La casta financiera está putrefacta

                En Estados Unidos – la meca del capitalismo – los delitos económicos se pagan con cárcel y las multas aplicadas son equivalentes a tres veces lo defraudado. En esta cueva de ladrones de este Chile financiero no hay cárcel para delitos cometidos por “caballeros de cuello y corbata”, y las multas ascienden apenas a un tercio de lo defraudado. El financista que no estafa es un “gil” y, seguramente, se estancará en su carrera de ascenso económico en este país consagrado a “Mamón”.


Autor: Director

City Worships Mammon

 

Para coronar un año plegado de estafas,  abusos y enriquecimiento ilícito el SEC, (Securities and Exchange Commission), descubrió que en la Bolsa norteamericana los empresarios Juan Bilbao y Tomás Hurtado compraron acciones de un laboratorio sobre la base de información privilegiada – la SEC es severa y con esta institución no se juega y tiene poco en común con nuestra superintendencia económica, que están al servicio de las empresas que fiscalizan; por lo demás, en el corrupto mercado chileno el mismo fiscalizador pudo haber  trabajado antes o hacerlo posteriormente en las entidades fiscalizadas – y, para mayor ridículo, las instituciones nacionales no cuentan con instrumentos legales para sancionar, como correspondiera en un país normal, tamaños delitos, con excepción de la arista tributaria por una eventual evasión de impuestos, pero se da el caso paradójico de que en Chile los ricos no pagan impuestos, pues sólo lo hacen los pobres, a través del IVA, con el 50% de la recaudación y, además, a los funcionarios públicos que se les descuenta el impuesto a la renta por planilla.

En Estados Unidos, seguramente Hurtado y Bilbao estarían en cana, condenados a varios años y, además, pagarían sendas multas equivalentes a varios millones de dólares. El castigo en Chile se limita a la forzada renuncia a los directorios de varias empresas de las cuales forman parte.

En sólo un año se han producido algunas de las siguientes acciones delictuales en el mundo económico y financiero: las colusiones de las farmacias, del transporte y de las empresas faenadoras de pollos, en el retail, La Polar, y también en CencoSud; en el mundo financiero, el caso Cascadas y el consorcio Penta, con su arista política incluida.

En este país el mercado es el dueño absoluto de la vida de las personas, pues todo se compra con dinero, así, el que lo tiene se convierte, de hecho, en una persona respetable, por el contrario, el que no lo tiene es un pobre tarado, que sólo sirve para votar en las elecciones cuando no agrava su situación con el anafabetismo político. De esta manera, la soberanía popular, el estado de derecho,  a la igualdad ante la ley, el acceso a los servicios públicos, la práctica de la democracia, se convierten en palabras desprovistas de sentido.

La casta política, que es rechazada por el 90% de los chilenos, no es más que sirviente de los grupos financieros, pues una vez dejado el cargo, cualquier diputado o senador pasará a engrosar las filas de los directores de empresas y grupos financieros. Al fin, en la plutocracia ambos grupos constituyen una unidad indisoluble.

Chile está podrido y sólo sobrevive por la inamovilidad de los ciudadanos, que están obnubilados con las numerosas tarjetas de crédito, que les permite tener pan para hoy y hambre para mañana.

En el pobre “Chilito” se pasea por las grandes tiendas el cura, asesor de las vacas gordas, condenado por pedófilo; el hijo de un  senador “designado” se da el lujo de pasearse libremente luego de haber atropellado, en estado de embriaguez, a un transeúnte de a pie y, para más remate, un pobrete del sur; el yerno del Augusto Pinochet, Julio Ponce Lerou, es un  gran señor; los chiquillos de la UDI  no quieren que se filtre el hecho de que estén enlodados hasta el cuello con las platas del Grupo Penta. Y así suma y sigue.

 


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