A José Villagra le tocó parar el horno.
“Fueron 16 horas, echamos las últimas cargas y luego vapor para poder mantener la presión y mantener la temperatura. Y monitoreo de gases, hasta las seis de la mañana que se hizo ya el último apagado y la última colada del horno”- cuenta.
Lo pillamos a la salida del turno en la Siderúrgica Huachipato el día en que tras 70 años de funcionamiento se anunció el cierre indefinido.
La temperatura en el horno -según describe José-, es de 200 o 300 grados (arriba), y, abajo, 1.400 o 1.500 grados. En la parte del crisol llega a los 2.000 ºC.
“Y ya como se empiezan a bajar los vientos, la presión, y el calor ya empieza a disminuir ya. Al final casi sale un hilito de lo que es la colada de la radio. O sea, esa fue la última colada que se hizo anoche. El acero sale como lava y después se solidifica. Y ahí se va monitoreando la temperatura y se va viendo la calidad y se mandan muestras a laboratorio”- relata detallando su tarea.
Como aún hay material por procesar después del horno, se calcula que el 31 de octubre acaben para siempre las faenas. En el departamento Alto Horno de José Villagra tienen trabajo hasta septiembre.
Los trabajadores salen a cuentagotas de la usina localizada en la bahía de San Vicente, en el área industrial de Talcahuano, cerca del cementerio. Se ubica junto a una rotonda con una escultura que se proyecta al cielo en el centro, se siente a la distancia un ferrocarril anunciando su paso, un camión estacionado afuera espera por material y varios autos de los trabajadores están estacionados en derredor. Sobre el portal de la entrada sobresalen ocho arcos en metal labrado en la misma siderúrgica, los que quedarán como vestigios de otra época. Cuando en Chile se fabricaban las cosas que los chilenos usaban.
FALTA DE INVERSIÓN EMPRESARIAL
La siderúrgica de Huachipato fue fundada en 1942 bajo la presidencia de Juan Antonio Ríos, en el marco de un proceso industrializador del país que siguió a las guerras mundiales y el rompimiento de las cadenas de suministro, y el consenso como política nacional de fomentar la industria y sustituir las importaciones. Su puesta a punto demoró hasta 1950, cuando fue inaugurada oficialmente.
Con la dictadura de Pinochet en el poder, la siderúrgica integró la primera ola de privatizaciones. En 1981 pasó a ser una filial de la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP), convertida en sociedad accionaria, y, un año después, se creó la Compañía Siderúrgica Huachipato S.A. Para 1987, la CAP había sido completamente privatizada, estando en la actualidad en manos del holding de Roberto de Andraca.
El anuncio de cierre viene desde hace más de un año. En todo ese tiempo la gerencia comenzó a reducir su personal de manera drástica. Ya se veía menos gente a la hora de almuerzo, en los patios o el compañero del turno de ayer se iba para no volver más. Gonzalo Arias, quien lleva un par de años trabajando en la limpieza industrial de la planta de coque, cuenta que “el año pasado habíamos más de 200 a 300 personas; hoy estamos la mitad. En el área que trabajamos somos los únicos que quedamos trabajando, los que hacemos la mantención, los camioneros y algunos que otros CAP”.
Cuando habla de CAP se refiere a los de planta, que son un tercio del total de trabajadores que hacen funcionar la siderúrgica.
Según el gerente general de Huachipato, Jean Paul Sauré, la empresa tiene pérdidas por 700 millones de dólares acumuladas desde 2019. Sin embargo, la experiencia de José Villagra en los hornos da cuenta de que lo que primó fue la falta de inversión de parte del grupo Andraca. “No hicieron la modernización que correspondía a un alto horno. Entonces, imagínate venir a hacer una modernización ahora hace un año y que la cierren con menos de un año de producción de un alto horno nuevo”.
