Desempleo y desigualdad estructural

Edgardo Boeninger sostuvo que la administración Aylwin cumplió la misión de “legitimar (…) por su propia convicción” el modelo económico impuesto en los años de la dictadura

Desempleo y desigualdad estructural

Autor: Wari

Edgardo Boeninger sostuvo que la administración Aylwin cumplió la misión de “legitimar (…) por su propia convicción” el modelo económico impuesto en los años de la dictadura.

Al comenzar el primer gobierno de la Concertación se decidió explícitamente asumir la política económica impuesta en los años de dictadura, inspirada en formulaciones aprendidas en la Universidad de Chicago.

La constatación pública la efectuó Edgardo Boeninger quien fue ministro Secretario General de la Presidencia durante el gobierno de Patricio Aylwin en una conferencia pronunciada con motivo del Primer Congreso Iberoamericano de Ciencias Políticas. Destacó que durante el régimen de Pinochet se lograron reformas económicas “muy significativas”. Sosteniendo que la administración Aylwin cumplió la misión de “legitimar (…) por su propia convicción” el modelo económico impuesto en los años de la dictadura.

“Sin esta legitimación –explicitó-, el modelo de economía abierto hacia el exterior, basado en la propiedad privada y de mercado, no se habría desarrollado en Chile. Hemos legitimado el pasado sobre la base de que éste es parte de la realidad del Chile del presente y del futuro”, sentenció.

Pocos años antes, estas políticas se habían recopilado en el decálogo del Consenso de Washington, cuyas ideas centrales fueron abrir la economía, tanto en el plano comercial como en el movimiento de capitales, sostener que los equilibrios económicos se consiguen a través de mecanismos de mercado y, por ende, la reducción al máximo en el papel del Estado.

EL MUNDO EN LA ECONOMÍA CHILENA

El curso de la economía chilena en estas dos décadas, tanto en momentos positivos como negativos, se explican en gran medida por acontecimientos externos. En este período el país experimentó los efectos de dos crisis externas de magnitud: La originada a mediados de 1997 en los países del sudeste asiático y la actual, iniciada en Estados Unidos una década después.

En ambas oportunidades, las autoridades chilenas negaron que ellas fuesen a tener efectos en una economía tan abierta como la chilena, lo cual es imposible. Aún más, el grado de apertura se profundizó durante el periodo.

En 1998, Eduardo Frei negó rotundamente que Chile y América Latina se enfrentasen a un curso recesivo. “Cuando yo señalo –manifestó el 24 de julio de 1998– que en nuestra región no estamos en crisis, es que estoy diciendo la verdad. Solamente estamos en un escenario donde enfrentamos problemas provenientes del exterior”. En esos días comenzaba en el país la recesión 1998-1999.

Iniciada la crisis económica en curso, en agosto de 2007, Velasco no pudo continuar hablando de expansión mundial, se había iniciado la crisis y debió reconocer que existían “remezones” en la economía internacional. A pesar de ello insistió –en oposición a hechos igualmente muy evidentes– que “cuando las cosas se hacen bien -expresó con modestia-, más allá de los remezones de la economía internacional, en Chile somos capaces de seguir creciendo y de seguir generando empleo” (23/08/09).

Ninguna de las dos aseveraciones se produjo. Desde luego, al generarse la desaceleración económica, las tasas de desempleo dejaron de reducirse, sin nunca volver a los niveles del primer semestre de 1998, para luego crecer, entrando la economía en el segundo semestre de 2008 en un curso recesivo que se prolongó por algo más de un año.

Negarse a ver las repercusiones de la crisis en la economía chilena condujo a que las políticas anticíclicas, tanto fiscales como monetarias, se adoptasen tardíamente, recién en los inicios de 2009, cuando el Banco Central comenzó a reducir las tasas de interés, y fiscalmente cuando se modificó para aumentar el gasto público el presupuesto del año, aprobado un par de meses antes.

ALZA DE LA ECONOMÍA EN EL PERÍODO

En el período, el momento más favorable externo para la economía chilena analizado, se produjo desde 2004 hasta mediados de 2008, o sea hacia fines de la administración Lagos y la mayor parte del gobierno de Michelle Bachelet. Se combinaron una serie de acontecimientos, un alza en el precio del cobre en los mercados internacionales que como tope alcanzó, en abril de 2008 US$3,94 la libra, bajas tasas de interés a nivel global, un crecimiento promedio mundial elevado y un amplio acceso a recursos financieros externos.

Lamentablemente, esta fase favorable fue escasamente aprovechada por el país. Los grandes beneficiarios del alto precio en el cobre fueron las empresas privadas que lo explotan mayoritariamente, alcanzando tasas de rentabilidad espectaculares que sacaron del país y en una parte menor la destinaron a inversiones tras ganancias futuras.

El aumento de los ingresos fiscales se destinó por encima de la cotización del metal rojo estimado de tendencia, o sea a mantenerse como promedio en un horizonte de diez años para colocarlo en activos financieros en el exterior, no destinándolo a modificar la estructura productiva del país o a mejorar las condiciones de vida de los millones de chilenos que subsisten en condiciones precarias.

Esos recursos recién se utilizaron en 2009 para cubrir en parte el déficit presupuestario, originado en los menores ingresos, consecuencia de la caída en la actividad económica y el mayor gasto producto de las políticas anticíclicas. Este uso de financiamiento con recursos colocados en el exterior se transformó en un factor adicional de revaluación del peso.

Inexplicablemente el Banco Central rechazó adquirirlos directamente, con lo cual se habría evitado la presión revaluatoria. Son las incongruencias de mantener un instituto emisor autónomo, que se aferra a concepciones fundamentalistas, sin tener en consideración el interés nacional.

De esta manera acumular divisas en fondos soberanos en el exterior, destinando unilateralmente a este propósito los excedentes fiscales originados por el alto precio del cobre –que vuelven a producirse-, para ser utilizados cuando el país lo requiriese se transformó en un absurdo: Cuando se precisan no pueden emplearse, dado que si se ingresan es un factor revaluatorio, que el Banco Central se negó a evitar. Constituye una comedia de equivocaciones. Es claro, negativa para el país.

Los años de dictadura transformaron a Chile en uno de los de mayor regresividad a nivel mundial en la distribución de los ingresos. Mejorar la distribución de los ingresos requiere afectar en alguna proporción a quienes son receptores en mayor cuantía de ellos, lo cual es imposible de lograr si prácticamente durante las dos décadas todos los acuerdos económico-sociales fundamentales se adoptaron en consenso con la derecha.

Desde la crisis del sudeste asiático, que empujó al alza violentamente la desocupación, el país nunca recuperó las tasas previas a la recesión de 1998-1999. Dicho en otras palabras, durante todo el último ciclo económico se mide de recesión a recesión nunca se volvió a los porcentajes de desocupación de la fuerza laboral previos a la contracción experimentada hace más de una década.

En el país existe, por tanto, claramente desempleo estructural. El aparato económico es incapaz de ofrecer la cantidad de puestos de trabajo que se requieren, incluso en períodos para el país extraordinariamente favorables como el que se extendió entre el 2004 y mediados de 2008.

Por Hugo Fazio Rigazzi

El autor es economista, director del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (Cenda). Docente en Arcis, Academia de Humanismo Cristiano y Universidad de Chile. Entre 1970-1973 fue vicepresidente del Banco Central y representante de Chile ante el BID.

Fotografía: Alameda con Santa Rosa durante el gobierno de Ricardo Lagos, año 2000. Por Álvaro Hoppe.

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