Las cocinas de la transición

Pese al disgusto de la izquierda de la Nueva Mayoría la reforma tributaria está ya cocinada. Un sostenido trabajo de economistas representantes del empresariado; un viaje de largas horas a Estados Unidos que juntó a la presidenta Bachelet con los dueños de Chile, Roberto Angelini, Bernardo Larraín Matte y Andrónico Luksic Craig; y un afinado trabajo del dispositivo mediático y encuestadoras, acabaron por convertir el primer proyecto estrella del gobierno en otro acomodo para que todo siga igual.

Las cocinas de la transición

Autor: Mauricio Becerra

Reforma tributaria congreso Nacional

Una sobria complacencia y un leve incomodo denotan las caras de los firmantes del acuerdo de reforma tributaria urdido a principios de julio. Tras semanas de juntarse en secreto, cargaban en sus rostros la liturgia de las ya dos décadas de post dictadura de consensuar que el modelo económico de chorreo para arriba dejado por Pinochet seguiría intacto.

Se ha destacado el desentierro de los rituales del consenso que penaron durante toda la post dictadura o que se mantendrán los beneficios tributarios que posibilitan la elusión de los grandes contribuyentes. Más en penumbra están el accionar del dispositivo mediático para afinar una percepción pública de rechazo a la reforma originaria y, quizá lo que nunca sabremos, el acuerdo que alcanzaron Bachelet y los dueños de Chile viajando juntos a Estados Unidos una semana antes de que la mandataria pergeñara el acuerdo con la derecha.

“COMIENDO GALLETAS”

De mal gusto para el gobierno fueron las declaraciones del ex ministro de Economía de Sebastián Piñera, Juan Andrés Fontaine, quien a pocas horas de sellarse el acuerdo diera a conocer en una entrevista radial que gran parte de la negociación por la reforma se hizo en el living de su casa. Hasta allá llegó religiosamente durante los días de junio el ministro de Hacienda, Alberto Arenas para consensuar un acuerdo “comiendo galletitas”, según el mismo Fontaine contó.

Las conversaciones partieron con el subsecretario de Hacienda, Alejandro Micco, y el hermano de Juan Andrés, el también economista Bernardo Fontaine. Ambos son de la cepa Chicago Boys formados en Economía de la PUC durante la dictadura. Juan Andrés estudió en la Universidad de Chicago y volvió a Chile para trabajar con el empresario Manuel Cruzat y a partir de 1984 integrar el Banco Central bajo la dictadura de Pinochet. Con los años se hizo un buen cargo en directorios de empresas como Quiñenco y Banco de Chile (grupo Luksic), Banco Santander-Santiago, la constructora Besalco, Mall Plaza y la transnacional Endesa. Hoy es director de Embotelladora Andina y Sigdo Koppers, además de consejero del Instituto Libertad y Desarrollo (UDI). Bernardo, por su parte, hizo carrera en Falabella, llegando a ser vicepresidente del directorio de CMR Falabella y del Banco Falabella y en Citicorp-Citibank, entre otras empresas. Desde 2005 sienta sus posaderas en el directorio de LAN 2005.

Voz autorizada ante la autoridad del sentir de los grupos económicos, Bernardo contó a un canal de TV que día por medio se reunía con los técnicos de Hacienda en “una oficina perdida de la Alameda” para afinar el acuerdo.

UNA COCINA ESTRECHA

Otro escenario del acuerdo fue la casa del presidente de la DC, Ignacio Walker. El 2 de julio llegó hasta allá el ministro Arenas para coordinar el apoyo al proyecto de la bancada demócrata cristiana. Lo esperaban en la mesa para una cena el grueso de senadores del llamado partido del orden. Bastaron pocas sazonadas de pavor a la ‘desinversión’ y un poco de aliño ‘técnico’ para que se cocinaran al ministro.

Pasaban las horas y más actores se subían al carro de la victoria.

Uno que incomodó fue Jorge Awad, presidente de la Asociación de Bancos y financista de la DC, quien a través de una declaración dijo que “el papá del acuerdo soy yo”.

También se subió al carro el senador Andrés Zaldívar (DC), quien a través de una entrevista en La Tercera disputó la paternidad del acuerdo y lanzó una frase directamente dirigida a la izquierda de la Nueva Mayoría. El senador dijo que este tipo de negociaciones no pueden hacerse de cara a la opinión pública, ya que “en esta cocina no caben todos”.

Zaldívar, quien partió su carrera política como ministro de Hacienda de Eduardo Frei Montalva, demostró que los dinosaurios aún no se han extinguido. Y lo peor, cual Jurassic Park, se volvieron a tomar la cocina del gobierno de la Nueva Mayoría.

