Por primera vez en los últimos diez años aumenta la brecha entre los sectores más ricos y pobres del país. Actualmente, el decil más pobre en Chile percibe solo el 1,5% de los ingresos totales generados en el país, mientras que los más ricos acaparan el 39,2 por ciento de la riqueza nacional. Esta situación de desigualdad se repite endémicamente en todas las economías latinoamericanas, situando al continente como “la región más desigual del mundo” según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La encuesta Casen 2009 revela que, en términos del ingreso monetario, el decil más rico recibe 25,6 veces el ingreso de los más pobres. Si consideramos el ingreso autónomo, o sea, sin contar los subsidios estatales, el diez por ciento más rico percibe 46,2 veces el ingreso del decil más pobre.
Esto, expresado en cifras, se traduce en un promedio mensual de los hogares más pudientes de 2.953.920 pesos, subiendo 9 puntos desde la última encuesta del 2006. En cambio, las familias más desposeídas subieron sólo un punto, pasando de 113.010 a 114.005, o sea, apenas 995 pesos más que en la pasada CASEN.
Según el economista Orlando Caputo, en una economía internacional globalizada, donde los costos de los bienes no pueden variar mayormente,”lo que puede variar son los costos salariales. La disminución de la ‘planilla salarial’ y la mayor productividad es la gran consigna de las empresas. El contrato temporal frente al contrato permanente. El reemplazo de trabajadores antiguos por nuevos trabajadores. La contratación y subcontratación. Las fusiones y los despidos de un porcentaje de los trabajadores. Todo esto está asociado a la competencia por los costos que impone la globalización”.
El problema sistémico estaría dado por la estructura misma del neoliberalismo, en donde las políticas del gobierno, de gasto social, solo se corresponderían en el sentido de paliativos para las propias inequidades que produce la economía. “La pobreza se genera al interior del modelo para una parte de los trabajadores integrados a él, otra parte de la pobreza es explicada por los trabajadores expulsados del modelo y por aquella parte de la población que es excluida”, asegura Caputo.
En esto coincide Manuel Agosín, decano de Economia de la Universidad de Chile, quien sostiene que “un modelo clave es el modelo chileno de crecimiento. La política social no puede cambiar las desigualdades estructurales de la economía chilena, pese a que los subsidios económicos hayan sido correctamente enfocados hacia los quintiles más bajos de los ingresos”.
LAS VENAS ABIERTAS DE SIEMPRE
Según el informe de la PNUD, «la desigualdad es una de las principales características que definen la historia de América Latina y el Caribe. Una muy alta y persistente desigualdad que, acompañada de una baja movilidad social, han llevado a la región a caer en una ‘trampa de desigualdad'», escenario donde Chile es la exageración de una desregularización de las actividades económicas. Dejando de lado aspectos como el control de la competencia, que redunda en monopolio, por mostrar una de sus consecuencias.
“Hace un tiempo nos reíamos de los nicaragüenses porque 15 familias controlaban su economía. Hoy en Chile, 5 familias manejan el 50% de las transacciones de la Bolsa”, comenta el economista Luis Escobar, miembro del grupo Nueva Economía, de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Uahc); “en Chile, las cosas que se hacen en materia económica, serían francamente ilegales en Europa”.
Latinoamérica es lejos la región más desigual del mundo, siendo superada incluso por países que históricamente eran más desiguales, como Taiwán y Corea: “El coeficiente de Gini (el sistema de medición de la desigualdad de los ingresos) del ingreso en la región es un 65% más elevado que el de los países de ingreso alto, un 36% más alto que el de los países del este asiático y un 18 por ciento más elevado que el del África Subsahariana», sentencia el informe de la PNUD.
Para Luis Escobar la desigualdad en Latinoamérica es una condición histórica, propia de un proceso que se arrastra desde la Conquista, “en donde los extranjeros desde un principio actuaron con la consigna básica de “tomo lo que yo quiera””.
Según el economista, es posible remontarse hasta el tiempo de la Colonia y percibir las instituciones que regulaban el mercado en ese tiempo, y encontrarlas en estos días cambiadas pero esencialmente con el mismo funcionamiento, o sea, en beneficio de las potencias extranjeras: “estas instituciones, nuestras instituciones, desregularizan el mercado y tienden, como históricamente lo han hecho, a la desigualdad crónica de los pueblos latinoamericanos”.
Por Sebastián Fierro
El Ciudadano