El traumático acuerdo obtenido en el Congreso norteamericano para impedir una cesación de pagos debilitó aún más a la economía estadounidense haciendo más probable que se produzca una doble recesión, alternativa que a comienzos de año con optimismo se daba por descartada. En el primer semestre ya la economía creció escasamente, apenas en un 0,85% en doce meses, con estímulos fiscales en proceso de agotamiento y la Reserva Federal poniendo fin a su política de relajamiento cuantitativo. La decisión concordada entre una mayoría de parlamentarios demócratas y republicanos y un presidente, Barack Obama, que cedió en la generalidad de sus planteamientos iniciales, implica adoptar una política de austeridad fiscal, de reducción del gasto, que afecta todavía más el débil crecimiento. The Economist cifró en un 50% la posibilidad de que en 2012 se produzca una nueva recesión, considerando en su visión que la frágil expansión le habría puesto fin. En verdad, como declaró el ex economista jefe del FMI Kenneth Rogoff, la afirmación de que la recesión finalizó a mediados de 2009 “es absurda” y significa no entender las profundidades de una contracción económica después de una crisis financiera y además definir de una manera estrecha dicho término. En una economía debilitada se requiere una política fiscal anticíclica. La decisión adoptada va en la dirección inversa.
El Tesoro norteamericano podrá honrar sus compromisos luego del acuerdo concluido entre Barack Obama y el Congreso, pero revivió claramente la posibilidad en su economía de una doble caída, que se produzca la fatídica W. Las medidas de austeridad fiscal adoptadas la acercan. Los modelos de los bancos de inversión estadounidenses establecen que si el incremento de la desocupación es superior a tres décimas en un trimestre, existe gran posibilidad de que la economía se contraiga en el lapso de un semestre. En marzo la tasa de desempleo fue de 8,9% para llegar en junio a 9,2% y descender en julio a 9,1%. El compromiso suscrito puso fin a la posibilidad de un nuevo plan de estímulo fiscal, cuando los mecanismos anteriores utilizados viven una fase de extinción. Como sintetizó The New York Times, “para evitar el caos, un acuerdo terrible”.
“No es solo –escribió Paul Krugman- que la amenaza de una recaída en la recesión se haya vuelto muy real. Ahora –añadió- es imposible negar lo evidente, que es que no estamos en camino de la recuperación y que no lo hemos estado nunca. (…) a los mercados no les preocupa ni la solvencia ni la inflación de EE.UU. Lo que les preocupa es su falta de crecimiento. Y tienen razón, aún cuando el secretario de prensa de la Casa Blanca decidiera, inexplicablemente, declarar (…) que no hay amenaza de una recesión doble” (07/08/11).
A último momento, Barack Obama y los principales líderes republicanos y demócratas en el Congreso alcanzaron un acuerdo evitando que por primera vez en su historia se produjese la declaratoria por EE.UU. de la suspensión de pagos, resolución adoptada con la oposición desde un primer momento de la izquierda demócrata y del ultra derechista Tea Party. En la Cámara de Representantes se aprobó con el voto en contra de 95 demócratas y de 66 miembros del Tea Party. En el Senado 19 de 46 republicanos se opusieron. El Partido Demócrata es el que más renuncios efectuó en sus planteamientos, mientras los republicanos manifestaron intransigencia y desunión.
El pacto estableció que en lo inmediato el gasto público se recortará, a partir del primero de octubre, ampliándose paralelamente el límite de la deuda en US$917.000 millones. Simultáneamente entró en funcionamiento una comisión bipartidista con plenos poderes para acordar recortes adicionales del gasto, los cuales deben ser aceptados sin enmiendas por el Congreso, procediéndose a incrementar nuevamente el techo de la deuda. En caso de no aprobarse sus propuestas o no llegarse a acuerdo se aplicará en 2012 automáticamente un aumento de la deuda y un recorte en el gasto de US$1,2 billones, la mitad de los cuales serán en Defensa y la otra mitad en la ayuda de salud a los pensionados. El recorte total de gastos será de US$2,1 billones, monto equivalente según estimaciones de la Oficina de Presupuestos del Congreso estadounidense, a un 16% del producto actual.
La resolución se produjo en línea con las posiciones republicanas, de condicionar los incrementos en el endeudamiento a reducciones en el gasto público sin que se establezcan aumentos de impuestos, que permitan también reducir el déficit fiscal. El mayor logro de Obama es que no deba ser votado nuevamente en el Congreso hasta pasadas las elecciones presidenciales de 2012. La Casa Blanca aceptó condiciones con las cuales no estaba de acuerdo para lograr subir el techo de la deuda aprobado 77 veces en los cincuenta años precedentes en determinaciones que no revistieron mayor trascendencia.
