Sin pagar impuestos, Exxon Mobile Spain cobró en 2010 casi 10.000 millones de dólares, frente a los casi 5.500 millones del año anterior con un solo empleado en España, que gana 44.000 euros anuales. Este fraude legal se apoya en una “tributación privilegiada” para empresas extranjeras: las entidades de tenencia de valores extranjeros (ETVE).
En la década de los ’90, España creó un régimen fiscal para evitar que las multinacionales pagaran impuestos por partida doble: en su país de origen y en el país donde tienen su actividad. Con hábiles asesores fiscales, algunas han utilizado los resquicios del sistema tributario para conseguir que no paguen ni en un país ni en el otro.
El régimen español ofrece varios tipos de facilidades. Estas empresas pueden asentarse de forma legal en paraísos fiscales dentro de la Unión Europea, como Gibraltar, Luxemburgo, Andorra, etc. También pueden elegir otros territorios fuera de la Unión Europea por medio de subcontratas para eludir la restricción: la ETVE se convierte en accionista de otro holding, que a su vez posee filiales en territorios offshore libres de tributación. Otra técnica para evitar el pago de impuestos consiste en que las filiales españolas paguen intereses por sus inversiones, contabilizadas como gastos deducibles que restan impuestos a otras firmas extranjeras del grupo y que benefician a los mismos accionistas.
ExxonMobile Spain tiene acciones en el grupo ExxonMobil Luxembourg et Cie, que cuenta con un centenar de filiales en países de todo el mundo: holdings en Luxemburgo y Holanda, sociedades en los paraísos fiscales de Bahamas y Martinica, o filiales en otros países como Australia, Alemania, Francia o Italia. Una proporción sustancial de los miles de millones de dólares que la sede de Luxemburgo pagó a la de España acabaron en la matriz en Estados Unidos sin tributar un dólar. Sin el régimen especial para empresas extranjeras en España, no se habría podido lograr este beneficio “puro”.
Un informe del Ministerio del Trabajo en España desvela que las 35 mayores empresas –las que conforman el Ibex 35– utilizan “territorios opacos” para pagar menos impuestos. Han creado 272 sociedades en 27 países considerados paraísos fiscales, donde pagan muy pocos o ningún impuesto. El estudio concluye que, si las empresas españolas ganan dinero con sus negocios fuera de España, no pagan impuestos. Pero si pierden, es muy probable que consigan ayudas del Gobierno, con el dinero de los ciudadanos. El BBVA tiene el triple de dinero en las Caimán que en Argentina, a pesar de ser el segundo banco del país.
“Todas las multinacionales españolas usan estrategias de elusión fiscal. Los datos de la Agencia Tributaria confirman que las mayores empresas pagan, de media, un 10% de impuestos, mucho menos que una pequeña empresa, los pequeños trabajadores autónomos y asalariados”, concluye Carlos Cordero, economista de la consultora Sustentia y director del estudio.
Hay quienes presentan la elusión fiscal como un mal menor ante el empleo que generan las empresas beneficiadas, como si hicieran caridad. Sin esos puestos de trabajo, las compañías no podrían incrementar la producción, las ventas y los beneficios de sus accionistas. Pagar impuestos en los países donde las empresas realizan sus actividades forma parte de la misma lógica de intercambio. El país aporta el talento, la mano de obra y ciertas garantías jurídicas; la empresa paga impuestos en el país que le permite llevar a cabo su actividad empresarial y obtener beneficios, y contribuye así al bienestar general. Pero los “resquicios legales” y la lacra de los paraísos fiscales permiten que muchas empresas envíen sus beneficios a paraísos fiscales sin tributar.
La elusión fiscal por parte de quienes no han dejado de beneficiarse en plena crisis -las empresas del Ibex 35 cerraron 2010 con un beneficio de casi 50.000 millones de euros, 24,5% más respecto a 2009– choca con los “sacrificios” que piden los gobiernos a la ciudadanía. Este absurdo que algunos llaman “ley” de mercado tiene más de ley del más fuerte. Como muchas injusticias en la historia de la humanidad, estamos a tiempo de cambiar de rumbo y de exigir el mismo trato para todos, incluidas las empresas. En democracia, no caben privilegios maquillados con “Responsabilidad Social Corporativa”.
Por Carlos Miguélez Monroy
Centro de Colaboraciones Solidarias
El Ciudadano