De ser un supuesto ejemplo de esa pujante apertura económica agitada como dogma bíblico por los neoliberales, un modelo a seguir universalmente, la República de Irlanda se ha convertido en el último tiempo en sinónimo de desastre neoliberal, uno de esos tantos “Milagros Económicos” que en la primavera neoliberal de los ’90 florecieron para marchitarse en poco menos de una década, dejando tras de sí una sociedad en bancarrota y a un pueblo.
Para ilustrar la escala de la tragedia, baste mencionar que, de ser un país que hasta hace un par de años había reducido el desempleo hasta casi hacerlo desaparecer, hemos llegado a una cifra de 13% oficial de desempleo, sin contar subempleo y el “subconteo” de las cifras oficiales. Esto, de la mano de un programa de austeridad que ha castigado duramente a los más pobres mientras la economía nacional es intervenida abiertamente por el Fondo Monetario Internacional y por el Banco Central Europeo, para asombro de los que pensaban que esta clase de cosas ocurrían solamente en las llamadas repúblicas bananeras de los trópicos y que no podría ocurrir, jamás, en un país del bloque europeo.
Para entender qué pasó en Irlanda, es importante entender los antecedentes del llamado “Tigre Celta”, el período de boom económico que comenzó en la década de los ’90 y finalizó de la manera más humillante en el 2008.
LAS DOS FASES DEL TIGRE CELTA
El milagro económico irlandés se dio en dos partes: En la primera, hubo un crecimiento económico basado en la inversión de empresas multinacionales en el área de las manufacturas con fines de exportación. Los dos principales rubros fueron la industria farmacéutica, ingeniería electrónica y sobre todo, el software. Dell, por ejemplo, colocaron sus instalaciones más grandes de toda Europa en Irlanda.
Este período de crecimiento económico, empero, tuvo bases extraordinariamente endebles. Con la incorporación de la República de Irlanda a la Comunidad Europea en 1973, el país fue beneficiario de enormes inversiones en infraestructura que fueron cambiando el rostro de este país, entonces uno de los más atrasados en Europa (entre 1989-1999 Irlanda recibió €10 mil millones para invertir en infraestructura). El país ofrecía tentadoras ventajas al capital de EEUU que buscaba invertir en el extranjero a comienzos de los ‘90: Irlanda era miembro de la Comunidad Europea, lo cual daba acceso irrestricto a sus empresas al mercado común europeo, y tenía un impuesto a las ganancias en el sector manufacturero bastante bajo, de un 10% (el cual fue eventualmente aumentado a un 12,5% para todas las empresas, independientemente del rubro). La atracción fue tal que mientras en 1990 las inversiones de EEUU en el sector manufacturero correspondían a un 32%, en 1997 eran del orden del 68%. Así, en la época de mayor gloria del “Tigre Celta” (1995-1999) las empresas multinacionales fueron directamente responsables del 85% del crecimiento económico.
Como resultado de esto, el Producto Interno Bruto era 20% superior al Producto Nacional Bruto.
A diferencia de los “Tigres Asiáticos”, el crecimiento económico no reposaba en una industria doméstica y por lo mismo, la amenaza de que la primavera se acabara para los “capitales golondrinas” evidenciaba lo precario de este modelo de desarrollo. La crisis desatada con la quiebra de Enron y WorldCom (2001-2002), que llevó al reventón de la burbuja de la Teconologías Informáticas en EEUU, consecuentemente, tuvo un efecto devastador sobre la economía irlandesa. Este efecto devastador se vio acrecentado con la incorporación, a comienzos del 2004, de los países de Europa del Este a la Unión Europea, los cuales también eran parte del mercado común, pero ofrecían mejores ventajas comparativas, en general por poseer una mano de obra muchísimo más barato y mejor calificada. Las golondrinas comenzaron entonces emigrar: Dell decidió partir a Polonia el 2008.
Desde entonces, la economía pasó a un crecimiento completamente artificial, basado en la construcción y las finanzas, que crearon una burbuja en el sector inmobiliario sin precedentes en la historía económica moderna. El sector financiero, para graficar este punto, comprendía al 14% de la mano de obra el 2008. El sector de la construcción se convirtió en la otra área clave de la economía, representando el 23% del Producto Nacional Bruto en 2007, aumentando el empleo en un 59% en el período 2000-2008. La especulación en el sector inmobiliario hizo que el precio promedio de una vivienda aumentara vertiginosamente, de €67.000 en 1991 a €334.000 en 2007.
