Economía Social y Desarrollo Sustentable: Un Vínculo Posible

A pocos días del término de la cumbre de Río + 20, parece claro que la ciudadanía ha dejado de cifrar sus esperanzas en estas citas multinacionales, pues la sociedad civil ya no espera que de ellas surjan grandes soluciones ni grandes acuerdos

Economía Social y Desarrollo Sustentable: Un Vínculo Posible

Autor: Mauricio Becerra

A pocos días del término de la cumbre de Río + 20, parece claro que la ciudadanía ha dejado de cifrar sus esperanzas en estas citas multinacionales, pues la sociedad civil ya no espera que de ellas surjan grandes soluciones ni grandes acuerdos.

Este desencanto tiene que ver básicamente con que las complejidades de los problemas sociales, ambientales y económicos son de tal magnitud que escapan a lo que una cita de pocos días pueda alcanzar. Especialmente en los tópicos ambientales, gobiernos y multinacionales aparecen como los culpables frente a una ciudadanía que en los últimos años ha aumentado en cuanto a capacidad de organización y claridad de sus demandas.

Desde mi perspectiva, tanto el mercado como las empresas privadas con ánimo de lucro hacen su actividad en función de los criterios de sus propietarios e inversores y no tienen un sentido de responsabilidad social intrínseca. El rol del Estado, por otra parte, en muchos países ha ido perdiendo eficacia en la medida que se liberaliza la economía, se promueve la circulación de los capitales y todo queda en un contexto donde los gobiernos tienen pocas herramientas para poner límites a la empresa.

Al respecto, se ha hablado de la economía social y solidaria (ESS) como la alternativa a la imposición de una economía verde, que según sus detractores no es otra cosa que seguir con el actual modelo económico, pero empleando tecnologías más limpias para reducir su huella de carbono.

Es importante es ser cauto en este tipo de aseveraciones y también tener en cuenta que la Economía Social no es en sí misma una solución mágica a los problemas que presenta el desafío de la preservación del medio ambiente y de un enfoque económico más sustentable.

Sin embargo, por sus principios, la ESS sí puede tener una visión más sostenible y amigable con su entorno.

Para ejemplificarlo podemos verlo desde tres perspectivas.

La primera es que, efectivamente la mayor parte de las organizaciones que uno puede definir como integrantes de la ESS, tienen una identificación con un determinado territorio. Por lo tanto, el sentido común va a apuntar a que debiera haber una mayor preocupación por la preservación de ese entorno. Esto, a diferencia de la empresa privada anónima, que es un ente foráneo que explota, profita y se va del lugar una vez agotados los recursos.

El segundo punto es que las empresas y organizaciones de la ESS pueden asumir un rol de liderazgo en la preservación del medio ambiente y logren tener un rol de protagonismo en distintas acciones y planteamientos que tengan que ver con la preservación del medio ambiente, que permita movilizar personas, recursos y que permita generar conciencia y una actuación sistemática frente a los distintos poderes públicos y privados, no tan solo porque su actividad económica empresarial sea sustentable, sino porque esta es su bandera de lucha ante la comunidad.

Una tercera vía es que las entidades de ESS se aboquen a emprendimientos sociales que estén orientados expresamente a la promoción y cuidado del medio ambiente y que produzcan tecnología que pueda ser apropiada por la población. De esa forma, pueden, por una parte generar soluciones que hoy no existen y que no están siendo acogidos ni asumidos por nadie y, por otra, dado que no se tiene como primera prioridad el lucro, puede permitir la generación de soluciones económicamente más eficientes que una empresa que persigue un alto nivel de rentabilidad,

Este 7 de julio, jornada en que se celebrará el Día Internacional de las Cooperativas, que son parte importante de la economía social y solidaria– junto a las mutuales, gremios, federaciones, sindicatos y otras entidades sin fines de lucro– vale la pena hacer este ejercicio de reflexión, pues sus más de 800 millones de socios en más de 820.000 empresas cooperativas, que orientan sus bienes y servicios para mejorar la calidad de vida a la mitad de la población mundial son merecedores de mayor visibilidad y reconocimiento.

Presente en los cinco continentes y casi la totalidad de los países del globo, el mundo cooperativo desenvuelve su actividad económico-social en diversos contextos políticos y sociales, promoviendo la provisión de bienes y servicios en el ámbito del desarrollo rural, el empleo, la vivienda, los servicios financieros, la salud y la educación, entre otros, a través de una fórmula empresarial de carácter solidario y democrático, siendo un modelo de empresa privada que ya por más de 150 años impulsa un modelo de economía inclusiva y plural.

En nuestro país el sector cooperativo ha vivido en los últimos años muy diversas realidades y contextos. En la actualidad tiene cerca de mil empresas que agrupan sobre 1.300.000 socios, destacándose sus aportes en el ámbito de los servicios financieros, la producción agrícola, la vivienda, el agua potable y la electrificación rural entre otros.

Con todo esto a su haber, y mirando los grandes desafíos que tiene la humanidad y nuestro país en muy diversa cantidad de temas que el modelo cooperativo ha sido, es y seguirá siendo parte de la solución y no de los problemas que tiene la gente en su vida diaria.

Mario Radrigán

*Antropólogo de la Universidad de Chile y doctor en economía aplicada de la Universidad Valencia. Actualmente es académico de la FAE USACH, profesor del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile y director del Centro Internacional de Economía Social y Cooperativa (CIESCOOP) de la Universidad de Santiago.


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