Durante la semana se continuó deteriorando la situación de la banca europea, lo cual desde luego tiene implicancias globales. Los llamados a actuar con urgencia para ir en su ayuda se intensificaron. Sin embargo, la reunión de la Unión Europea para considerar el tema debió aplazarse por no haber llegado Francia y Alemania previamente al acuerdo sobre los pasos a dar. La diferencia proviene, en parte importante, sobre el momento en que debería concurrir en apoyo el Fondo de Estabilización Económico y Financiera. Alemania, presionada por sus contribuyentes, sostiene que debe hacerse después que actúen las instancias nacionales. En cambio, París privilegia un accionar conjunto rápido, en momentos que el riesgo país de Francia alcanzó un nivel récord, en su diferencial con la tasa de interés de los bancos alemanes. La demora en adoptar resoluciones solo conduce a agravar la situación, cuando ya se produjo el primer salvataje de un banco de la eurozona en la nueva fase de la crisis financiera provocada por las deudas soberanas.
En tres años Bélgica vio derrumbarse a dos de sus principales instituciones financieras. Primero fue Fortis, durante el agudizamiento de la crisis financiera a fines de la década pasada. Ahora fue Dexia, que en 2008 fue el quinto banco europeo en recibir ayuda para no quebrar, en su caso de los gobiernos de Francia, Bélgica y Luxemburgo, que le inyectaron capital por 6.400 millones de euros, garantías de 150.000 millones y una línea de liquidez de 13.000 millones. A consecuencia de esta intervención el Estado belga quedó en poder del 5,7% de su capital, las tres regiones de dicho país recibieron un porcentaje similar, quedando en manos de Francia una cuota equivalente. En agosto pasado informó de pérdidas en el segundo trimestre ascendentes a 4.000 millones de euros, las mayores de su historia, como resultado del deterioro de sus activos en deuda griega. Demostrando la falta de rigurosidad con que se efectuó la prueba de resistencia de los bancos en la región en el mes de julio Dexia fue muy bien calificado entre los bancos con más de 100.000 millones de euros, únicamente dos obtuvieron una mejor ponderación. “Las pruebas de resistencia de julio –comentó The Economist– fueron irrisorias. Se simuló una recesión europea, pero no un default griego” (17/10/11).
Su segundo salvataje fue nuevamente fruto de un acuerdo entre los gobiernos de Bélgica, Francia y Luxemburgo decidido un fin de semana como en los momentos más agudos de la crisis financiera antes que el directorio de la institución aprobase su desmantelamiento. El acuerdo conduce a la división de la entidad en tres partes, cada una de las cuales quedará en uno de los países comprometidos.
“Los gobiernos –anunció la oficina del primer ministro interino de Bélgica, Yves Leterne– (…) han confirmado su solidaridad para hallar una solución destinada a asegurar el futuro de Dexia” (10/10/11). El gobierno belga nacionalizará transitoriamente los negocios minoristas del banco en el país en un 100%. “Nos sentimos contentos –declaró en una rueda de prensa a las tres horas de la madrugada del lunes- por poder liberar a Dexia Banca Bélgica de todos los cargos y de todo riesgo. Los clientes y los ahorradores –agregó- pueden estar seguros al 200% de que su dinero está seguro” (10/10/11), buscando así detener la corrida bancaria producida. La cifra ofrecida por el Estado belga fue de 4.000 millones de euros. “El Estado –manifestó el ministro de Finanzas, Didier Reynders– apoyará al banco en tanto que tenga necesidad”.
A su vez, Luc Frieden, ministro luxemburgués de Finanzas, confirmó que un grupo de inversores, que incluye un fondo soberano de Qatar, adquirirá en unos 900 millones de euros la unidad de Dexia en ese país, mientras que en Francia se constituirá una nueva compañía para atender los negocios locales. Dexia tiene una exposición a riesgos crediticios por un monto estimado en US$700.000 millones, más del doble del producto helénico, si se desea cuantificar comparativamente esa magnitud. De la administración de los activos tóxicos se hará cargo un “banco malo” que funcionará en Francia, que contará con activos por 90.000 millones de euros garantizados por el Estado belga en un 60,5%, el galo en un 36,5% y el de Luxemburgo en el restante 3%. El valor contable del “banco malo” es de 180.000 millones de euros.
