Desempleo Juvenil, manteniendo las esperanzas


Autor: Director

Pedro sale de su casa en busca de trabajo. Con sólo 7º básico sabe que sus opciones laborales son escasas. Por eso no pierde tiempo y visita directamente las obras en construcción de la ciudad. La espera es larga, pues él es uno más de los muchos jóvenes que cada mañana hacen el mismo recorrido. “Tengo 25 años y he realizado trabajos esporádicos como albañil. A veces me llaman, pero últimamente el trabajo es poco porque están pidiendo capacitación”, explica este joven obrero, quien gentilmente decidió contarnos su experiencia.


Pedro sale de su casa en busca de trabajo. Con sólo 7º básico sabe que sus opciones laborales son escasas. Por eso no pierde tiempo y visita directamente las obras en construcción de la ciudad. La espera es larga, pues él es uno más de los muchos jóvenes que cada mañana hacen el mismo recorrido. “Tengo 25 años y he realizado trabajos esporádicos como albañil. A veces me llaman, pero últimamente el trabajo es poco porque están pidiendo capacitación”, explica este joven obrero, quien gentilmente decidió contarnos su experiencia.
Actualmente vive en Valdivia y su historia es similar a la de cientos de jóvenes en el país, quienes con baja escolaridad mantienen viva la esperanza de encontrar un trabajo digno, que alimente a sus familias.
El empleo ha sido una de las prioridades de los gobiernos de la Concertación. Se han creado programas para paliar la cesantía y se han reforzado los instrumentos de contratación, como el Proempleo. Por la prensa se exponen los logros, pero el tema no desaparece, y dentro del porcentaje de cesantía presente en nuestro país, el desempleo juvenil lleva la delantera.

¿CUÁLES SERÍAN LAS CAUSAS DE ESTE FENÓMENO?
Según analistas, como Roberto Méndez, Presidente de Adimark, se estaría instalando una alta cesantía en este segmento, que permanece inmóvil frente a otros grupos etáreos, incluyendo al de mayores de 50 años.
Las aristas de este problema son difíciles de manejar por su complejidad: escasa educación de los padres, mujeres jefas de hogar que deben sobrevivir junto a sus hijos, menores que abandonan la escuela para apoyar el ingreso familiar, niñas que cuidan a sus hermanos mientras los padres trabajan y realizan labores domésticas no remuneradas.
“Mi hermana quedó embarazada a los 17 años. Ahora trabaja para alimentar a su hija y vive con nosotros. Somos cinco personas en una pequeña casa. La plata no alcanza porque entre todos no llegamos a los 150 mil pesos”, nos cuenta Pedro.
Los problemas de hacinamiento son una consecuencia de la dura realidad de la cesantía en Chile. Los miembros de la familia deben compartir espacios reducidos que facilitan el descontento y la desmotivación. Otra consecuencia grave es la delincuencia.

LAS ARISTAS DEL PROBLEMA
El abandono del padre es el motivo frecuente por el cual las mujeres se convierten en jefas de hogar. Debido a la falta de estudio y experiencia laboral, ellas ganan poco dinero y tienen escasos beneficios. Cuando los hijos se enferman deben dejar el empleo por algunos días o semanas, perdiendo sus fuentes laborales, sin gozar de previsión ni salud.
La precaria inserción laboral de estas mujeres genera un escenario que exige a los hijos colaborar en la supervivencia familiar. La evidencia muestra que los hijos entre 15 y 18 años trabajan en mayor proporción si su madre es la jefa de hogar (11.3%), que si lo es su padre (5.4%). El aporte de los hijos menores de 18 años al ingreso del hogar es mayor en los hogares donde la mujer es jefa, contribuyendo con el 17.4% de los ingresos del hogar, frente al 12.4% cuando el jefe del hogar es hombre, diferencia que es más acentuada en los quintiles de más bajos ingresos.
Los niños que trabajan, abandonan la escuela, llevar comida a la casa es la prioridad. Así comienza a crearse el círculo de pobreza, tan difícil de cortar. “Yo dejé la escuela en 7º básico porque le ayudaba a mi papá vendiendo verduras. Y como nos iba bien decidí no seguir estudiando. Pero ahora me arrepiento, porque no sé hacer nada”, confiesa Pedro.
Este joven obrero pertenece al quintil tres, es decir, personas que ganan menos de $106.867. Junto al quintil uno y dos, es el grupo más afectado por la deserción escolar. Según el Mideplan, tres de cada cuatro niños y adolescentes de estos grupos, entre 12 y 17 años (77%), no asisten a la escuela o liceo. La falta de recursos económicos sienta las bases del trabajo adolescente, ya sea remunerado fuera del hogar o ayudando a sus padres.
En los sectores más pobres, el 40% de los jóvenes está cesante (INE, marzo – mayo 2006). El segmento más vulnerable está entre los 15 y 24 años de edad con un 19,8%. Si la muestra es acotada al tramo 15 y 19 años, la cifra se eleva al 28,3%, lo que equivale a 51.680 jóvenes que no trabajan ni estudian.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) entregó un estudió hace algunas semanas, donde se señala que en el país trabajan 196.000 menores de 18 años, de los cuales 107.000 lo hacen en condiciones calificadas como inaceptables. En este grupo están el 55,7% de los jóvenes que no asiste a la escuela.
Otro elemento importante a considerar, es el trabajo no remunerado de jóvenes que deben asumir labores domésticas a temprana edad. Cuando los padres trabajan y no hay quien cuide a los hermanos, la hija mayor se convierte en una pequeña madre, su trabajo se hace incompatible con la asistencia a la escuela.
Las variables mencionadas son preocupantes. Se trata de jóvenes con escasas posibilidades de progreso social. Desde el año 1990 que la fuerza laboral juvenil viene disminuyendo, llegando al nivel mínimo de la década en el año 2001.

¿DESEMPLEO JUVENIL = DELINCUENCIA?
Para la coordinadora del Programa Seguridad y Ciudadanía de FLACSO, Lucía Dammert, el desempleo produce un incremento en la violencia, pues los jóvenes que no estudian ni trabajan tienen mayor inclinación a cometer delitos o involucrarse en el consumo de drogas. La precaria oferta laboral influye negativamente en los sueños a largo plazo, porque sólo pueden optar a salarios más bajos, muy limitado a las proyecciones.
En tanto, el economista de la Universidad de Chile, José Miguel Benavente, relaciona directamente el nivel de desempleo con la cantidad de delitos que cometen los jóvenes; donde el robo es la falta más común seguida por el hurto. Para el profesional, la delincuencia juvenil posee dos formas: la que se hace “como forma de vida” y la delincuencia “por oportunidad”. La primera está asociada con la historia familiar y una crianza literalmente en la calle; en este grupo la tasa de desempleo es fiel reflejo de la situación de sus familias. Para Benavente, en esos casos a los delincuentes no les interesa buscar trabajo. Por su parte, la delincuencia “por oportunidad” se da cuando el joven desempleado descubre que puede ganar dinero cometiendo delitos; en este caso la delincuencia es el reflejo de la desocupación.

Cecilia López


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