Pese a que el horno que modernizaron no alcanzó a implicar la reactivación de la planta, significó un proceso más rápido para la producción. “Dejamos de hacer hartas cosas con la parte vieja y la parte nueva era casi automática. Entonces, la eficiencia del horno para nosotros que estamos en terreno, se nos alivianó mucho el trabajo, como el hecho de contar con nitrógeno arriba es una bajada de temperatura, pero grande. Entonces, tenemos que esforzarnos mucho menos cuando trabajamos en el horno”- explica.
LA MEMORIA DEL CIERRE DE LAS MINAS DE LOTA
En Huachipato se producían hasta el lunes reciente unas 800 mil toneladas de acero al año, que abastecían la minería y construcción, principalmente. Su fin vuelve a la memoria el cierre de las minas de Lota y Schwager a partir de 1996 por el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Chile hoy ya no produce carbón, pese a que 10 millones de toneladas de carbón son importadas anualmente por las mineras BHP Billiton, Glencore y Anglo American desde sus propias minas de Cerrejón en Colombia o en Australia, hulla que venden tanto a Huachipato como las termoeléctricas. De los 33 millones de toneladas anuales de carbón térmico producido en el departamento de La Guajira, al norte de Colombia, un quinto es comprado para Chile.
Para entender la magnitud de la cifra, comparemos con la exportación de concentrados de cobre hecho por las mismas compañías mineras, que equivale a 13 millones de toneladas anuales.
Alan Morales trabaja en el Laminador de Barras Talcahuano (LBT) y nos cuenta que la caliza usada para la fabricación del acero viene de Isla Guarello, localizada en la región de Magallanes y el carbón es comprado en Australia.
Del LBT sale el producto terminado, ya sea barra, alambre o en rollo. “Acá somos como 50 más o menos, en el LBT -indica Alan- pero desde enero que venimos sufriendo la amenaza de despido. A principio de enero se comunicaba que cerraba el LBT y de los 90 que éramos, echaron a la mitad. Y nosotros, los que quedamos, fuimos reubicados en otra área. Estuvimos así hasta que se anunció el cierre a principios de año, en marzo. Vuelta a pasar por lo mismo. Fuimos a manifestaciones y todo, por lo que se reabrió el LBT en junio. Y ahora pasó esto de nuevo”.
La trayectoria de Alan en Huachipato da cuenta del largo periodo en que están tercerizados los trabajadores en las fábricas chilenas. Entró en 2002 tras salir del Liceo Industrial, en donde se formó en Mecánica industrial especializado en ser operador de máquinas. “Me llamaron porque necesitaban primero alguien para la limpieza de las máquinas y luego como operador de máquina de herramientas. Del 2002 al 2003 estuve en el MIM trabajando por plazo fijo y después estuve en una empresa que venía a hacer el aseo dos veces a la semana. Después volví al MIM hasta el 2005, año que fue cuando entré al LBT, primero al taller de rodillo a trabajar como ayudante y operador de máquina de herramientas hasta el 2009. De ahí pasé a servicios transitorios, en el mismo taller de rodillo operador. Ese mismo año se cerró una sección y nos pasaron al Laminador de Barras de Talcahuano hasta el 2021, cuando me contrató la planta”.
En el Alto Horno también trabaja hace 26 años Luciano Pineda, quien a sus 64 está a apenas seis meses de jubilarse. Durante los años en la empresa pasó ya por casi todos los sectores. Estuvo en Materias Primas, Muelle y Planta Clasificadora. “Por todas las áreas, menos la planta de coque y los laminadores para allá. Bueno, el laminador lo llevamos nosotros, pero cuando es mantención, no”.
Llegó a Huachipato siguiendo un tradición familiar. “Mi padre trabajó acá. Andaban con chalas, con ojotas y a caballo andaban aquí al comienzo. Ellos hicieron acá. Mi papá murió hace tiempo, con 90 años siendo pensionado de acá”.
“Nosotros éramos muchos hermanos, éramos 11 y yo no pude entrar al principio, pero sí entraron cuatro o cinco, ya ni recuerdo. Y cuando yo quería entrar de planta, no pude porque se me pasó la edad. Si casi todo el tiempo trabajé de contratista. Me contrataron hace tres años. El contratista hace el mismo trabajo que el otro de planta y le pagan menos”.