“Los republicanos -subrayó Clive Crook en Financial Times- hicieron una apuesta enorme. (…) apenas se movieron, y los demócratas cedieron. Muchos en su propio partido culpan al presidente. Dicen que se rindió. Los republicanos –agregó- tomaron el país de rehén, vinculando el techo de la deuda a sus planes de recortes del gasto, y negándose a desviarse” (02/08/11).
Una semana antes de suscribirse el compromiso Obama había demandado “a los norteamericanos más ricos y a las corporaciones más grandes a renunciar a algunas de sus ventajas fiscales y deducciones especiales”. No lo consiguió. Obama, comentó inmediatamente Paul Krugman, “siempre empieza las negociaciones situándose a mitad de camino, y a medida que el otro se corre hacia la derecha, él le sigue en esa dirección” (01/08/11).
“El acuerdo -expresó el premio Nobel luego de adoptarse- en sí es un desastre, y no solo para el presidente Obama y su partido. Dañará la ya deprimida economía del país. Lo peor que se puede hacer en estas circunstancias es recortar el gasto del gobierno (…). No se confundan, estamos siendo testigos de una catástrofe en múltiples niveles. Lo que los republicanos lograron es cuestionar todo nuestro sistema de gobierno” (02/08/11). El presidente Obama –comentó a su vez Kenneth Roggof, ex economista jefe del FMI- cometió un error tremendo en abril, cuando negoció el presupuesto (…) y pensó que sería capaz de lograr un compromiso (presupuestario) (…) actuó mal al no negociar un acuerdo fiscal más amplio” (31/07/11).
Antes que transcurriese una semana de la adopción del acuerdo, la calificadora de riesgos Standard and Poor’s rebajó la nota de la deuda de largo plazo estadounidense de AAA a AA+ debido a que, señaló su máximo responsable David Beers, el largo debate en el Congreso puso de relieve la “débil e improvisada política fiscal estadounidense” (06/08/11). Es la primera vez que EE.UU. queda sin esta calificación. Las calificadoras de riesgo, están desprestigiadas, debido a sus continuos errores con consecuencias económicas negativas trascendentes.
“(…) cuando se trata de deuda del gobierno o soberana, las calificaciones, que van desde AAA a CC, -constató The Wall Street Journal- no son buenos predictores de si un país va a incumplir sus compromisos muestran los datos de 35 años recogidos en un análisis (…). Las calificaciones –agregó- tuvieron un desempeño particularmente malo en los doce meses previos a la cesación de pagos de un gobierno, cuando los inversionistas más necesitan de un referente. De las quince cesaciones de pagos de gobiernos que S&P ha seguido de cerca desde 1975, por ejemplo, la firma asignó una calificación de B o más alta a doce de los países un año antes del default. S&P, sin embargo, afirma que una calificación de B solo tiene una probabilidad promedio de 2% de entrar en cesación de pagos dentro de un año. En otras palabras S&P subestimó drásticamente el riesgo de cese de pago a un año en 80% de esos casos” (12/08/11). Sin embargo, sus informes continúan impactando globalmente los “mercados”, quienes siguen actuando teniendo en cuenta sus informes y recomendaciones.
La agencia Xinhua calificó, por su parte, a EE.UU. de “adicto a la deuda” y le demandó a que solucione su problema estructural, “asegurando los activos en dólares chinos” (06/08/11). “Para entender el furor que ha causado la decisión de (…) S&P de rebajar la deuda del gobierno estadounidense hay que tener en cuenta –recalcó Paul Krugman- dos ideas en apariencia contradictorias, aunque realmente no lo sean. La primera es que Estados Unidos ya no es de hecho el país estable y fiable que era antes. La segunda es que el propio S&P tiene todavía menos credibilidad, es el último sitio al que uno debe acudir para obtener una opinión sobre las perspectivas de nuestro país” (09/08/11).
Obama reaccionó ante la rebaja de la calificación de la deuda y la dura demanda China ofreciéndole a los republicanos un pacto para enfrentar los temas que quedaron pendientes al momento de aumentarse el techo de la deuda, incluso admitiendo la posibilidad exigida por los sectores de derecha más recalcitrantes de modificar el Medicare, el seguro público de las personas de edad.
EE.UU., como potencia mundial, sale debilitada del largo proceso que culminó en el regresivo compromiso fiscal. “El perdedor indiscutible –comentó El País- (…) es el propio Estados Unidos, que ha vivido una especie de Vietnam político en el que ha perdido prestigio como país, credibilidad como gran potencia y solvencia como patrón económico de referencia. Las naciones no alcanzan la categoría de potencias dominantes solo por poseer grandes economías o poderosos ejércitos. Es preciso que actúen acorde con los intereses genéricos del resto de los países, a favor de la prosperidad y de la paz mundial. Esta crisis –concluyó- ha desatado dudas razonables de que, en su actual situación política, EE.UU. sea capaz de hacerlo (…)” (01/08/11).
