La tentación, ante un título como el que nos convoca hoy, es hacer una radiografía de las candidaturas, sus ofertones, su rango en las encuestas, sus conatos pendencieros y todo aquello que prefigura una gran definición; como si el destino de la patria estuviera en juego en las próximas elecciones.
Seguir este juego en la superficie puede resultar engañoso en un país que, desde 1973, ha quedado en manos de poderes fácticos cuyas decisiones, en modo alguno, están bajo el escrutinio de la voluntad ciudadana.
Las fuerzas que buscaron la refundación del Estado y la Sociedad chilena en 1973, y que se institucionalizaron en 1990, se han asegurado con anticipación que no habrá sorpresas este 13 de diciembre de 2009, como no las hubo en ninguna de las últimas 4 elecciones presidenciales y parlamentarias. Una vez más, las dos candidaturas que pasarán a la segunda vuelta, representan una postura conservadora y continuista en temas tan fundamentales como:
-modelo económico subordinado al capital transnacional
-saqueo del cobre y renuncia a su fundición, refinación y manufactura en Chile.
-alineamiento político y militar con el gobierno de EEUU;
-hostilidad hacia los movimientos sociales y corrientes emancipadoras de América Latina y a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua; distanciamiento de los procesos integradores como Alba y Mercosur,
-lucro oligárquico con la previsión de los ciudadanos; negociados en la educación, salud, concesión de carreteras, tolerancia con la depredación ambiental.
-impunidad para responsables jerárquicos en la violación de derechos humanos en dictadura;
-política de discriminación y represión al pueblo mapuche y negación de la interculturalidad del país.
-Actitud hacia el alto mando militarista de las Fuerzas Armadas, que continúa como poder fáctico ajeno al control civil y reafirmado en su doctrina elitista y antipopular.
Hay una determinación estructural que las candidaturas centrales no cuestionan ni con el pétalo de una rosa.
EL COBRE COMO FACTOR POLÍTICO
Creo que en Chile hay un factor rotundamente decisivo: el cobre. Sin embargo, en ninguno de los mensajes presidenciales de los cuatro presidentes de la Concertación se ha analizado este asunto con la profundidad que se merece. Acerca del cobre no hay debate público. Se lo llevaron las transnacionales, que ya controlan el 70% de nuestra producción. El tema es que Chile representa sólo el 0,25% de la superficie del planeta pero posee el 50% de las reservas de cobre mundiales. Somos, probablemente, el cuarto o quinto país más rico del mundo, con Arabia Saudita, Qatar, Libia, Kuwait.
El mundo actual está en manos de los dueños del petróleo, de los dueños del cobre y del complejo militar industrial. Son empresas cuyo capital equivale al presupuesto nacional de decenas de naciones del tercer mundo. Son ellas las que, gracias a la Concertación, se adueñaron de los 2/3 de nuestra producción de cobre. El cobre es un factor determinante que está explicando –como lo advirtió hace medio siglo Gabriela Mistral– el proceso político chileno. Y esa determinación no va a cambiar en las próximas elecciones.
A Salvador Allende (en la foto) no lo derrocaron por ser marxista, sino por haber nacionalizado el cobre. Al hacerlo estaba golpeando en la esencia del sistema capitalista mundial. Aunque parte de la izquierda lo acusaba de reformista.
La razón esencial por la que se va Pinochet no es porque los Estados Unidos, después de imponerlo y sostenerlo, se escandalizó con las torturas. A mediados de los ochenta, EEUU condiciona su apoyo a Pinochet a la entrega de la cuprífera estatal Codelco. Y es la oposición mayoritaria en el cuerpo de generales del Ejército la que lo impide.
A partir de entonces, EEUU busca sacar a Pinochet de La Moneda y reemplazarlo por alguien que estuviera dispuesto a entregar el cobre. Quien saca a Pinochet es el Departamento de Estado de los Estados Unidos, que, con ese fin, instaló en Santiago a una de sus figuras políticas más descollantes, el embajador Harry Barnes, quien, con la ayuda del Nuncio Apostólico, Angelo Sodano (el que conspiró para sacar al Cardenal Raúl Silva Henríquez), fue el verdadero estratega de la transición política chilena.
