A los pocos días debió cambiar su discurso cuando las tres mayores economías de la eurozona (Alemania, Francia e Italia) también le dieron su apoyo. Otro tanto hizo el FMI. La Casa Blanca ya no puede impedir, como aconteció en el pasado, iniciativas de esta naturaleza, que de otra parte son absolutamente necesarias. China posee en la actualidad un porcentaje muy elevado de las reservas internacionales globales. Otros países emergentes poseen sumas menores, pero igualmente importantes. Lo que hace crisis es la pretensión norteamericana de que postergando la modificación de estructuras financieras globales existentes, en oposición a lo acordado por la gran mayoría de los demás países, puede frenar cambios imprescindibles por las modificaciones en la correlación económica mundial. La conclusión que debería extraer es al contrario la necesidad de modernizar esas estructuras si se desea que desempeñen un papel mundial positivo. El nuevo escenario ya lo comprobó América Latina el año pasado al recibir más financiamiento desde China que el monto otorgado de conjunto a la región por el Banco Mundial y el BID.
La iniciativa china de crear el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB, por su sigla en inglés) a funcionar desde 2015 cuenta con un apoyo creciente. En octubre de 2014, 21 países asiáticos suscribieron la idea que cuenta con un capital inicial de US$50.000 millones aportados por Beijing. Ese número siguió creciendo y tuvo un respaldo muy importante cuando se sumaron los cuatros mayores miembros de la Unión Europea, primero el Reino Unido y luego Alemania, Francia e Italia. Los miembros no asiáticos pueden tener una participación máxima en la propiedad de 25%. La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, también entregó su respaldo, manifestando que la institución a su cargo estará “encantada” de cooperar con el AIIB (24/03/15). “Las decisiones europeas –comentó Financial Times- representan un importante revés para el gobierno de Barack Obama, que ha argumentado que los países occidentales podrían tener más influencia sobre el funcionamiento del nuevo banco si permanecían fuera juntos” (23/03/15).
La Casa Blanca inicialmente, cuando el Reino Unido anunció su participación, expresó su rechazo. Esta actitud debió abandonarla cuando, de inmediato, se sumaron al apoyo las tres mayores economías de la eurozona. Ello le obligó a cambiar de actitud señalando que las organizaciones financieras globales deberían apoyar la iniciativa. “Apoyamos nuevas instituciones multilaterales –declaró Nathan Sheets, responsable de asuntos internacionales del Tesoro de EEUU- que sirvan para reforzar la arquitectura financiera internacional”. Sus proyectos, añadió, deberían efectuarse con “instituciones ya existentes como el Banco Mundial o el Banco Asiático de Desarrollo”, lo que “ayudaría a asegurar su alta calidad y plazos” (24/03/15). El secretario del Tesoro norteamericano, Jack Lew, reforzó esta idea expresando su preocupación porque el AIIB no exprese “los estándares globales más altos”. “Como ex miembro del staff del Banco Mundial –reflexionó Martín Wolf en Financial Times- debo sonreír. A Lew le podría gustar estudiar el rol del banco en financiar a Mobutu Sese Seko de Zaire, un ejemplo horroroso entre muchos“(25/03/15).
“Cuantos más países se unan –destacó Martin Schultz, presidente del Parlamento Europeo-, mejor” (23/03/15). Este respaldo a la iniciativa demuestra el creciente peso económico y financiero de China[1], así como el interés de los países que se incorporan, ya sea para impulsar el desarrollo económico asiático o aprovechar las posibilidades de inversión que se crean, dado que se estima en US$8 billones los proyectos de inversión e infraestructura necesarios en la próxima década. En 2014, los países integrantes del BRICS (Brasil, Rusia, China y Sudáfrica) también anunciaron la formación del Nuevo Banco de Desarrollo[2], que tendría al materializarse su sede en Shangai.
El descontento de la Casa Blanca residió, ante todo, en que lo visualizó como una alternativa de financiamiento al Banco Mundial, del cual es su accionista principal y que históricamente siempre le ha presidido, así como del Banco Asiático de Desarrollo, formado en 1966, cuyos mayores aportantes de capital son Japón (con un 15,72% del total) y EEUU (15,6%), la participación de China es de 6,5%. “Nuestro continuado fracaso para aprobar la reforma del sistema de cuotas del FMI -reaccionó Jack Lew – provoca que otros países, incluso algunos de nuestros aliados, pongan en duda nuestro compromiso con el FMI y otros organismos multilaterales” (23/03/15). El Congreso norteamericano mantiene sin aprobar un cambio de participación porcentual en la estructura del Fondo Monetario, que aumenta el porcentaje de China. Mientras el parlamento estadounidense no entregue su aprobación la decisión adoptada por la asamblea del FMI en ese sentido es letra muerta. No es primera vez que EEUU por esta vía posterga indefinidamente decisiones adoptadas globalmente.