LA PROMESA DEL GOBIERNO
En la mañana, en un evento realizado en la Universidad de Concepción, el ministro de Economía, Nicolás Grau, presentó un plan de cinco ejes y 32 medidas para “sacar adelante la economía del Biobío tras el cierre de Huachipato”, detallado en un ‘Plan de Fortalecimiento Industrial del Biobío’.
Los cinco ejes estratégicos son el apoyo y acompañamiento a empresas proveedoras de Huachipato en riesgo; la reinserción, movilidad laboral y resguardo de garantías laborales; acelerar la inversión pública y privada; la reactivación y fortalecimiento de la industria en el mediano y largo plazo; y en el mediano plazo recuperar la producción nacional de acero.
René Vidal, dirigente del Sindicato 2 de Huachipato, confía en el plan de reindustrialización presentado por el ministro Grau. “Está dentro del plan reactivar la industria nacional y la posibilidad de poner una siderúrgica. Para el gobierno y el país dijo que era un tema estratégico”- comentó Vidal.
Agregó que la CAP “continúa con sus proyectos de acero verde, hay una planta de hidrógeno en pie, el acero circular se está proyectando para el 2028-30. Si bien se anunció el cierre indefinido, hoy Huachipato cesa sus funciones con la posibilidad de reactivarse en los próximos años.”.
OBLIGADOS A REINVENTARSE
René Vidal, dirigente del Sindicato 2 de Huachipato, comenta que su sindicato representa a 1.250 trabajadores de planta, los que se suman a entre 3.500 a 4.000 contratistas. Sin embargo, el último cálculo hecho por las autoridades regionales y Corfo dan cuenta de que se pierden unos 20 mil empleos.
“Tienes que sumar personas del negocio pequeño, las universidades, el cabotaje interno y externo de Huachipato, los colegios, los furgones escolares, los almacenes”-manifestó el dirigente sindical.
Según un informe de Corfo, se trataría de unos 162 proveedores cuyo porcentaje de ventas dependía en más de un 10% de Huachipato.
José Villagra también llama a “considerar a los contratistas que hay alrededor, o sea, no solamente son los que son de planta, sino todo lo que abastece Huachipato. Estamos hablando de empresas de limpieza, de alimentación, transporte, bencina, etc. Así que imagínate todo lo que va a afectar aquí en la zona”.
Si bien en la planta coque aún queda hulla en reserva para trabajar, Gonzalo Arias cuenta que “tenemos hasta el 2 de octubre carbón para trabajar y en mi empresa estaremos hasta el 31 de octubre. Tengo que esperar que me finiquiten, estoy esperando mi carta de aviso, pero mi caso es el que menos se ve aquí, la mayoría tiene familias, una carrera que han hecho acá, siempre trabajaron aquí, porque ellos saben su pega, lo sabe porque lo han hecho muchos años, sacarlos a otra área y aprender otro trabajo, es difícil, complicado”.
La misma preocupación tiene Franco, quien con 26 años trabaja como mecánico industrial para una contratista. “Llevaba unos siete meses desde que me inicié trabajando hasta que anunciaron que se iba a cerrar. Va a ser difícil por la cesantía que va a haber en la zona, tanta gente sin trabajo postulando a los mismos cargos. Es hora de buscar. Pero yo soy más joven, el problema es para los que están en planta y se les complica. En mi caso trabajaba como mecánico industrial y son varios mecánicos”.
Al igual que Franco, Villagra siente que se viene fuerte el desempleo. “Consideremos el impacto que va a tomar en la región con tanto desempleo va a subir harto, va a ser harto el desempleo que va a llegar en la región de aquí en un par de meses más”-comenta.
Una de las opciones que baraja es ENAP, “es lo más cercano, más allá sería fuera de la zona porque no hay muchas industrias acá en Concepción”- señala.