El colapso de Dexia se produjo al sufrir problemas de liquidez al incrementarse la crisis de la deuda de la eurozona, en especial por su elevada exposición a la deuda griega. La situación se le hizo insostenible al financiar préstamos a largo plazo con recursos de corto plazo. La falta de depositantes le obligó a recurrir al mercado intercambiario, que a su vez comenzó a frenarse por la inseguridad a que la contraparte cumpliese sus compromisos. Su “salvataje” mostró la urgente necesidad de recapitalizar la banca europea y, por otra parte, es una expresión de la crisis belga. El BCE, para enfrentar la carencia de liquidez, concedió a las instituciones bancarias créditos a una tasa de interés fija en montos ilimitados.
Las pruebas de tensión efectuadas en julio por la Autoridad Bancaria Europea constataron que una quincena de bancos tienen en su poder por lo menos US$1.000 millones en bonos griegos. En ese listado figuró en segundo lugar el ese momento ex franco belga Dexia. Por países los mayores compromisos pertenecen a instituciones francesas, germanas, inglesas y portuguesas.
Exposición por bancos a los bonos griegos
(Fuente: Banco de pagos Internacionales. En miles de millones de dólares)
Banco | País | Monto | Banco | País | Monto |
BNP Paribas | Francia | 7.100 | Commerzbank | Alemania | 4.100 |
Dexia | Francia-Bélgica | 4.800 | Sociéte Général | Francia | 3.800 |
Los créditos entre bancos europeos experimentan por el agudizamiento de la crisis de los bonos soberanos una sequía más profunda que en las semanas previas a la crisis de Lehman Brothers. La causa es el temor a que el receptor del financiamiento cumpla con la obligación contraída. En 2008 el miedo provenía de la posesión de activos tóxicos. En 2011, a la tenencia de deuda soberana griega. Según estimaciones del Institute for International Finance, que aglutina a los grandes bancos privados del mundo, tomando como referencia el precio de los seguros contra cesación de pagos, el riesgo de tres bancos franceses es el triple al que experimentaban durante los años 2008-2009. Los financiamientos entregados a Grecia no aliviaron la situación. Para asegurar ante posibles impagos un bono griego de US$10 millones se requiere desembolsar US$7 millones. Es una situación insostenible.
Ante el incremento del temor crecen los depósitos de los bancos en el BCE, que en septiembre alcanzaron a 146.000 millones de euros, por los cuales perciben un interés de solo 0,75%. Privilegian hacerlo así antes que prestar esos recursos a otras instituciones del sistema cuando la tasa base de referencia de esas operaciones es de 1,5%, optando por no arriesgar. Ello constituye otra manifestación de la dimensión alcanzada por la incertidumbre.
Ante este escenario, como ha sucedido en todas las situaciones críticas de la eurozona, se reunieron Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, luego de la cual anunciaron la adopción de propuestas, que no dieron a conocer, destinadas a fortalecer el deteriorado sistema bancario europeo, reaccionando así a las presiones en tal sentido efectuadas por EE.UU., el FMI y el Banco Mundial. Dos días antes, Barack Obama, instó a “actuar rápido”, señalando que la crisis de la deuda soberana en la eurozona constituía el mayor obstáculo para la recuperación de la economía norteamericana. Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, a su vez, reclamó de la “carencia total” de visión en Europa y de la falta de liderazgo germano. El FMI ha cifrado en US$267.000 millones los recursos necesarios para recapitalizar a los bancos de la eurozona.
El acuerdo franco-germano será puesto a consideración de las máximas autoridades de la Unión Europea, para posteriormente ser presentado en la cumbre del G-20 a efectuarse en Cannes a comienzos de noviembre. En un hecho sin precedentes la fecha inicial de la reunión de la UE se aplazó en varios días, índice de la falta de acuerdos consensuados. “Se necesitan elementos adicionales –señaló en su comunicado aplazando la cita el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy– para afrontar la situación de Grecia, la recapitalización de la banca y el refuerzo de las herramientas del Fondo Europeo de Estabilización (FEEF)” (11/10/11).
