Por medio de concesiones, compra de filiales, subcontratación o absorción de empresas chilenas, las transnacionales de origen español cada vez han adquirido mayor fuerza en Chile. Concentran la mayor mano de obra y más del 50% de los servicios básicos como luz, agua, teléfono y transporte. ¿Sirve realmente a nuestro país?
El 12 de septiembre pasado, una de las principales empresas españolas en Chile, Telefónica, provocó gran revuelo en el mercado financiero local al ofrecer mil millones de dólares por el 55% que le faltaba a la compañía para tener el dominio total de la filial chilena. Con esta gestión la multinacional replica el mismo modelo que tiene en otros países, el cual busca un mayor control en la lucha frente a la competencia y despliega su hegemonía en la oferta de servicios de telecomunicaciones.
Ese día las acciones de Telefónica subieron un 22,3% lo que implicó que el patrimonio bursátil de la empresa aumentara en más de 300 millones de dólares. ¿Cuál es el real interés de Telefónica España en Chile? ¿Qué busca al tener el 100% de las acciones? ¿Cuál es el poder de las multinacionales en nuestro país?
NACE UN GIGANTE
El objetivo central de una empresa transnacional es obtener y maximizar beneficios. Buscan países donde desarrollar su gestión o producción a bajos costos, con materias primas y mano de obra barata y ojalá sin restricciones ambientales muy estrictas.
Se definen como tal cuando su participación en el capital de una empresa de un país extranjero es igual o superior al 10 por ciento. Por lo general, buscan extender adicionalmente sus dominios en países vecinos y así formar filiales en cada uno de ellos. La forma más simple de convertirse en transnacional es por medio de operaciones de inversión extranjera directa (IED).
Las transnacionales no son empresas de reciente creación; han necesitado varios años de actividad financiera, productiva y comercial para poder internacionalizarse.
En los siglos XVII y XVIII eran compañías comerciales que importaban grandes cantidades de metales preciosos de las colonias. Más tarde, en el siglo XIX y con la Revolución Industrial, Europa se concentró en desarrollar sus propias industrias manufactureras y las empresas con sede en las colonias importaban materias primas para las grandes urbes.
En la primera mitad del siglo XX estas entidades oficializaron sus actividades productivas en el extranjero en empresas filiales. Actualmente, reciben apoyo de sus estados de origen para externalizar sus servicios, ya que de esta forma se fortalece la visión empresarial y económica de sus países.
Este ha sido el caso de las empresas españolas, las que han recibido un fuerte apoyo del gobierno hispano para su salida al extranjero. Mediante mecanismos como los créditos FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo) o por medio de la Compañía Española de Crédito a la Exportación (CESCE), el país ibérico ha invertido cerca de 8.500 millones de euros estos últimos treinta años para desarrollar proyectos de internacionalización y, a su vez, contribuir con el desarrollo de los países receptores.
La inversión española llegó con fuerza a Latinoamérica a comienzos de los años noventa, pasando de 4.500 millones de dólares en 1990 a 18.500 millones en 1998. Se apoyó en un modelo de liberación de las economías latinoamericanas promovido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Durante esos años estos países vivían determinados fenómenos que impulsaron el arraigo de las empresas hispanas: el endeudamiento de las empresas públicas, la transferencia de sus pasivos a los estados y su posterior venta tras la fragmentación de los procesos productivos.
Para Mónica Vargas, del Observatorio de la Deuda en Globalización (ODG), uno de los argumentos centrales de la venta de las empresas estatales a capitales españoles fue la promoción de las competencias. “Esto ha derivado en la formación de monopolios restringidos e integración vertical. Por ejemplo, Endesa se convirtió en la mayor suministradora de electricidad en Chile, Argentina, Perú y Colombia, mientras que Iberdrola dispone del 37% de la energía en Bolivia y Repsol YPF controla el 40% de la producción petrolera en Argentina”.
Vargas repara en que a mediados de los años ochenta las transnacionales españolas vieron cómo sus inversiones calaban hondo debido a que las economías latinoamericanas estaban sumergidas en fuertes recesiones; urgía la creación de nuevos puestos de trabajo y era inminente el mejoramiento de la calidad de los servicios.
Sobre este punto, el académico de ODG, Jesús Carrión, sostiene que los principales mecanismos que utilizan estas empresas son la fusión y la subcontratación. “Ello les permite conseguir mayores economías de escala, ser más competitivas y fuertes para afrontar los nuevos retos que plantean los mercados locales”.
Carrión sostiene que es en este punto donde se basa el poder de las transnacionales en las economías latinas, ya que se han convertido en actores influyentes del diseño de las reglas del juego de la economía global ejerciendo presión sobre los Estados y en las instituciones internacionales para que jueguen a favor de sus intereses. En la mayoría de los casos intentan reducir al máximo los marcos legislativos que regulan su actividad y limitan sus ganancias.
EL SUTIL JUEGO DE LA PRESIÓN POLÍTICA
Según Carrión, uno de los principales ejes donde oprimen con fuerza es en el campo electoral. La forma más habitual es inyectando importantes sumas de dinero en las campañas electorales de los partidos políticos más afines a sus intereses.