Como José Villagra trabajó antes como soldador, su plan ahora es hacer un curso de buzo comercial. “Voy a seguir haciendo el tema de soldadura, pero ahora bajo el agua, algo que es más específico. Es a otro nivel. Entonces, en eso estamos esperando finiquito y a ver qué hacemos con el curso, hacerlo lo antes posible. Ojalá de aquí a fin de año tener el curso listo y dar las pruebas en la Gobernación Marítima para poder ejercer con cartón porque te entregan una credencial”.
Pese a que a Luciano Pineda le queda poco para jubilar, aún siente el shock del cierre de la planta. “Vivo el día a día porque me estoy enfermando mucho -comenta- porque no saco nada con pensar qué voy a hacer. Con el tiempo van a haber enfermedades familiares con esto. Esto también hace caer en la depresión”.
A su edad lo siente como “un golpe… Para los amigos CAP también es un golpe grande. Porque ellos se crearon con una casita, se compraron su auto. Para encontrar trabajo va a ser difícil… Y el norte, no sé si se van a ir para el norte. Es como que es un sueño. Nunca pensé que CAP Huachipato se iba a cerrar”.
DESINDUSTRIALIZACIÓN DE CHILE
Todos los trabajadores entrevistados coinciden es que el cierre de Huachipato se da en el marco de un proceso de desindustrialización del país iniciado desde la década de los noventa. Si la dictadura de Pinochet paralizó la política industrializadora de las décadas precedentes, desde el gobierno de Eduardo Frei con el cierre de las minas de Lota, se promovió el cierre de las empresas estatales.
Roberto Pizarro, economista consultado por El Ciudadano, expresó que “en este país teníamos una participación de la industria en el producto en los años setenta que era un 25% del PIB. Con la instalación de la dictadura y de la implementación de las políticas neoliberales la participación de la manufactura en el total de la producción nacional se ha reducido desde el 20% del PIB que representaba a principios de los años noventa, a menos de un 10% en la actualidad”.
Es tajante en decir que “la economía chilena se ha desindustrializado”.
Para los trabajadores consultados, esto está relacionado con los tratados de libre comercio. Alan Morales comenta que “yo creo que los tratados de libre comercio tienen que ver, porque mal que mal, el acero chino mató a Huachipato. Si bien es más económico el acero chino, su calidad no se compara con el que hacíamos acá. El hormigón acá no es fabricado a partir de chatarra, sino que lo producimos a partir de la materia prima, desde la boquería se saca la materia prima y se hace la mezcla acá en la acería. No es como el acero chino que es como de reciclaje”.
Para Pizarro, el desmantelamiento de la capacidad industrial del país “es consecuente con el modelo productivo que se dedica a exportar recursos naturales. Y el asunto es que están de acuerdo políticos y empresarios en abrir la economía de forma indiscriminada, sin regular qué sectores había que proteger y hacia dónde había que orientar las inversiones”.
También el economista identifica como contraparte “un Estado que no tiene un proyecto de desarrollo productivo y que deposita toda la fuerza del país en las decisiones que adoptan los mercados. Al Estado no le interesa ningún plan de desarrollo, lo que se relaciona con que no tiene propuesta ni inversión en desarrollo e innovación”.
Villagra concuerda con que estamos asistiendo a un proceso de desindustrialización en el país. A su juicio “hay algo que estuvo mal organizado desde las autoridades de hace tiempo. No pensaron en el futuro, no hicieron las inversiones que correspondían”.
Gonzalo Arias, por su parte dice que “me choca que lo mejor que nosotros podemos producir como país se vaya al exterior sin procesar, creo que perdemos harto con no aprovechar lo que nosotros mismos podemos producir”.
Para Luciano Pineda es como las salitreras. “Esto me acuerda de la salitrera. De repente van a quedar los equipos botados. Es una pena terrible. El desempleo que va a haber. La región que tiene más cesantía. Somos una región moderna e industrializada, pero no hay empleo”.
Luego reflexiona sobre el nombre que tenía cuando llegó. “Compañía de Aceros del Pacífico. Sí, sonaba bonito ¿cierto?”.
Por Mauricio Becerra Rebolledo