Pero Zaldívar es sólo un buen cocinero.

Los comensales para quien se prepara el festín están más arriba, compartieron el avión presidencial de Bachelet en su visita a Estados unidos en junio, pocos días antes de cocinarse la reforma.

SOBRE LAS NUBES

Cuando el 28 de junio la mandataria viajó a Washington para realizar una visita oficial a Estados Unidos, no sólo se hizo acompañar de un selecto grupo de ministros, también fue la ocasión para que el empresariado en esa intimidad que da un avión presidencial la terminara por convencer de que tenía que modificar su ansiada reforma. Todo a miles de metros de altura.

Junto a Bachelet iban los ministros de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz; de Economía, Luis Felipe Céspedes; Energía, Máximo Pacheco, y, como no, Alberto Arenas. También iba el jefe de bancada DC, Matías Walker, y el senador Juan Pablo Letelier (PS), quien después aparecería con una sonrisa fatigosa en la foto del acuerdo.

Como es cosa acostumbrada en la post dictadura neoliberal, en la comitiva también iba una generosa delegación de empresarios. Invitados por la presidenta iban el presidente de la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), Hermann von Mühlenbrock; el presidente de la Confederación de la Producción y Comercio (CPC), Andrés Santa Cruz; y el presidente de la Asociación de Exportadores de Chile (Asoex), Ronald Bown.

Tampoco pagaron pasaje el directorio de Lipigas, Juan Manuel Santa Cruz; el presidente de Endesa, Jorge Rosenblut; el presidente de CGE, Jorge Marín Correa y el gerente general de AES Gener, Luis Felipe Cerón.

Menos se iban a quedar abajo los dueños de Chile: el presidente de empresas Copec, Roberto Angelini; el presidente de Colbún, Bernardo Larraín Matte y el presidente del grupo Quiñenco, Andrónico Luksic Craig. Se trataba de una delegación al más alto nivel.

¿De qué habrán conversado durante tantas horas de viaje?

En el ambiente promiscuamente distendido de un avión presidencial, lejos del barullo de las multitudes y sus pancartas en la Alameda, tal vez los empresarios aprovecharon la oportunidad para ‘hacer ver’ a la presidenta que las reformas “no eran un estímulo a la inversión” o que la “economía se desacelera”, o tal vez pusieron énfasis en la “persistente caída en la inversión”. Quien sabe.

Tal vez fueron más enfáticos y pusieron el grito en el cielo. Quizás ni tan arriba, a menos de 3 mil metros de altitud, con palabras en sordina, argumentadas a veces con guarismos técnicos que desplegaban ante los orejeros de Bachelet entre el pasillo y el baño del Boeing 737-300 de la Fach.

De seguro el empresariado le hizo ver a Bachelet, una política hija del desarrollismo y pragmáticamente neoliberal, que objetivamente desde la dictadura que tienen el sartén por el mango.

La presidenta Michelle Bachelet llegando a la Moneda tras el viaje a Estados Unidos.

La presidenta Michelle Bachelet llegando a la Moneda tras el viaje a Estados Unidos.

EL DISPOSITIVO EN FUNCIONAMIENTO

El cuadro queda incompleto si no se analiza el rol de las agencias encuestadoras y los medios de comunicación en los meses previos al acuerdo. Auténticas máquinas de producción de verdad en las sociedades del capitalismo post fordista, las encuestas y los medios fueron afinadamente accionados y medidos por los productores de sentido, logrando una operación mediática exitosa.

Preguntas cuidadosamente armadas y en algunos casos hasta tendenciosas, universos muestrales que ni siquiera alcanzan el millar de encuestados, todo muy diligentemente pedido y difundido por los medios, fueron construyendo durante todo el primer semestre del año un ‘rechazo de la opinión pública’ a la reforma tributaria.

Ya en abril La Segunda y la Universidad del Desarrollo, del UDI Joaquín Lavín, publicaban que “el 56% cree el ajuste tributario no cumplirá el objetivo de disminuir la desigualdad” o que “el 59% no está dispuesto a pagar más impuestos para «disminuir la desigualdad”.

El dispositivo funciona en paralelo con entrevistas a economistas que son consultores de grandes corporaciones (por ya casi una década el economista ligado a la UDI José Ramón Valente es fuente habitual de los periodistas económicos) y la difusión de estudios de think tanks de derecha o de instituciones financieras sin suspicacia alguna. Bernardo Fontaine se paseó por los medios que quiso dando entrevistas para disparar contra el proyecto de reforma tributaria original. Estuvo en varias radios, Tolerancia Cero y en el Canal 13 de Luksic.

