La última cumbre antes que finalice el año de la Unión Europea corrió la misma suerte que las anteriores en cuanto a no adoptar medidas eficaces para detener el agravamiento de la crisis en la eurozona. Al contrario, insistió en intensificar las medidas de austeridad fiscal, dentro de los esquemas que ha ido estableciendo Alemania y que, hasta ahora, conducen al deterioro de su situación, tanto financiera como de sus niveles de actividad. Paralelamente significó una fisura en el bloque regional al no sumarse el Reino Unido a la decisión de modificar el Tratado de Lisboa, objetivo preconizado por Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, máximos responsables políticas de las orientaciones seguidas. Ello obligó a generar un nuevo pacto a concretarse, según lo acordado, en marzo próximo. Durante 2011 la crisis de la eurozona se transformó en el punto más agudo de la crisis financiera iniciada el año 2007, que completó cuatro años y medio. Su continuo agravamiento necesariamente tiene consecuencias globales.
La cumbre de jefes de Estado y Gobierno de los 27 países que conforman la Unión Europea, efectuada el 9 de diciembre, despertó grandes expectativas sobre si estaría o no a la altura para enfrentar el agravamiento de la crisis de la eurozona. Los reportajes de prestigiosas publicaciones económicas mundiales habían mostrado la gravedad y el dramatismo alcanzado por la situación. Wolfgang Munchau, editor asociado de Financial Times, al finalizar noviembre destacó que la eurozona solo disponía de contados días para evitar el colapso. “La eurozona -escribió- es ahora objeto de una corrida por parte de los inversionistas globales y de una silenciosa corrida bancaria entre sus ciudadanos. Si la cumbre europea puede llegar a un acuerdo el 9 de diciembre (…) la eurozona sobrevivirá. Si no, corre el riesgo de un violento colapso” (28/11/11).
The Economist, pocos días antes se había preguntado si realmente se produciría el fin de la eurozona. “La Zona Euro –escribió- se precipita hacia un choque. Las posibilidades de que la Zona Euro se rompa –agregó- se han incrementado de manera alarmante, gracias al pánico financiero y a una perspectiva de rápido debilitamiento económico. (…) las consecuencias de una destrucción del euro son tan catastróficas –recalcó con alarma- que ningún político sensato podría permitir que esto suceda. Una ruptura del euro provocaría un estallido global, incluso peor que el de 2008-2009. La región financieramente más integrada del mundo –subrayó- podría ser azotada por defaults, colapsos de bancos y la imposición de controles de capital” (25/11/11). Incluso el comisario europeo de Economía, Olli Rehn, manifestó al finalizar noviembre: “Estamos entrando a un período crítico de diez días para completar y concluir la respuesta de la UE a la crisis” (01/12/11).
El mundo se encontraba frente a un escenario de extrema gravedad. La cumbre del 9 de diciembre postergó el peor de los desenlaces pero no enfrentó la gravedad de la crisis. Estableció un nuevo pacto fiscal, al cual el Reino Unido no se sumó. “La eurozona –escribió Martín Wolf en Financial Times, después de la cumbre- no tiene un plan creíble para corregir sus problemas aparte de más austeridad fiscal. En cambio, se endurece un pacto de estabilidad y crecimiento cuyas fallas han sido predecibles y persistentes. (…) Cameron cometió un error garrafal (…) Pero el de la eurozona parece peor” (14/12/11).
Al volver a funcionar los mercados después de la reunión de la UE se mostró que fracasó nuevamente en crear un clima de confianza, las tasas de interés cobradas volvieron a subir, las bolsas se vinieron abajo. El euro que durante la reunión del Consejo Europeo se cotizó a US$1,34 cayó hasta bajo las US$1,30 en pocos días anotando su paridad más baja desde el mes de enero. El BCE se vio nuevamente en la obligación de adquirir deuda soberana en los mercados secundarios. La exigencia siguió siendo que el banco central actuase como prestamista de última instancia y se creasen eurobonos, alternativas ambas que Alemania rechaza.
Las calificadoras Moody’s, Fitch y Standard and Poor’s coincidieron en que la cumbre no modificó los riesgos existentes. “Probablemente –señaló el economista jefe de S&P, Jean Michel Sox-sea necesario otro shock antes de que toda la Zona Euro vaya en la misma dirección, por ejemplo que un gran banco alemán sufra dificultades reales en los mercados, algo que es una posibilidad muy real” (13/12/11).
La cumbre desestimó la opinión de la Casa Blanca, que envió a Europa al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, para entregarla. Barack Obama, sin pronunciarse por el nuevo acuerdo fiscal, insistió en que “hay una crisis de carácter inmediato que tiene que ser resuelta para que los mercados confíen en que Europa defiende el euro” (13/12/11). La preocupación norteamericana y de Obama en particular es que si se complica aún más el cuadro al otro lado del Atlántico ello necesariamente afectará a EE.UU. cuando el proceso electoral presidencial ya se encuentra en marcha.