Las diferencias entre Francia y Alemania, no resueltas en la reunión Merkel-Sarkozy, se concentran en la participación del sector público en la capitalización de los bancos. Coinciden en que primero sean estas instituciones las que busquen más recursos en el mercado de capitales, a lo que se opuso la banca alemana si ello llevaba a no repartir dividendo, sosteniendo que así se les dificultaría captar capital. Pero, para Berlín luego se deben utilizar fondos públicos nacionales y, finalmente, recurrir al FEEF. En cambio, Sarkozy defendió que el orden de la intervención debe ser al revés. Los intereses no son coincidentes. París teme poner en peligro su calificación crediticia, mientras Angela Merkel se ve presionada por la oposición de los contribuyentes germanos a cargar con más deudas. El gobierno galo, a través de la responsable de su presupuesto se pronunció abiertamente por el uso del FEEF. “Europa –señaló Valine Pécresse– debe mostrar su solidaridad frente al nerviosismo de los mercados y (…) dotarse de reglas de juego colectivas” (13/10/11).
La incertidumbre sobre el futuro del sistema bancario galo condujo a que su riesgo país el 14 de octubre alcanzase un nivel récord desde el nacimiento del euro en 1999, en comparación con el pagado por los bonos alemanes. Este incremento es una consecuencia que en un escenario de elevadas deudas inversionistas prefieren vender sus títulos, aumentando su precio, que se mueve en sentido inverso a la tasa de interés.
En esta oportunidad –comentó The Economist– “un enfoque de recapitalizar nación por nación (que es la propuesta germana) no funcionará. El fondo de rescate europeo –añadió- debe llevar a cabo inyecciones simultáneas de capital en los bancos de la región tan pronto como pueda. Los bancos centrales también deben entrar en plena lucha. En particular, esto significa ofrecer liquidez ilimitada (…) por parte del BCE” (11/10/11).
La globalización del mercado de capitales lleva a que el riesgo de contagio se extienda fuera de las fronteras europeas. Un informe gubernamental norteamericano cifró su riesgo a la crisis europea. “Dado que los bancos –señaló el documento- tienen una exposición de préstamos a los bancos alemanes franceses de US$1,2 billones y una exposición directa a (…) Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España valorada en US$641.000 millones, un colapso de las mayores bancos europeos podría producir un problema similar en las instituciones de Estados Unidos” (11/10/11).
Este deterioro de la banca europea y los riesgos de contagio, al tratarse de instituciones varias de ellas globales, tienen repercusiones en todos los países en donde tiene presencia, desde luego también en Chile. Por ejemplo, las acciones del Banco Santander –cuya filial en el país es el mayor banco comercial en territorio nacional- han experimentado en lo que va transcurrido del año una caída superior al 20%. La calificadora de riesgo Standard&Poor’s disminuyó en un grado la nota en general de la banca española, incluyendo en esta decisión tanto al Santander (junto a sus filiales) como al BBVA. La banca ibérica en septiembre solicitó el 18% del financiamiento total concedido por el BCE a las instituciones de la eurozona, muy por encima del promedio que fue de 12%. En EE.UU, el índice KPW de acciones de los principales bancos cayó a la fecha durante 2011 en promedio un 28% y el del Bank of America un 53%.
La gravedad de la situación exige actuar con urgencia. Así lo planteó Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, ante la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo. “Somos -dijo- el epicentro de una crisis mundial. Los gobiernos y las autoridades nacionales –demandó- tienen que estar a la altura de la situación y actuar con rapidez. Si hay más atrasos eso solo –concluyó- agravará la situación” (12/10/11)
George Soros, el famoso financista y especulador norteamericano de origen húngaro, junto a numerosos empresarios, economistas y ex políticos, señaló también en una teleconferencia “que no se han comprendido los peligros derivados de la crisis financiera europea, que ha vuelto a la superficie y requiere una recapitalización inmediata: si no se resuelve –agregó- puede minar o incluso destruir el sistema financiero internacional. Hagan algo –invocó-, y háganlo ahora. Porque el riesgo es un mercado financiero desestabilizado y muy difícil de normalizar” (12/10/11). Poco después, Soros escribió que, eso sí, “lo primero que hay que hacer es garantizar el sistema bancario y solo después recapitalizarlo” (17/10/11).
Un informe publicado a mediados de octubre por los principales centros de estudio germanos, que habla de “un fuerte frenazo en los próximos meses” de su economía, sostiene también que “la crisis de deuda en Europa amenaza convertirse en una crisis bancaria (…)” (14/10/11). Definitivamente, incluso la economía más fuerte de la región tampoco quedó al margen del tembladeral.
Por Hugo Fazio
El Ciudadano