Fue muy heroica y muy relevante toda la resistencia popular, especialmente durante las protestas, pero el factor determinante de la caída de Pinochet fue la decisión del gobierno estadounidense, que necesitaba en La Moneda a quienes no se opusieran al dominio de las transnacionales en la gran minería, nacionalizada por la unanimidad del parlamento en 1971.
DESDE FUERA DE CHILE, EL COBRE DICTA LAS POLÍTICAS DE LA CONCERTACIÓN
Pocas semanas después que Patricio Aylwin asume la Presidencia, la Concertación aprueba en el parlamento las leyes que Pinochet no se atrevió a promulgar para la enajenación del cobre chileno. De manera encubierta, en el proyecto de ley que sube el IVA del 16 al 18%, Aylwin introduce una cláusula que permite a las transnacionales no pagar impuestos aduciendo pérdidas. El resultado fue desastroso. Los capitales foráneos llegaron como buitres al festín, sacaron cobre a manos llenas colocando en el mercado una oferta muy superior a la demanda y generando, en consecuencia, una baja del precio del cobre que se mantuvo por más de 10 años en un rango de 0,80 dólares la libra. Los recursos percibidos por el Estado en 1990 disminuyeron a la décima parte a fines del gobierno de Frei Ruiz Tagle. Y más encima, durante 14 años prácticamente no pagaron impuestos. Y se llevaron el cobre gratis.
Cuando asume Aylwin, el cobre era entre un 7 y un 9% extranjero; hoy día es más de un 66% transnacional.
Esa es la vara de medir de la política chilena: quién controla, produce y comercializa la principal riqueza de Chile. Y de eso no se habla en la campaña electoral.
TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA… EN LISTA DE ESPERA
No ha habido transición a la democracia en Chile. La parte del Producto Interno Bruto que correspondía a los trabajadores chilenos era de un 55% en tiempo de Allende.; con Pinochet bajamos a un 33% y con la Concertación estamos más o menos en el mismo rango pero la desigualdad en la distribución del ingreso ha empeorado a niveles “escandalosos”, como lo reconoce la Conferencia Episcopal Católica.
Habría que hablar de una “transición a la plutocracia”, como la que existía hace 100 años, cuando ocurrió la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. En los últimos 18 años el control de la economía se ha transferido crecientemente a un puñado de grupos económicos, en especial extranjeros: los que se apoderaron del agua, de las telecomunicaciones, los bancos, las AFP y el cobre, el oro, las forestales, los salmones, el fondo marino, los fondos provisionales, etc.
¿En qué les puede afectar, a los nuevos dueños de Chile, la politiquería farandulizada que predomina en las elecciones actuales?
200 MIL MILLONES DE DÓLARES PERDIDOS EN 18 AÑOS
Una estimación conservadora de la pérdida sufrida por Chile entre 1990 y el 2008, podría llegar a los 200 mil millones de dólares:
-entregamos el concentrado sin fundir, ni refinar ni manufacturar el cobre en Chile, sin recuperar el oro, el litio, el molibdeno, la plata y demás minerales que van en el “ripio” que exportamos;
-permitimos operaciones a futuro que hacen las corporaciones extranjeras, la evasión y elusión tributaria; la adulteración de balances; el pago de abultadas tasas de interés de las filiales chilenas a sus matrices extranjeras;
-y en especial, por la baja del precio ocasionado por la explotación desenfrenada de nuestros yacimientos por encima de la demanda mundial, al amparo de la Ley 18.097 Orgánica Constitucional, dictada en 1982, que hasta Pablo Rodríguez Grez calificó como lesiva para el interés nacional.
Piensen sólo en las colosales utilidades que se llevaron las transnacionales por el alza del precio del cobre en los últimos 5 años, desde 0,70 dolares a 4,5 dólares la libra.
El Plan Auge cuesta 400 millones de dólares, la solución para los “Pingüinos” costó 60 millones de dólares. Al tiempo que La Escondida se lleva en un solo año 7.000 millones de dólares. En La Escondida se produce más cobre que en todos los yacimientos norteamericanos juntos.
LAS PLATAS QUE MANEJAN LA POLÍTICA
Es el colmo del cinismo sostener que “una cosa es la economía y otra es la política”. Ya está bueno que conozcamos a fondo los mil y un resquicios que utiliza el gran capital para controlar la política y la institucionalidad. Cuestión relativamente fácil cuando las ganancias alcanzan cifras tan colosales y la opinión pública es manipulada de la manera más grosera por el duopolio El Mercurio – La Tercera, como no ocurre en ningún otro país de América Latina.