Hubo preocupación en vincular la reforma a miedos vitales de los chilenos. En abril El Mercurio difundía a partir de un ‘estudio’ de la AFP Habitat que la reforma tributaria significaría hasta una baja de 6% de en las pensiones.

Así de a poco, las repetidas liturgias mediáticas fueron preparando la escena. El despliegue de las encuestas, que para los políticos funcionan como oráculos, y una persistente campaña contra el proyecto original de reforma tributaria a través de los medios masivos de derecha (o sea, casi todos) fueron preparando el terreno. Dando una ojeada a los titulares y contenidos de la prensa durante una semana de mayo, el periodista Paul Walder terminó titulando como el veneno de cada mañana: “Una pauta de prensa pergeñada por inversionistas, banqueros, terratenientes, comerciantes y asesores que busca instalarse como la agenda política del país”.

La embestida informativa logró sus efectos y pronto estuvieron las encuestadoras para medirlo. El 23 de junio La Tercera da cuenta de que “un 39% de los encuestados señala estar en contra del proyecto de ley impulsado por el Ejecutivo”, agregando que el rechazo tuvo un alza de cinco puntos porcentuales en sólo un mes. Fue el punto de inflexión logrado por el dispositivo mediático-encuestas: El rechazo al proyecto original era mayor al respaldo. A esa altura la diferencia era sólo un punto.

La estrategia sumó el discurso de la derecha, divulgado generosamente por los medios, que se centró en que los costos de la reforma afectarían a la clase media. Los esfuerzos mancomunados no tardaron en dar frutos. Según La Tercera, “un 61% estima que la reforma afectará negativamente a la clase media. Asimismo, un 50% cree que afectará los montos de las pensiones para los jubilados”.

A principios de julio, la encuesta Adimark terminó coronando la arremetida mediática y de la derecha. En el mismo orden como lo contó El Mercurio, los objetivos que apostaron por el miedo fueron satisfactoriamente logrados: “un 55% cree que la reforma tributaria afectará a la clase media, un 46% piensa que dañará el crecimiento económico, un 42% que va a disminuir la oferta de empleos y un 41% que va a contribuir a disminuir la desigualdad”.

Otro refuerzo fue bajar la expectativa de crecimiento económico Según contó Ciper, el ministro de Hacienda en las últimas reuniones con Fontaine llegó con un informe que bajaba la proyección de crecimiento esperado a principios del gobierno de la Nueva Mayoría. Los medios y el empresariado están al tanto que se enfrentan a una clase política que se asustan cuando escuchan palabras como ‘desaceleración de la inversión’ o siente pavor al escuchar el reclamo de un empresariado que les advierte que las políticas son un ‘freno del crecimiento económico’.

EL PRÓXIMO MENÚ

Tras retornar de la gira a Estados Unidos, Bachelet decidió sellar el acuerdo de reforma con la derecha. Así, pese a la mayoría parlamentaria y la presión en las calles, el dispositivo mediático terminó por dar el tiro de gracia al proyecto original.

La excusa de Arenas a sus socios de izquierda de la Nueva Mayoría, que se quedaron bajo la mesa mientras se cocinaba el acuerdo, fue que el objetivo de recaudar los US$ 8.200 millones necesarios para la implementación de la reforma educacional, se cumplen con el actual proyecto.

Quizás el sentido de ‘buena madre’ de Bachelet la impulsó a sacrificar la reforma tributaria para financiar una reforma educativa. Frente a los medios y el empresariado no tiene grandes espaldas. Una espalda fuerte podría ser el movimiento social, pero pese a haberse apropiado de sus banderas, el movimiento social no está detrás de ella.

La izquierda de la Nueva Mayoría espera que con la reforma educativa el manejo sea diferente y sean invitados a la preparación. Tal vez. Pero viendo como se cocinan las cosas en Chile, los viejos cocineros ya afilan los cuchillos. A pocos días de sellarse el acuerdo el senador RN Andrés Allamand emplazó públicamente al ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, a que “siga el ejemplo” del ministro de Hacienda. Por su parte, Ignacio Walker, timonel DC dijo que esperaba que este “histórico acuerdo” sea “replicado” en la Reforma Educacional.

A partir del 7 de agosto, Bachelet visitará Sudáfrica, Angola y Mozambique. Pese a que esta vez la comitiva presidencial no tiene la pompa de la gira a Estados Unidos, en el viaje, como ha ocurrido durante toda la post dictadura, también se guisarán acuerdos. En tierra aún los medios no cuentan en qué casas se esta cocinando ahora el futuro consenso en reforma educativa. En lo que sí hay certeza es que el movimiento social es el plato predilecto del menú.

Mauricio Becerra R.

@kalidoscop

El Ciudadano

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