La cercanía de las elecciones presidenciales en Argentina, impacta de lleno en la economía. Los exportadores de granos, a la espera de un cambio en el tipo de cambio o de una posible reducción de las retenciones, guardan los granos en vez de venderlos al mercado exterior.
Pese a la cosecha récord registrada este año – 60,8 millones de toneladas – en Septiembre las liquidaciones de granos fueron por un total de u$s 260 millones de dólares evidenciando una baja del 54% con respecto al mes anterior, según un informe del Banco Ciudad. En Octubre – relevada sólo la primera semana del mes – se liquidaron u$s 296 millones de dólares, un 23% menos que el mismo período del año anterior.
Desde el gobierno hacen hincapié en seguir de cerca la situación, ya que no se registraba un nivel tan bajo desde el año 2009. Sin embargo en la city le restan importancia y señalan que la caída está determinada por las expectativas que el sector agropecuario tiene con el eventual cambio de gobierno, en que el mismo concrete una posible devaluación o bien una flexibilización de las retenciones.
Por otro lado Rogelio Frigerio – presidente del Banco Ciudad – señaló que la baja «se da, a su vez, en un contexto más amplio de fuerte apreciación del tipo de cambio real, al que se suma, también, el deterioro del contexto internacional, todo lo cual tiene repercusiones negativas sobre la capacidad de la economía local de generar divisas por la vía comercial» .
La reticencia de los productores a soltar sus granos se debe a que el valor de los mismos está atado al valor internacional del mismo y por lo tanto es una forma de ahorrar divisas en moneda extranjera. Este factor suma incertidumbre y presión sobre las reservas del Banco Central en el último tramo del gobierno actual. Cabe recordar que las reservas cayeron la semana pasada de forma brusca luego del pago del BODEN 2015 y que si hoy se mantienen cerca de los 24 mil millones de dólares es gracias es gracias al Swap con China.
Dicho intercambio monetario con la segunda economía mundial hay que interpretarlo como un préstamos a corto plazo, que por un lado sirve para sostener el tipo de cambio en el contexto de la restricción de cambio pero que por otro lado es otro ítem complejo a resolver por una nueva administración dado que forma parte de los desajustes macroeconómicos que el país sufre desde hace cuatro años.