LA BURBUJA INMOBILIARIA SE REVIENTA
Los bancos irlandeses (principalmente el Ango Irish Bank, el Bank of Ireland, y el Allied Irish Banks) pidieron exorbitantes préstamos a la banca internacional para poder seguir facilitando crédito y préstamos a los especuladores inmobiliarios y a las constructoras, las cuales siguieron alimentando la espiral del alza de los precios de la vivienda a niveles irreales. Para dar una muestra del frenesí especulador de la burbuja inmobiliaria, 15 clientes del Ango Irish Bank acumularon deudas por sobre los €500 millones cada uno. Cuando Lehman Brothers quebró en septiembre del 2008, la burbuja inmobiliaria irlandesa tenía ya lo días contados. Las pérdidas del Anglo Irish Bank en 2009 fueron las más grandes en toda la historia de la república: €12 mil millones.
Pero como la magia del neoliberalismo consiste en privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, el Estado irlandés intervino con la velocidad de un relámpago para salvar al sector bancario: inyectó millones de euros en el BoI y en el AIB, y nacionalizó el Anglo Irish Bank en lugar de dejarlo quebrar, asumiendo una carga económica que el Estado no podía asumir (el AIB sería finalmente nacionalizado en enero de este año). El hueco fiscal dejado por salvar al sector bancario lo tuvo que asumir el ciudadano de a pie, con recortes a los servicios sociales más elementales y a los salarios de los trabajadores del sector público que sumaron €15 mil millones en el período 2008-2009. Esto ponía en práctica otra premisa de los economistas neoliberales: los empresarios hablan de correr riesgos, pero no los asumen, pues cuando el tiro les sale por la culata ahí sí les fascina la intervención estatal para que los contribuyentes y el pueblo se hagan cargo de sus pérdidas.
Estas medidas de austeridad fueron acompañadas de una desvergonazada campaña de linchamiento mediático del “inflado e ineficiente sector público”, lleno de “trabajadores perezosos e ineficientes”, con lo cual se buscaba desviar la atención de los verdaderos responsables de la crisis y utilizar a los trabajadores como chivos expiatorios. Incluso, un asesor ecnómico del gobierno, en un momento de honestidad, tuvo que reconocer que:
“Gran parte de la retórica de los medios sobre las reformas al sector público y los salarios en el sector, no son otra cosa sino un intento, por parte de algunos de los comentaristas menos informados del asunto, para distraer la atención de la principal causa de nuestras penurias económicas. El desastre de la economía irlandesa deriva en gran medida de la burbuja de los precios de las viviendas, no de problemas con el sector público. No es coincidencia que algunos de los más estridentes críticos del sector público hoy, sean algunos de los más descarados apologistas del boom inmobiliario ayer.”
El gobierno de Irlanda debió recurrir a los infames Fondo Monetario Internacional y al Banco Central Europeo para cubrir el hueco fiscal dejado tras el rescate de los bancos, que terminaron por ser auténticos agujeros negros que devoraron al presupuesto nacional (el costo del rescate, hasta el momento, es de unos €70 mil millones y creciendo -poco menos del 50% del PIB en 2008). El préstamo recibido de ambas instituciones alcanza a los €85 mil millones, y ha sido hecho con un interés usurero de 5,8%. El cálculo optimista de que esta deuda es pagable siempre y cuando el país crezca a un ritmo imposible de 3% anual es irrisorio. Con toda probabilidad, la deuda se acumulará al punto que no podremos pagar siquiera los intereses y finalmente el país deberá recurrir a la figura del default (o cese de pagos). Las condiciones impuestas por el préstamo son extraordinariamente onerosas: otros €15 mil millones deberán ser sacados del gasto social en educación, salud, servicios, empleos del sector público en el período 2011-2013. Otra clase de medidas incluyen nuevos impuestos para los trabajadores (algunos de ellos sacados directamente sobre los salarios) y un recorte al sueldo mínimo. Mientras tanto, los banqueros y los especuladores del sector de la construcción han capeado bastante bien la crisis. De hecho, los ejecutivos del AIB recibieron sendas bonificaciones entre el 2009-2010 las cuales fueron hechas con los dineros extraídos de los trabajadores para “estabilizar a la banca”: el costo total de bonos recibidos por estos parásitos alcanzó los €60 millones. Tan sólo dos ejecutivos de ese banco recibieron bonos en el 2010 por €700.000 cada uno. En el caso del BoI, los bonos en ese mismo período han sido de €66 millones, y anunciaron que para el 2011 piensan dar a los ejecutivos, directos responsables de la ruina financiera de este país, por €21 millones, mientras este invierno los hogares más pobres soportarán temperaturas bajo cero sin poder encender la calefacción. Así y todo, hay quienes dicen que el capitalismo es el sistema más eficiente para la alocación de recursos…