La reunión de Bruselas concluyó con un nuevo acuerdo fiscal que debe incorporarse a las respectivas constituciones nacionales a partir de marzo próximo en línea con los criterios dominantes en Berlín, cuyo papel hegemónico se hizo aún más patente. Se trata de un nuevo tratado multilateral decidido en la reunión por 23 de los 27 países, concordado entre los 17 miembros de la eurozona y Bulgaria, Dinamarca, Letonia, Lituania, Polonia y Rumania. Por su parte, Suecia, Hungría y República Checa quedaron en consultar previamente a sus respectivos parlamentos antes de sumarse al acuerdo.
El rechazo provino del Reino Unido, lo cual no permitió aprobar la modificación del Tratado de Lisboa, como propusieron Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, ya que para hacerlo se requiere contar con la unanimidad. La UE procede así a establecer un nuevo pacto fiscal. Es un nuevo tratado multilateral al interior de la región, paralelo al de Lisboa, y que permitiría tomar acuerdos sin el veto británico. Los análisis se centraron en este hecho político, no poniendo la atención en la incapacidad de la cumbre para enfrentar la crisis.
El primer ministro londinense, David Cameron, exigió que para sumarse al acuerdo se concedieran al Reino Unido algunas excepciones. “Ha pedido –declaró Nicolás Sarkozy- lo que todos hemos considerado inaceptable, un protocolo en el tratado que permita eximir al Reino Unido de algunas reglas sobre servicios financieros (…). No hemos podido aceptar –subrayó-, porque parte de los problemas del mundo vienen de la desregulación de los servicios financieros” (10/12/11). El rechazo de Londres era conocido antes de la reunión de Bruselas y no pudo superarse en prolongadas reuniones durante su desarrollo.
Es una determinación que causó fricciones en la coalición gubernamental británica, dado que uno de sus partidos integrantes, el liberal demócrata, está decididamente por acuerdos con Europa. Sin embargo, el viceprimer ministro, el líder liberal demócrata Nick Clegg, manifestó que no dejarían el gobierno de coalición, pues su quiebre en momentos de incertidumbre conduciría a “un desastre económico” (13/12/11).
Después de la cumbre las relaciones entre París y Londres se deterioraron aún más. El gobernador del Banco de Francia y consejero del BCE, Christian Noyer, en unas inusitadas declaraciones, ante la insistente afirmación de que las calificadoras de riesgos procederán a rebajar la triple A francesa, señaló: “Las agencias deberían empezar por degradar la triple A de Gran Bretaña: ellos tienen déficits más altos, más deuda, más inflación, menos crecimiento que nosotros y su crédito se está encogiendo” (16/12/11). Noyer no consideró, eso sí, el “pequeño detalle” que Gran Bretaña cuenta con un banco central en condiciones de actuar como prestamista de última instancia, papel que el BCE no puede cumplir.
El euroescepticismo de Cameron y el Partido Conservador no constituye históricamente un hecho nuevo. Corresponde a la actitud que tuvo Margaret Tatcher en 1984 durante la cumbre europea de Fontainebleau efectuada en 1984 y al rechazo de hacer suyo el tratado de Maastricht en 1992 que condujo al euro y a la formación del BCE. “Había un documento encima de la mesa –señaló Cameron- que no protegía adecuadamente los intereses británicos, y por eso dije no (…) (10/12/11).
Las decisiones adoptadas en la cumbre conducirán en el futuro próximo las medidas de austeridad, en una región del mundo que se encuentra en recesión y donde existen 23 millones de desempleados. Los principales acuerdos establecen llegar, en una norma a inscribirse en las constituciones o legislaciones equivalentes, a presupuestos fiscales equilibrados o con superávit que permiten un déficit fiscal de 0,5% del producto, cuya observación será supervisada por la Corte Europea de Justicia. De tenerse déficit superiores al 3% del PIB o una deuda mayor al 60% del producto se les aplicará automáticamente sanciones. Se adelantó la vigencia del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) a julio de 2012 y se estableció que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) será gestionado por el BCE. No hubo acuerdos que condujesen a darle más atribuciones y flexibilidad al Banco Central que es la única instancia con capacidad de actuar rápidamente “Mi temor –escribió Miguel Mora en El País- es que el pacto solo sirva para alargar la agonía unos años, y que el euro acabe estallando por inacción porque la gente empiece a pasar hambre” (11/12/11).
Las políticas de austeridad, además de contraer la economía, provienen del error de partir del supuesto que el origen de la crisis en la eurozona es una consecuencia de los déficits fiscales o de las elevadas deudas públicas cuando los hechos no lo demuestran. Al contrario, si se considera el año 2007, cuando estalló la crisis financiera global, el único país de la eurozona con un déficit fiscal superior al 3% era Grecia, por el incremento gigantesco del gasto público provocado por un gobierno de derecha, cuyo partido más importante vuelve a estar, en el contexto creado después de la renuncia de Papandreu, en la coalición de gobierno paradojalmente para aplicar un plan orientado a reducir drásticamente el saldo rojo en las cuentas presupuestarias. En ese mismo año 2007, los países con deudas públicas mayores al 60% del producto eran Grecia, Portugal, Italia y Bélgica. Los hechos demuestran que el problema central era otro: elevados desajustes en las cuentas corrientes de las balanzas de pagos, con países de elevados déficits y otros, al revés, de altos superávits. Las políticas contractivas generales propiciadas por Bruselas no resuelven los desequilibrios en cuenta corriente.