Cita como ejemplo lo ocurrido durante el gobierno de Salvador Allende, cuando la International Telephone and Telegraph (ITT), apoyó financieramente las gestiones golpistas de la CIA en nuestro país, ya que se vio perjudicada por la nacionalización de la compañía de teléfonos por parte del gobierno de la Unidad Popular.
Otro flanco de influencia es a través del “lobby”. Las empresas y su grueso de abogados, expertos en diversos temas, trabajan activamente en modelar políticas nacionales e internacionales en función de sus intereses. Por lo general, buscan lugares neutrales para entablar sus arremetidas, como Washington DC, Ginebra, Madrid o Bruselas.
Carrión destaca otro fenómeno no menor dentro del marco de presiones que ejercen los grupos empresariales extranjeros. Lo denominan “puertas giratorias”. Éste consiste en que la mayoría de los personajes influyentes de cada país, durante su vida laboral, se ha desempeñado tanto en la esfera pública como privada. De esta forma, las empresas se aprovechan de los conocimientos y relevancia adquiridas por personas que han ocupado cargos públicos y que luego están en directorios y cargos ejecutivos en determinadas empresas.
Otra dimensión igualmente crítica se encuentra en la incidencia en los medios de comunicación. Actualmente éstos no acostumbran a informar sobre las externalidades y los abusos que se derivan de la actividad de las transnacionales. Los medios dependen en gran medida de los ingresos por concepto de publicidad que éstas les reportan. Como consecuencia de todo ello se vulnera un derecho humano fundamental como es el acceso a la información y se dificulta la generación de movimientos de presión hacia gobernantes y empresas.
PODER V/S CALIDAD
La llegada de Endesa España a principios de los años noventa causó gran revuelo, tanto por su interés en la principal abastecedora de electricidad en Chile como por la bullada compra de las acciones de sus principales socios. Éste último hecho, llamado caso Chispas, desató uno de los escándalos mediáticos, financieros y políticos más polémicos de los últimos años y sus repercusiones aún se perciben.
Hoy, Endesa tiene una importante presencia en los suministros eléctricos del país (generación, transmisión y distribución de energía), en el área de infraestructura vial e inmobiliaria. Sin embargo, su nombre también está asociado a casos de atropello a las leyes medioambientales y, precisamente ahora, está en el ojo del huracán debido a los megaproyectos hidroeléctricos que pretende construir en el sur de Chile, los cuales tienen fuerte oposición tanto de los habitantes de las zonas en que se pretenden levantar como de grupos ambientalistas nacionales e internacionales.
También a nivel de usuarios, Chilectra, su filial distribuidora de electricidad, presenta un alto nivel de reclamos en el Servicio Nacional del Consumidor por alzas de voltaje, cobros excesivos en las cuentas de luz y cortes de suministro.
Telefónica, por su parte, concentra el 64% de la telefonía fija en Chile y el 49% del suministro de banda ancha. En estos momentos, cuenta con más de tres millones de clientes en todo el país.
Por estos días la compañía vive momentos cruciales, ya que de concretarse la compra de las acciones que pertenecen a las AFP, la matriz española quedaría como única dueña de la principal abastecedora de servicios telefónicos y la batalla que lidia con sus competencias locales tomaría ribetes más drásticos.
Sin embargo, esta empresa también debe luchar con la mala percepción que tiene a nivel de consumidores. Tanto en la Subsecretaría de Telecomunicaciones como en Sernac y en páginas de internet como reclamos.cl existen demandas colectivas de usuarios que protestan por el aumento de las tarifas de los planes, mala asistencia técnica y cobros indebidos.
Por otra parte, estas empresas se caracterizan por subcontratar servicios para evitar duplicar funciones y aligerar su estructura. Para ello se deshacen de la gestión directa de actividades que no consideran estratégicas y subcontratan a otras empresas a precios reducidos. Esta subcontratación es una fuente importante de ganancias, debido a que suelen proveerse de funciones como la atención telefónica, asistencia técnica y post venta a través de empresas nacionales a muy bajo costo. Por medio de estos contratos evitan la inversión directa y la responsabilidad sobre los trabajadores de éstas áreas.
Las transnacionales son un actor político y económico de primer orden a raíz de su capacidad de incidencia en la agenda pública y en las economías locales. Son fuentes importantes de generación de empleo y sus servicios concentran alto número de clientes y usuarios. Pero en su afán de abarcar distintas disciplinas y servicios, han cometido graves atropellos al medio ambiente, seguridad laboral y calidad de sus prestaciones.
Chile tiene innumerables focos de atracción para la inversión extranjera. Se realizan exposiciones en Europa, Asia y Estados Unidos, llamados a licitaciones públicas, derechos de concesión e incluso rebajas arancelarias para convencer que en nuestro país se brindan óptimas condiciones para instalar empresas abastecedoras de servicios y generadoras de mano de obra. Sin embargo, los parámetros con que las transnacionales actúan merecen un cuidado más profundo y el análisis de costos y beneficios para nuestros trabajadores y para el propio país.
por Claudia Pedreros