LA RESPUESTA POPULAR
Los efectos del traspaso de la crisis a los más pobres, con todos los problemas que ha acarreado, no ha generado una respuesta masiva y categórica por parte del movimiento social en Irlanda. El fatalismo ofrece una alternativa para racionalizar la crisis para las mayorías, mientras la falta de movilización popular sorprende. Una razón para ello es que la República de Irlanda es un país con escasa tradición de lucha, sin verse grandes movimientos de masas desde 1920, cuando la lucha por la liberación nacional concluyó con la partición de Irlanda, conformándose la República con 26 condados y quedando 6 condados en la mayoría de la región del Ulster (Noreste) bajo ocupación británica. Así, la lucha por la independencia se trasladó al Norte, y la República quedó secuestrada por una élite que no se sacrificó en la lucha por la Independencia, en la cual murieron los mejores elementos que podrían haber dado un carácter diferente al nacimiento de la república, como el socialista y sindicalista James Connolly. El régimen clepto-clerical que se forjó, combinó el ultra-conservadurismo católico con un sistema clientelista de cariz clásicamente neocolonial, donde el tráfico de influencias y los favores estaban a la orden del día.
Esta falta de tradición de lucha hizo que, naturalmente, muchos esperaran a las elecciones en febrero del 2011 para castigar al partido gobernante (Fiana Fáil), el cual sufrió la peor derrota en su historia [1]. Su lugar lo tomaron Fine Gael y el partido Laborista quienes prometieron revertir el recorte al sueldo mínimo y re negociar los términos del rescate financiero, particularmente los intereses abusivos impuestos por el BCE y el FMI. Al poco andar se olvidaron de las promesas y nadie les ha salido a cobrar lo adeudado.
La actual coalición de gobierno es una buena muestra del esquizofrénico panorama político irlandés: un partido de ultra-derecha (que envió combatientes a apoyar a los fascistas en la Guerra Civil Española) terminó aliándose con los laboristas, en una alianza que, pese a la derechización de la socialdemocracia europea, no se ve en casi ningún otro rincón de Europa, salvo en el País Vasco, donde el PP se alía con el PSOE. La política de los laboristas ha sido bien descrita por un político de Fiana Fáil, Seán Lemass, quien hace algunas décadas se burló de ellos en el parlamento: “Entiendo que según el diputado [ie. laborista] Tully, alguien ha acusado al Partido Laborista de ser ‘rojo’, lo cual lo ha herido profundamente. ¿Se me permitirá desautorizar de una vez de tal sugerencia? El Partido Laborista es, y siempre ha sido, el elemento más conservador de nuestra comunidad. Lejos de ir rumbo a convertirse en ‘rojos’, no van a ninguna parte… los laboristas son un grupo de hombres agradables, respetables, dóciles e inofensivos –el grupo de personas más inofensivas que alguna vez han agraciado a un parlamento”.
El problema, es que los laboristas controlan al sindicalismo en Irlanda, casi el único referente organizativo de los sectores populares, lo cual explica en gran medida por qué no hemos visto protestas y huelgas de la magnitud de las que han sacudido a Grecia o España. Una canción infantil muy conocida en el mundo angloparlanete dice: “El gran duque de York tenía diez mil hombres, los hacía marchar a la cumbre del cerro y después los hacía bajar de nuevo”. Esto retrata a la perfección la actitud de la dirigencia sindical, que ha convocado a un par de multitudinarias manfiestaciones contra los recortes, en la cual han vociferado de justicia social en términos nebulosos para luego renunciar a tomar cualquier tipo de acciones, especialmente, la única arma que tienen los trabajadores que es la huelga.
