La crisis ha llegado a Chile con la fuerza de un vendaval, como finalmente ha aceptado la propia Presidenta Bachelet. Sus asesores han reaccionado casi en shock, aprobando el paquete de estímulo fiscal más grande de la historia, equivalente a la mitad del recién implementado por Obama. El Banco Central ha virado en 180 grados respecto de su estúpida política antiinflacionaria llevada al límite precisamente en medio de la peor deflación global de la historia, aprobando en febrero el mayor recorte de tasas de que haya registro.
El mundo empresarial vino a caer en cuenta de la gravedad de la situación durante la última semana de enero recién pasado. El campanazo de alerta general lo dio la paralización del emblemático proyecto Costanera Center, que iba a ser el edificio más alto del hemisferio sur según decían. Empezaron a comprender que la situación de paralización total que todos venían advirtiendo desde hacía algunos meses no iba a ceder pronto y puede prolongarse quizás hasta cuando.
Entraron en pánico y no es para menos. Por esos días hubo reuniones ansiosas en todos los directorios del mundo económico local, en las cuales exigieron a sus achunchados asesores desempolvar sus peores escenarios de proyección e inventarse otros aún más malos, sólo para sospechar que todavía se quedaron muy cortos. El Mercurio del 21 de febrero muestra un gráfico con las proyecciones de consenso de los “expertos” para el crecimiento de la economía chilena durante el 2009, las que han venido bajando sucesivamente desde más de 5% en enero del 2008 a 0,7% un año después. Es decir, reconocen hasta el momento que se equivocaron en un factor de ¡siete veces!
Los más avispados y audaces han descubierto que la economía chilena se encuentra en recesión desde el segundo semestre del 2008, puesto que ha venido contrayéndose al menos durante dos trimestres consecutivos, lo que es la definición internacional más usada de una recesión. Van a tener que revisar sus proyecciones hacia abajo varias veces más y todavía se van a quedar cortos.
La situación en este momento es dramática. La cadena de pagos está absolutamente paralizada al menos desde diciembre o noviembre pasado. Es decir, puesto que ninguno de sus clientes les paga, las empresas tampoco pagan a ninguno sus proveedores.
Los bancos tampoco prestan plata desde hace meses, a lo más renuevan créditos a tasas muy elevada y los inversionistas no se quedan atrás. La propia cadena Jumbo intentó colocar un bono en el mercado en la última semana de enero y terminó pagando más de un 9% de interés real. Si eso le sucede a Paulman como será para el resto. Claramente, a esas tasas no hay quién resista, especialmente en un momento de deflación de precios.
Algunos han empezado a vender a huevo algunas de sus propiedades para resolver su problema de liquidez y pagar los compromisos en que quedaron clavados luego que sus clientes echaran para atrás pedidos importantes. Al que dude, que eche un vistazo a las ofertas de ventas de departamentos publicadas durante febrero.
Las ventas inmobiliarias y de artículos durables están cayendo en Chile a tasas todavía más violentas que en los países desarrollados, todos los cuales al igual que el mundo en su conjunto se encuentran ya en la peor recesión desde los años 1930. La venta de departamentos y automóviles, por ejemplo, cayó en Chile más o menos a la mitad en diciembre y enero recién pasados con respecto a un año atrás, mientras en Europa y los EEUU las caídas respectivas son de un tercio o poco más.
Las exportaciones cayeron asimismo a la mitad en el mismo período, mucho más que en los países desarrollados. Una caída de este orden es lo que hay que esperar para el año, sólo comparable a la de los años 1930, cuando en Chile las exportaciones se derrumbaron a menos de un quinto entre 1929 y 1932. No en menos de un quinto sino a menos de un quinto. Cayeron un 82% (ver nota anterior “Carriles ilustrados”).
Es imposible proyectar nada con precisión, puesto que los mercados y fundamentos económicos se encuentran desbocados, distorsionados o paralizados por completo. Ninguna de las recesiones recientes sirve de comparación y ni siquiera la crisis 1982, puesto que la economía mundial siguió creciendo a lo largo de todas ellas.
Sólo la crisis de los años 1930 puede dar una idea de la magnitud del vendaval que se desencadenará sobre la economía chilena en los dos años que vienen. Las cifras de su impacto resultan aterradoras pero es mejor prepararse para lo peor.
Hablemos en serio. Esa es la terrible realidad del mundo empresarial y la economía chilena en el momento presente. El problema es que ahora se dan cuenta que la cosa va para largo y no saben como van a aguantar. Claramente la cosas no puede seguir así y va a reventar violentamente.
El grueso de los trabajadores felizmente no la han sentido hasta el momento aunque miles ya se han encontrado de patitas en la calle durante enero y febrero. Esto va a recrudecer terriblemente en los meses que vienen.
Hasta ahora, estas notas se han dedicado principalmente a intentar alertar al público y las autoridades chilenas acerca de la magnitud del desastre que se venía encima. Asimismo, a denunciar el devastador impacto que estaba teniendo sobre los fondos de pensiones. Ahora la crisis está aquí y no hay vuelta que darle. Por lo mismo, a partir de este momento, el énfasis principal se orientará hacia Chile y especialmente a las propuestas para enfrentarla.
Manuel Riesco
Economista CENDA