Definitivamente las estructuras financieras internacionales tienen que reestructurarse considerando el peso que tienen China y otros países emergentes en la economía mundial Estas estructuras fueron creadas hace siete décadas en la conferencia de Bretton Woods, en 1944. “Pero el mundo –comentó Martín Wolf- ha seguido avanzando. Necesita nuevas entidades. Debe ajustarse al alza de nuevas potencias. No se detendrá –añadió- solo porque EEUU ya no puede involucrarse. Si los resultados no son del gusto de EEUU, solo puede culparse a sí mismo” (25/03/14).
Las reservas internacionales globales suman unos US$12 billones, cerca de la tercera parte se encuentran en poder de China. De allí su gran capacidad para impulsar iniciativas financieras globales. Los recursos que maneja el FMI son inferiores al US$1 billón. “La economía china –escribió Jim O’Neill, argumentando para darle “más voz a China”- ya vale US$10 billones y supera a las de Francia, Alemania e Italia combinadas. Si su tasa de crecimiento se desacelera al 7% anual, este año el país aportará unos US$700.000 millones al PIB mundial. Si Japón quisiera hacer algo así –comparó-, debería crecer más o menos al 14%. Con la fundación del AIIB y del Nuevo Banco de Desarrollo –concluyó-, China y otras potencias emergentes han enviado una señal de que ya no pueden seguir esperando una mejor representación. Y decisiones como las del Reino Unido (junto con Francia, Alemania e Italia) demuestran que no están solas” (24/03/15).
El intercambio comercial creció aceleradamente en las últimas décadas. En 2013, el monto de las exportaciones globales superó los US$18 billones desde los US$2 billones en 1980, con un crecimiento promedio anual de 6,8%. En esa relación aumentó fuertemente la presencia de economías emergentes, en particular de China que en ese lapso pasó del 1% del comercio global a algo más del 13%. Con un ritmo de crecimiento general que de ser superior al PIB mundial en los últimos años estuvo entre 2,5% y 3,5% anual, casi igual al incremento global.
El apoyo a la idea del AIIB y el fracaso de EEUU en impedir que países incluso que actúan habitualmente de acuerdo a sus posiciones no le dieron su respaldo, son un reflejo de los cambios producidos en la correlación económica y financiera mundial. En los años de la crisis del sudeste asiático, durante la segunda mitad de la década de los noventa, EEUU y el Fondo Monetario frustraron la iniciativa para la creación de una institución financiera asiática que permitiese enfrentar la problemática regional. “En el peor momento de esa crisis –describió Joseph Stiglitz-, Japón propuso la creación de un Fondo Monetario Asiático (…) ofreció US$100.000 millones (unos fondos que la economía de la región necesitaba desesperadamente). (…) EEUU y el FMI hicieron cuando estuvo en sus manos para obstaculizar la iniciativa: les preocupaba que el nuevo organismo socavase su influencia en la región y ambas antepusieron sus inquietudes al bienestar de las naciones afectadas”[3].
Sin embargo, no pudieron impedir en esos años que países asiáticos decidiesen acumular reservas internacionales para poder tener una política independiente, no quedar supeditados a los financiamientos del FMI, que al proporcionar recursos históricamente –como en la actualidad lo sufren países de la eurozona- les impone aplicar sus políticas para acceder a ellos. La propuesta del AIIB efectuada por China es posible por la enorme masa de reservas internacionales de que dispone, y las que otros países asiáticos en magnitudes diferentes están en condiciones de aportar.
Hoy no pueden impedir que se abran camino iniciativas como el AIIB. “(…) ahora China –recordó en un comentario Linda Yueh, corresponsal de asunto económicos del BCE- es una nación mucho más poderosa y la segunda mayor economía del mundo (…)” (22/03/15). América Latina comprueba en los hechos este nuevo escenario financiero internacional. En 2014, el financiamiento otorgado desde China a la región fue superior al concedido de conjunto por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.
HUGO FAZIO
[1] Véase, Resumen Económico, Segundo de Trimestre de 2014, págs. 25-28.
[2] Véase, Resumen Económico, Tercer Trimestre de 2014, págs. 42-45.
[3] Véase, Joseph Stiglitz, Cómo hacer que funcione la globalización, Taurus 2006, pág. 329.