigación judicial por la emisión de facturas falsas para financiar a sus aliados políticos-, han sido obstáculos para su candidatura.
El ingreso de Moreno Charme a la dirección de esta patronal es una evidente señal de la politización y el lobby que se vivirá a partir del próximo año, un periodo que estará hondamente marcado por las elecciones presidenciales de noviembre. Con un horizonte opaco en cuanto a crecimiento, con una ciudadanía molesta, con altas probabilidades de tensiones sociales y laborales, el empresariado ha buscado una pieza versátil en el ajedrez de la política, las finanzas y los negocios. Un hombre de Piñera, un hábil negociador, que ha concitado el apoyo de otras ramas de la industria para enfrentar un año de alta complejidad no sólo en el terreno electoral.
La candidatura de Moreno Charme es una señal a tener en cuenta. Un político de esta talla, crecido al alero de la empresa, está allí para presionar por una nueva vuelta de tuerca neoliberal, tal vez a la manera de Mauricio Macri en Argentina. Cuando las grandes corporaciones y transnacionales se vean enfrentadas al temporal interno con recortes en las tasas de ganancias y movilizaciones extendidas por todo el territorio, será el momento de Moreno Charme.
LA BISAGRA PERFECTA
El candidato a la CPC, que es presidente de Empresas Penta, es también director en numerosas otras sociedades del holding, donde comparte sillones con Hernán Büchi, ex ministro de Hacienda y uno de los mimados de Pinochet. Otros muy cercanos al grupo son el ex senador y también reconocido pinochetista Carlos Bombal, que estuvo en la presidencia de la AFP Cuprum, controlada por Penta, o los UDI Joaquín Lavín y Cristián Larroulet, ambos fundadores junto a Délano y Carlos Eugenio Lavín de la Universidad del Desarrollo y ministros, en su momento, del gobierno de Piñera.
Moreno es la bisagra perfecta entre los negocios y la política. Una relación fina, bien aceitada y totalmente abierta y desembozada. Si durante décadas la CPC tuvo algún recato al colocar bajo ciertos velos su pertenencia política y su devoción por el libre mercado pinochetista, hoy esa cubierta se ha descorrido. Moreno Charme, si no pertenece a la UDI, tiene grandes amigos en esa casa.
El ex canciller de Piñera es un Chicago Boy tardío. Ingeniero civil industrial de la Universidad Católica, hizo un MBA a comienzos de los 80 en la Universidad de Chicago, cuando en Chile El Ladrillo de Sergio de Castro y sus socios ya venía haciendo de las suyas. Según informa Wikipedia, en Chicago conoció a Francisco Pérez Mackenna y, posteriormente, a Juan Bilbao, con quienes a su regreso a Chile fundó la consultora Bilbao, Moreno y Pérez Asociados. Pérez Mackenna hoy es el principal ejecutivo del grupo Luksic, militó en RN, en tanto Juan Bilbao (identificado como socio de los grupos Hurtado Vicuña y Fernández León), es hoy investigado en Estados Unidos por la SEC, que lo acusa de haber utilizado información privilegiada para la compra de acciones del Laboratorio Recalcine. En la operación, Bilbao ganó diez millones de dólares de manera fraudulenta.
Moreno es de la generación y del estilo de hacer negocios que marcó la dictadura hasta el día de hoy. Un proceso caracterizado por el dinamismo del sector financiero, créditos internacionales a destajo e inversiones extranjeras a través de las privatizaciones. Una forma de negociar siempre al filo de la legalidad y en no pocas ocasiones abiertamente como delito. En este curso, el exponente principal es el ex presidente Piñera y Moreno, Bilbao o los Penta son sus escuderos. Todos ellos cuentan hoy con patrimonios de millones de dólares (Wikipedia cifra en 62 millones de dólares la riqueza de Moreno) con sólo comprar y vender activos. Una economía basada en la especulación y en la adoración del mercado desregulado.
