Hace unos 300 años, Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos de Norteamérica alertaba de los peligros de las entidades bancarias sin control: “Los bancos son más peligrosos para nuestras libertades que los ejércitos en armas”. Esas libertades son la otra cara de la moneda. Los ciudadanos ven cómo las entidades que no quieren prestarles dinero les imponen unas comisiones cada vez más caras. Es el negocio de la usura, que sólo busca el beneficio propio y que ha invertido los términos del acuerdo. Bancos y cajas ya no sirven a los ciudadanos, sino al revés.
En la Unión Europea, las tarifas por movimientos bancarios han aumentado una media de 111 euros anuales, aunque las diferencias entre países son notables. Según datos de la Comisión Europea, los italianos son los ciudadanos europeos más gravados con 253 euros anuales, y los búlgaros los que menos tasas pagan: 27 euros.
Hemos hecho imprescindible a la banca. Y ella se ha encargado de aumentar la dependencia a su favor. Es imposible imaginar nuestra vida sin tarjetas de crédito o débito, sin cajeros, sin transferencias, sin domiciliación bancaria… Todo ello nos ha hecho la vida más fácil. Pero pagamos por ello un precio muy alto. La confusión y la falta de transparencia reinan en el sector. Se trata de empresas que disponen de nuestro dinero, nuestros ahorros, el fruto de nuestro trabajo. No sabemos lo que van a hacer con él, cuándo van a aumentar los gravámenes de nuestro contrato, ni siquiera cuánto tendremos que pagarles a final de mes ni porqué. Entregamos nuestra nómina a cambio de un juego de cocina y el contrato más beneficioso posible. Con el paso del tiempo nos hemos quedado sólo con ollas y sartenes.
Estados y organismos supranacionales exigen e imponen austeridad. Pero sólo se aplica a los ciudadanos, indefensos frente a “los mercados”. Para empresas que registran beneficios y despiden trabajadores no existen imposiciones. Para entidades financieras que especulan con el dinero de sus clientes y les exprimen a base de tasas tampoco. Hemos vuelto a los tiempos de la ley del más fuerte, donde el más poderoso es el que más dinero posee.
Los Bancos Nacionales y supranacionales tienen la misión de controlar los cobros que realizan bancos y cajas. Miden el resultado del juego, sin imponer normas ni sanciones. Registran los números y olvidan a las personas. Es necesaria la creación de bancos públicos controlados por los gobiernos. Significaría una victoria de la política frente a la tiranía de los mercados. Se trata de democratizar las entidades financieras.
Medidas más humanas podrían llevarse a cabo con voluntad política. El Gobierno de España obligará a los bancos y cajas a detallar cada enero a sus clientes los cobros que les han realizado el año anterior. Además, deberán habilitar un espacio en su web para explicar la cuantía y el concepto de las comisiones. Con esta medida se aporta transparencia a las actividades del sector bancario.
La Tasa Tobin o Impuesto Sobre Las Transacciones Financieras que gravaría el flujo internacional de capitales, suena cada vez con más fuerza. Las ganancias obtenidas con este impuesto servirían para paliar la crisis económica, frenar las actividades especulativas y controlar los paraísos fiscales. Además aportarían los fondos necesarios para realizar rescates a países en apuros, como ha tenido que hacerse en Europa con Grecia o Portugal.
El poder de la banca puede y debe ser limitado. Depende de la voluntad política de nuestros gobernantes poner freno al poder de bancos y cajas, que emplean a sus clientes como simples medios para obtener beneficios. En la situación actual de crisis económica, medidas como reducir las concesiones de préstamos o subir las comisiones bancarias, limitan aún más las posibilidades de miles de familias de poner un plato sobre la mesa.
Por Javier Fernández Díaz
El Ciudadano