El gobierno de Barack Obama ha firmado un convenio nuclear con Chile, mientras en EEUU existe una moratoria que prohíbe construir nuevas centrales atómicas desde el accidente de 1979 en la “Isla Tres Millas”, considerado el peor de la historia hasta Chernóbil (1986). A propósito de Fukushima, los grandes medios suelen machacar con Chernóbil, porque era “comunista”, pero ignoran otros accidentes menores en Europa y EEUU y nunca aluden a “Three Miles Island”.
Bush comenzó a promover nuevas centrales nucleares, que están sometidas a moratoria desde “Three Mile Island”. Obama continúa la tarea “para que EEUU sea energéticamente autosuficiente”. Pero el «renacimiento nuclear» requiere acuerdo entre los partidos que comparten el poder, y ese consenso bipartidario era precario ya antes de Fukushima. Ahora surgen más llamados a no subsidiar ni fomentar una veintena de nuevas centrales o, al menos, legislar requisitos más estrictos de seguridad y protección civil para eventuales licencias nucleares. Proyecto Censurado 2010 reveló que Energy gestionaba 20 años más de licencia para la planta Indian Point, de dos unidades de generación, que está a 1 km de una falla geológica en Buchanan y a 38 km de Nueva York. En California, la central Diablo Canyon, de Pacific Gas & Electric Co., también está a 1 km de otra falla recientemente descubierta.
Las compañías tampoco son responsables a la hora de abandonar los desechos nucleares. Uno de los basureros atómicos más letales de EEUU está en la selva virgen de Carolina del Norte, cerca de la central nuclear de Shearon Harris, de la corporación Entergy, “The power of people” (la energía del pueblo). La planta tiene las 4 más grandes piscinas de desechos radioactivos del país: no sólo genera electricidad, sino también es un depósito de barras gastadas pero altamente radiactivas usadas por otras centrales nucleares.
El secretario estadounidense de Energía, Steven Chu, dijo el miércoles en el Senado de EEUU que Obama sigue pidiendo al Congreso 36.000 millones de dólares para «impulsar la industria nuclear estadounidense». Ante la incredulidad de algunos legisladores por lo ocurrido en Japón, Chu insistió en que la energía nuclear sigue siendo la principal apuesta energética de Obama.
En EEUU existen dudas sobre la eficacia del sistema actual de regulación y control nuclear. Pero Obama encabeza el lobby atómico y su estrategia de imponer convenios de «investigación nuclear» en países satélites, como Chile bajo Piñera, sirve para ablandar la oposición en EEUU ante esta energía. El «Hombre Nuclear», según el periódico El Ciudadano, viene a Chile a vender centrales atómicas y a cobrar “derechos” por medicamentos, semillas, software, música y toda clase de patentes de “propiedad intelectual» incluidas en “la letra chica” del TLC.
Piñera se opuso a la energía atómica por demagogia electorera y mutó a Homo Nuclear chilensis. El senador “verde” Antonio Horvath, del partido Renovación Nacional al que pertenece Piñera, mostró una declaración de 2006, “Energía nuclear, no gracias”, que fue suscrita por 45 políticos para boicotear un “Programa de Energía Nuclear” enunciado por Michelle Bachelet. Uno de los firmantes fue… Piñera, quien acababa de ser derrotado por Bachelet. “Nos parece inconveniente centrar el esfuerzo político y económico ante esta opción que tiene altos costos y graves riesgos asociados”, suscribió en 2006. Los firmantes enumeraron los peligros de la opción nuclear y sentenciaron que “Chile tiene claras y atractivas alternativas de energía limpia y renovable”.
¿QUÉ PASÓ EN «THREE MILES ISLAND»?
El 28 de marzo de 1979 una fuga en el generador de vapor de la Unidad 2 de la “nuke” Isla Tres Millas, de 70.000 habitantes y situada a 16 km de Harrisburg, Pennsylvania, desató el accidente más grave en la historia nuclear mundial conocido a la fecha. Causa: el diseño poco seguro de la planta. La pérdida del refrigerante aumentó la temperatura del núcleo que acabó por fundirse y el material radiactivo se concentró en una burbuja de hidrógeno que amenazó con explotar, pero se liberaron los gases a la atmósfera. Aún se ignora cuánta radioactividad afectó a la población circundante.
La respuesta a la emergencia consistió en evacuar dos días después a las mujeres embarazadas y a los niños que vivían en un radio de 13 km de la central. Con el tiempo se detectaron malformaciones congénitas, cánceres y enfermedades psicológicas derivadas del estrés de la población. El accidente inició la decadencia nuclear en el mundo. Demostró que las centrales eran inseguras y estimuló la oposición, pero impuso costes de seguridad más adecuada que encarecieron la energía nuclear y la hicieron menos competitivas ante otras. Las enseñanzas del accidente no bastaron para evitar Chernóbil en 1986, ni hoy Fukushima.
SEGURIDAD VERSUS GANANCIAS
Los tres accidentes más graves –Three Miles Island, Chernobil y Fukushima-, y otras emergencias menores, surgieron de fallas en el enfriamiento del sistema. El enemigo de la seguridad nuclear es el sobrecalentamiento del reactor. Al fin de cuentas, las centrales son calentadores de agua, un poco más complejos que una gran olla a presión, que producen vapor para mover turbinas que generan electricidad, en una variante de la máquina a vapor que tanto benefició al capitalismo. Una persona común puede pensar que la generación nuclear es más sofisticada porque no echa humo de carbón al usar barras de combustible de uranio en fisión nuclear que generan reacciones en cadena controladas en el reactor nuclear. Si el enfriamiento falla, la fisión se descontrola, sube la temperatura y puede derivar en una fusión, las barras se funden o derriten y desprenden cantidades colosales de energía radioactiva.
Las compañías eléctricas diseñan sus centrales sin pensar en la gente cercana, sino en la rentabilidad del negocio de la energía. En 1971 la compañía Tokyo Electric Power Co. (Tepco), la más grande de Japón, puso en marcha Fukushima 1 escatimando gastos con una infraestructura concebida para terremotos de hasta 7,2 grados, aunque ya Japón registraba frecuentes sismos mayores. Cada grado Richter significa un aumento exponencial logarítmico de 33 veces la fuerza liberada, por tanto la infraestructura de una central para 8,2 grados debe resistir sismos de 33 veces más fuerza que uno de 7,2 grados y, ergo, es más cara. El obstáculo para generar energía nuclear más segura es la repugnancia de las eléctricas a aumentar los costos ordenados por las regulaciones ambientales, simplemente porque reducen sus ganancias. Este problema de rentabilidad suele encararse al margen de la ley y de la ética, concepto totalmente ajeno al capitalismo en su fase neoliberal actual.
Por Ernesto Carmona
Periodista y escritor chileno