Desde ya se registran transformaciones relevantes en los mercados globales de deuda, que constituyen nuevas manifestaciones de cambios registrados en la economía mundial. La incertidumbre sobre el límite de la deuda estadounidense elevó el costo de los seguros contra una cesación de pagos de los bonos del Tesoro, colocándose por encima de los brasileños. “El cambio que hemos observado –comentó Mauro Leos, encargado latinoamericano de Moody’s- es bastante significativo. Y pienso –agregó- que es algo que seguirá incluso luego de que se resuelva este período de crisis” (01/08/11).
La prolongada negociación sobre el techo de la deuda tuvo lugar mientras la evolución de la economía norteamericana mostraba que el cuadro recesivo perduraba. En el primer semestre su producto creció escasamente un 0,85%, con relación a enero-junio de 2010, muy por debajo de su incremento potencial. En junio, el consumo -que explica la mayor parte del producto estadounidense cuando se calcula a partir de la demanda- experimentó su primera reducción en cerca de dos años. El Instituto de Gerencia y Abastecimiento informó que en julio el índice de actividad fabril bajó a 50,9 puntos, su menor nivel desde ese mismo mes en 2009, muy cerca del puntaje (50,0) que separa al crecimiento de la contracción. Todos los componentes del índice cayeron durante el mes. Caídas similares de 9,5 puntos porcentuales en tres meses, constituyeron anticipos de recesiones, con la excepción de 1984.
Paralelamente se informó por el Departamento de Comercio que la contracción económica en el período recesivo reconocido por la Oficina Nacional de Investigación Económica entre diciembre de 2007 y junio de 2009 fue mayor a lo informado anteriormente, alcanzando a un 5,1%, un punto porcentual mayor a lo consignado previamente. La afirmación de que la recesión terminó en 2009, recalcó Kenneth Rogoff, “es absurda”. La forma en que el organismo de Investigación Económica estableció su término “se basa –añadió- en las típicas recesiones posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Pero esta no es una recesión típica. Esta es una crisis financiera. Es más profunda. (…) después de la crisis financiera, la economía requiere entre cuatro y cuatro años y medio para llegar al mismo nivel del PIB” (31/07/11).
“Las probabilidades de una nueva recesión el año que viene –comentó The Economist- son (…) altas, quizás tan elevadas como 50%. Si esto ocurre –agregó-, entonces los políticos estadounidenses tendrán que cargar con buena parte de la responsabilidad. Su receta para una economía debilitada es una larga dosis de austeridad. Gracias al término en diciembre de créditos tributarios para los salarios y de la extensión al beneficio de desempleo, en Estados Unidos está en curso una contracción fiscal de 2% en 2012 (…) suficiente para arrastrar a una economía debilitada hacia una recesión” (05/08/11). La no renovación del rescate en los impuestos sobre los salarios significa unos US$100.000 millones menos en los hogares de los trabajadores, a lo cual se añade una disminución de gasto en 2012 de más o menos US$25.000 millones.
Cuando lo que se requería es, por el contrario, intensificar los estímulos económicos, particularmente fiscales. Por su parte, Nouriel Roubini, es de opinión que evitar otra recesión “puede que sea simplemente una misión imposible”, al igual que The Economist cifra en un 50% la probabilidad de que ello acontezca, pero considera que se pueden adoptar decisiones para eludir una segunda depresión (08/08/11). En cambio, el ministro chileno de Hacienda, Felipe Larraín, aseguró que ni la situación de Europa ni la de EE.UU. conducirían a una recesión (05/08/11).
Christine Lagarde, directora gerente del FMI, advirtió que el deterioro de EE.UU., “está disminuyendo la alineación positiva que siempre hubo (…) hacia los bonos del Tesoro” (02/08/11). China, el país que dispone de más títulos de deuda norteamericanos, desde hace meses comenzó a diversificar sus reservas. Al mismo tiempo aumentaron las voces cuestionando que el dólar siga siendo la moneda de reserva internacional. La influencia política y económica de EE.UU. sale deteriorada de un acuerdo frágil, como dijo Clarín, “de irracionalidad y politiquería del más bajo nivel. El acuerdo no fue lo suficientemente profundo y genuino –añadió su corresponsal en Washington- como para poner fin a la percepción de que Estados Unidos tiene cada vez más problemas de gobernabilidad” (02/08/11).
La situación vivida por la deuda estadounidense ratificó, igualmente, la vulnerabilidad de las inversiones efectuadas desde el país en los bonos soberanos de EE.UU. De acuerdo a las estadísticas del Departamento del Tesoro, desde Chile existen inversiones en dichos títulos, según cifras de fines de julio, por US$18.900 millones, figurando entre los treinta países más expuestos a su variabilidad. Sin embargo, el comité financiero asesor del ministerio de Hacienda en la inversión de los fondos soberanos, concluyó que no se justificaba modificar la política seguida. Realmente increíble.
Por Hugo Fazio
El Ciudadano