Para el 29 de marzo del 2009, cuando la crisis comenzaba a dar sus primeros golpes al pueblo, se convocó a una huelga general, la cual tuvo una acogida sin precedentes en las bases. A un día de realizarse, la central sindical decidió cancelarla, diciendo que la patronal había aceptado, por fin, sentarse a dialogar. Y fueron a la mesa de negociaciones, desde luego, pero que aceptaran dialogar no significa que renunciaran a su intransigencia en contra de las más elementales demandas de los trabajadores. Luego de un par de conversaciones, no se llegó a nada y para entonces ya era imposible convocar a una nueva huelga: la dirigencia sindical estaba completamente desacreditada y el pueblo desmoralizado.
Las iniciativas de movilización son pocas. Una iniciativa que ha logrado sostener algún nivel de movilizaciones en contra de la crisis, es la “Coalición del 1%”, en relación al 1% de la población que controla el 34% de la riqueza, la cual ha sido un espacio valioso para articular al sector anti-capitalista y al republicanismo de izquierda en las movilizaciones, pero el cual es incapaz de movilizar grandes números debido a la histórica falta de presencia en los sindicatos y las organizaciones sociales de una izquierda radical.
Sinn Féin, el partido más importante de la izquierda irlandesa, que podría ser el vector de la movilización, se encuentra en una difícil situación: mientras se aleja sostenidamente del espectro republicano (como lo demostró la reciente visita de la Reina y su negativa a participar en las manifestaciones en su contra), le toca implementar una política económica esquizofrénica a ambos lados de la frontera. Mientras en el Sur ataca los recortes al presupuesto social, en el Norte los implementa. Si bien ha logrado hacer algunos avances significativos en la República en base a ciertas demandas de carácter progresista (contra los recortes y la austeridad, denunciando el irresponsable manejo de la crisis financiera, etc.), no ha logrado implementar una política real de movilización, y enfrenta graves problemas en su base social tradicional en el Norte de Irlanda: la frágil paz construida con los Acuerdos de Viernes Santo en 1998 (que significaron el cese de hostilidades entre las principales facciones pro-británicas y el IRA, otrora el brazo armado de Sinn Féin), se está resquebrajando en la medida en que persiste la división sectaria de la sociedad (católicos-protestantes) y en la medida en que no se han tomado medidas de fondo para terminar con este divisionismo sectario. La unidad nacional sigue esquiva como siempre, las tropas británicas no se han retirado y la política económica neoliberal que se aplica en el norte (en parte por dictados de Londres, en parte por la propia incapacidad política del liderazgo republicano) sigue enfrentando a pobres contra pobres. En este sentido es que debe leerse la persistencia de la violencia política, y el surgimiento de los nuevos grupos disidentes republicanos.
Dos iniciativas interesantes que han surgido durante la crisis, son por una parte, un llamado a un referéndum sobre la deuda irlandesa, impulsado en parte por un sector de izquierda e independientes en el Parlamento, y por otra, un tribunal para realizar una auditoría sbre la deuda a fin de determinar qué parte de la deuda es legítima y cuál no –la cual se basa en gran medida en la experiencia ecuatoriana al respecto. Ambas iniciativas son importantes y muy valiosas dentro del trabajo de concientización sobre la problemática social en Irlanda, pero difícilmente se convertirán, en lo inmediato, en iniciativas de movilización de masas.
Al igual que el pueblo latinoamericano necesitó de dos décadas de recetas neoliberales para que finalmente despertara, creemos que en Irlanda falta áún bastante para que el gigante dormido despierte. Sin embargo, tenemos la certeza de que ese gigante finalmente despertará, quizás no en una semana, ni en un año, pero despertará. Mientras tanto, la consistencia, la perseverancia y la paciencia han de ser las guías para aquellos que intentan rearticular al movimiento social. Todo granito de arena en esta labor, por ahora, es tan precioso como una pepita de oro.
Por Daniel Finn y José Antonio Gutiérrez D.
Irlanda, 6 de junio, 2011
[1] En estas elecciones también la izquierda (Sinn Féin y la ULA, alianza entre dos partidos trotsquistas más independientes) hizo algunos avances en las elecciones parlamentarias, pero su representación sigue siendo suficientemente marginal como para poder efectuar ninguna clase de cambios, y tampoco estos dos sectores se plantean alianzas, con lo cual son pocos y divididos.
El Ciudadano