“La incapacidad de reconocer que una unión monetaria es vulnerable a una crisis en la balanza de pagos, en ausencia de integración fiscal y financiera –subrayó Wolf-, casi asegura una repetición. Lo que es peor –añadió-, centrarse en la austeridad garantiza que la respuesta a la crisis será pro-cíclica, como vemos claramente” (07/12/11). La Eurocámara criticó, en presencia del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y al presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, la carencia de medidas en la lucha contra la crisis y poner su atención unilateralmente en la austeridad fiscal en vez de preocuparse por el crecimiento económico.
El economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, valoró los pasos hacia una mayor integración económica, pero indicó que no es la solución para la crisis de la deuda. “(…) es parte de la solución –manifestó- pero no es la solución” (12/12/11). Más aún, expresó su preocupación por “las posiciones extremas” de algunos gobiernos, señalando que los mercados, o sea los grandes intereses financieros que se expresan en ellas, desean consolidación pero también crecimiento. Se pronunció explícitamente porque la consolidación fiscal, “una forma bonita –precisó- de decir austeridad” debe ser un proceso creíble a medio plazo para “no matar el crecimiento” (15/12/11). Política que no es la seguida en la región.
Cada vez hay más países de la eurozona en recesión. Holanda informó oficialmente que al caer durante el segundo semestre durante dos trimestres consecutivos se encontraba en recesión. El presidente del BCE, Mario Draghi, calificó de “inevitable” –una semana después de la cumbre- una contracción económica en la eurozona como consecuencia de las medidas de ajuste, al tiempo que volvió a afirmar –como se viene haciendo ya desde cerca de dos años que “será mitigada a corto plazo por la recuperación de la confianza” (16/12/11). En su opinión, es claro, recuperar la confianza es sinónimo de garantizar a los inversores que se les va a pagar toda la deuda y que Grecia con reducción “voluntaria” de las acreencias constituiría un caso “único”. Su política es la defensa de los bancos acreedores.
Previo a la cumbre de Bruselas, el BCE decidió un conjunto de medidas para ir en apoyo de la deteriorada banca comercial de la eurozona, que enfrenta el peligro de que algunos de los países integrantes de la región entren en cesación de pagos que los afectaría directamente por sus elevadas acreencias en ellos. Una de las decisiones del BCE fue disminuir sus tasas de interés al 1%, aumentadas equivocadamente pocos meses antes hasta 1,5%, suponiendo que la inflación pasaría a ser el problema principal. Esta reducción de tasas, en un contexto recesivo tiende a tener un efecto marginal, como destacó Keynes. Más aún si se considera que en la banca comercial predomina el riesgo e incluso se contraen los préstamos interbancarios.
Una segunda medida fue aumentar la “barra de liquidez” a tres años, de los trece meses en que la tenía establecida hasta ese momento, o sea está dispuesto a concederles créditos hasta 36 meses con una tasa de interés de apenas 1%, aceptando cualquier tipo de documentos como colateral. “Draghi –comentó José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney- acepta hasta el papel higiénico como colateral” (09/12/11). Ello le genera una elevada ganancia a los bancos, dado que se pueden endeudar con el BCE y adquirir bonos a tres años con una tasa mucho más elevada. Además pueden disponer de financiamiento en dólares aprovechando la intervención coordinada acordada entre los bancos centrales de EE.UU., Japón, Reino Unido, Canadá, Suiza y el BCE, que le permite a éste entregar préstamos en la divisa norteamericana a los bancos bajo su jurisdicción.
Las ventajas concedidas a los bancos comerciales crea un sistema indirecto para que el BCE proporcione liquidez. “Los tratados dicen –señaló Mario Draghi al ser consultado sobre si el banco central puede adquirir eurobonos, de acordar emitirse- que no se puede monetizar la deuda y los bancos centrales deben respetar las reglas (09/12/11). Sin embargo, concediéndole financiamiento a los bancos comerciales permite indirectamente que la deuda se monetice.
El año finaliza siendo la profunda crisis de la eurozona el problema económico más agudo a nivel global, estableciendo un gran peligro sobre la evolución futura del conjunto de la economía y, por tanto, para todos los países. El nuevo pacto concordado en la cumbre, que Angela Merkel y Nicolás Sarkozy, definieron como de estabilidad y crecimiento no puso fin a la estabilidad y acentuará por un largo período el estancamiento con claras consecuencias negativas. Esta preocupación fue expresada claramente por Christine Lagarde, directora del FMI. “Hay razones de preocupación –manifestó- no solo para la zona euro, no solo para la Unión Europea, no solo para las economías avanzadas. No hay una sola economía en el mundo (…) que será inmune a la crisis que vemos, que no solo se está extendiendo, sino intensificándose” (10/12/11).
Por Hugo Fazio
El Ciudadano