A menudo el empresariado -y el gobierno que adoptó enteramente los objetivos, la estrategia y la táctica de éstos- se jactan de que Chile está “blindado” ante la crisis mundial porque cuenta con reservas de 30 mil millones de dólares provenientes del mayor precio del cobre. Pero nunca mencionan que, en función de esa misma cifra, las transnacionales mineras cuentan con utilidades de 60 mil millones de dólares gracias al cobre chileno. Es decir, si el cobre continuara nacionalizado, como lo estuvo desde 1971 hasta 1982, el Estado habría percibido ingresos por 90 mil millones de dólares en los últimos 5 años. No tenemos tiempo en este espacio para hacer un ejercicio de todos los dolores que se aliviarían al pueblo chileno si contáramos con esas fantásticas cifras.
Hay otro factor que señalar. Los grupos de Angelini, Matte, Luksic, Said, gracias a la Concertación, han alcanzado una posición dominante en la economía nacional -con la que controlan los medios de comunicación y el sistema político. Aparte de eso, está el factor militar que no se toca. Nadie habla de las Fuerzas Armadas. En el ejército, Pinochet sigue siendo un héroe. La Biblioteca de la Escuela Militar lleva su nombre.
PROPUESTAS
Ahora estamos enfrentados a la necesidad de crear una fuerza que cambie este orden de cosas y que pueda aglutinar a esa mayoría de chilenos que, independientemente de su inspiración ideológica, entiende que lo mejor para Chile es recuperar sus recursos naturales actualmente enajenados, que exija la convocatoria a una Asamblea Constituyente en la que se discuta y acuerde una nueva Constitución Política del Estado que salvaguarde los derechos económicos, sociales y culturales de toda la ciudadanía; y que se comprometa a reinsertar a Chile en la corriente emancipadora y democratizadora que se abre paso en América Latina.
Ninguna de estas reivindicaciones centrales aparece hoy en el debate electoral. Digámoslo autocríticamente. Hace tiempo que debiéramos haber inscrito cientos de candidaturas independientes o haber acordado alianzas con los sectores verdaderamente dispuestos a impulsar estos cambios, que van mucho más allá del estrecho concepto de “izquierda” y aún más allá del aún más estrecho concepto de “revolucionarios”. No se trata de aglutinar a la izquierda ni a los revolucionarios, sino a todos los chilenos y a todos los sectores populares que verdaderamente se comprometan a impulsar estos cambios fundamentales y no seguir de comparsas con sectores que nos han hundido por más de 3 décadas en el pantano del capitalismo más salvaje que haya conocido la historia nacional.
Son muy respetables los principios y las trayectorias de los numerosos referentes políticos que existieron en el siglo pasado. Pero lo que Chile necesita es más que reivindicar las ideas de un partido, o rendir homenaje a los héroes y mártires de un partido. Nuestro pueblo debe reemprender un camino de emancipación y un proyecto de desarrollo nacional que en sus contextos respectivos plantearon Camilo Henríquez, Balmaceda, Pedro Aguirre Cerda… Lo que dijo este último – “Gobernar es educar. La atención preferente del Estado es la educación” Y por cierto las ideas de Allende y Tomic (en la foto) que en 1970 representaron más del 60% del electorado.
Nuestras ideas, las que se abrieron paso a lo largo del siglo 20, son más potentes y más penetrantes que las de la plutocracia, que no podía ganarnos en un marco genuinamente democrático y por ello tuvo que recurrir a un golpe de estado. Y a pesar del baño de sangre, las ideas del neoliberalismo no han podido ni podrán ser impuestas en Chile con la anuencia del pueblo chileno. La democratización del país y el rescate de la soberanía nacional son banderas que pueden aglutinar a una mayoría del pueblo chileno. Se trata ahora de construir el instrumento de unidad y de lucha del pueblo para doblegar a las fuerzas conservadoras y continuistas que actualmente controlan el país.
por Gustavo Ruz Zañartu
Publicado en el número 316, septiembre-octubre 2009, de la revista Pastoral Popular
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