El hombre de consenso del poder económico es también de la banca y del retail. Tras sus años con Pérez Mackenna y Bilbao, da un salto -a través del Banco de Chile durante aquellos turbios años del capitalismo popular y la deuda subordinada- que le dio la oportunidad de hacerse con un buen paquete de acciones del banco y establecer vínculos con otros accionistas de entonces, como Délano y Carlos Eugenio Lavín. Con el correr de los años y junto a estas y otras relaciones, como los Cuneo Solari, de Falabella, logró controlar la propiedad de la institución financiera y ser figura clave en su venta, hacia finales de los 90, al grupo Luksic. Tras la operación, pasó a integrar el grupo Dersa, el conglomerado de la familia Del Río, cuya nave insignia era Sodimac y que posteriormente ayudó a fusionar con Falabella, consorcio en el cual fue director.
LA DEVOCION POR EL MERCADO
DE LOS “PODEROSOS DE SIEMPRE”
Cuando muy probablemente asuma en marzo la presidencia de la CPC, no será su primera incursión gremial. Ya había estado en la cabeza de Icare tras dejar su cargo de ministro de Relaciones Exteriores con Piñera. Desde esa testera, relata El Mercurio en su edición del 18 de diciembre, su figura impresionó a sus pares cuando le paró el carro al primer ministro de Hacienda de Bachelet, el socialista Alberto Arenas. Durante la Enade de 2014, el gran encuentro empresarial organizado anualmente por Icare, Moreno Charme al escuchar las críticas de Arenas, salió al ruedo con lo siguiente: “Me permito salir de la presentación, ministro. Pienso que la frase respecto a los poderosos de siempre fue desafortunada”, para continuar enrostrándole que “no hay economía sana con una política enferma; si no tenemos líderes como los que hemos tenido durante los últimos 30 años, créame que ni las mejores empresas ni los mejores empresarios van a poder obtener que este progreso de Chile continúe en los años siguientes”. Tras una prolongada y hasta enrabiada ovación, el matutino de Agustín Edwards, otro fanático de los caballos de raza como Moreno Charme, afirma que su nombre comenzó a circular para presidir la CPC.
En noviembre de 2014 ya arreciaba la discusión sobre las reformas, cuyo directo rechazo levantado desde las cúpulas empresariales y amplificado por la prensa del duopolio, le costó el cargo a Arenas, que fue removido pocos meses después del episodio de marras. Hoy, con un hombre afín a la banca y a las grandes corporaciones bien apernado en Hacienda, con gran parte de las reformas reblandecidas y otras deshilachadas, y con un gobierno en catatonia, el empresariado podría sentirse triunfante y satisfecho.
¿Para qué colocar a una figura de la talla de Moreno en la cabeza de la tribuna patronal? Hay versiones y también especulaciones. La interpretación más consensuada es que el ex canciller tendrá que recomponer la imagen del empresariado ante la ciudadanía, deterioro que atribuye más a las críticas de la Nueva Mayoría y relatos de retroexcavadoras que a su propia condición de ser. Bajo esta mirada, ni las colusiones, los carteles, las prácticas antisindicales, la extrema desigualdad, la concentración de la riqueza, o hasta torpes desaciertos como regalos sexistas, tendrían relación con la pésima imagen de la patronal.
Otras versiones, las cuales sí compartimos, apuntan al escenario económico que enfrentan las grandes corporaciones, con bajas tasas de crecimiento, merma en las ganancias y, a partir del año entrante, con un eventual mayor poder sindical. Este contexto daría pie para presionar a un gobierno debilitado, por mayores desregulaciones y facilidades para las inversiones.
Hay otros factores que podrían también estar en consideración. En la escena económica descrita, que podría prolongarse por los próximos cinco años, el posible regreso de Piñera al gobierno a partir de 2018 daría pie a un nuevo apretón neoliberal, tal como lo realiza Mauricio Macri en Argentina, Pedro Pablo Kuczinski en Perú o Michel Temer en Brasil. La función previa que podría realizar Moreno desde la CPC en cuanto a levantar demandas y propuestas sería sin duda relevante.
Hay un tercer factor: que el postulante de consenso a la CPC sea la rueda de repuesto para reemplazar a Piñera en caso que su candidatura se estrelle, la que sin duda deberá enfrentar durante el 2017 numerosos obstáculos por sus turbios negocios. Moreno Charme, recordemos, fue unos de los ministros con mejor evaluación durante el gobierno del multimillonario empresario.