Este exclusivo club de millonarios obsesionados con su propio secreto, no sólo pone y saca políticos según su conveniencia, sino que mueve las fichas en el tablero geopolítico internacional según su propio criterio de rentabilidad. En el impersonal edificio ubicado en el número 85 de Broad Street de Nueva York, todavía reina el espíritu familiar que el inmigrante judío-alemán, Marcus Goldman y más tarde su yerno Samuel Sachs, imprimieron a la empresa fundada en 1869. Pero este exclusivo club de millonarios obsesionados con su propio secreto, no sólo pone y saca políticos según su conveniencia, sino que mueve las fichas en el tablero geopolítico internacional según su propio criterio de rentabilidad.
Una de sus inversiones más lucrativas está en la Casa Blanca y se llama Barack Hussein Obama. Otra de sus inversiones, menos rentable, es el 18% de las acciones que compró al Grupo Clarín de Argentina hace más de una década y que, en parte, vendió tiempo después. “No existe nada parecido a Goldman Sachs (GS) en Wall Street”, escribe su ex vicepresidenta, Lisa Endlich, quien publicó el libro Goldman Sachs: la cultura del éxito.
Hace más de 10 años, en la misma época en que invirtió en el Grupo Clarín, Goldman Sachs predecía que los países del Bric (Brasil, Rusia, India, China) alcanzarían a las 10 mayores economías mundiales, pero recién en 2040.
A pesar de que el actual presidente de Goldman Sachs Asset Management, Jim O’Neill, fue quien acuñó el neologismo Bric, la predicción fue errónea porque en menos de una década la economía china ya ocupa el puesto número dos, Brasil es número siete, India 10, e incluso Rusia se va aproximando a paso redoblado.
En la publicación electrónica Asia Times Online, el periodista Pepe Escobar señala que en términos de paridad de poder de compras, o PPP en inglés, las cosas se ven aún mejores para los Bric. Desde ese punto de vista, China está en segundo lugar, India es ahora cuarta, Rusia sexta y Brasil séptimo.
En ese sentido –razona Escobar–, no es sorprendente que Jim O’Neill, autor intelectual del acrónimo Bric y actual presidente de Goldman Sachs Asset Management, haya estado subrayando que “el mundo ya no depende del liderazgo de Estados Unidos y Europa”. Dentro de los próximos 30 años, los máximos cinco serán probablemente, según Goldman Sachs, China, Estados Unidos, India, Brasil y México. Si hay que creerle a GS, Europa está irremediablemente condenada a ocupar el lugar de furgón de cola de la futura economía planetaria.
No hay dudas que una Europa que ahora está en una profunda crisis financiera estará “en decadencia” mientras siga inextricablemente entrelazada con “Occidente” y se siga ajustando a los designios de Washington.
Escobar argumenta que Europa todavía tiene sus oportunidades no occidentales si se aparta de la economía de casino de Wall Street. En los hechos, la periferia sueña cada vez más con un protagonismo europeos, que brilla por su ausencia. La Primavera Árabe, por ejemplo, fijó su atención en las democracias parlamentarias al estilo europeo, no en un sistema presidencial estadounidense. Además, por ansiosa que esté desde el punto de vista financiero, Europa sigue siendo el mayor mercado del mundo. En una serie de campos tecnológicos, rivaliza ahora o sobrepasa a Estados Unidos, mientras las regresivas monarquías del Golfo Pérsico se dan el lujo de comprar euros (y bienes raíces de primera en París y Londres) para diversificar sus portafolios.
Decadencia o no, Escobar sugiere que Europa podría encontrar un nuevo período de vida marginando su atlantismo y apostando audazmente por un destino euro-asiático. Podría abrir sus sociedades, economías y culturas a China, India y Rusia, mientras empuja a Europa del sur a que se conecte de modo más profundo con una Turquía en ascenso, el resto de Medio Oriente, Latinoamérica y África. Sin embargo, es altamente improbable que esto ocurra con líderes como Merkel, Sarkozy, Cameroon y Berlusconi.
Europa pregona un modelo de integración supranacional como medio de solucionar problemas y conflictos de Medio Oriente a África. Pero cualquier ciudadano puede ver ahora la evidencia de una Unión Europea al borde de la ruptura en medio de interminables riñas inter-europeas que incluyen revueltas nacionales contra el euro, descontento por el papel de la Otan y un estilo de continua arrogancia cultural europea que la incapacita para reconocer los avances de otras sociedades.
Protestas y disturbios en Grecia, Italia, España, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria y Turquía fueron consecuencias directas de la recesión global. En Francia, un 13,5% de la población es ahora oficialmente pobre, es decir, vive con menos de 1.300 dólares al mes. Los indignados de Madrid sintetizaron el espíritu del momento: “No estamos contra el sistema, el sistema está contra nosotros”.
No es sencillo comprender los movimientos sociales que, bajo distintas formas, están produciéndose hoy en Europa, en España y en Grecia, pero también en Gran Bretaña se están gestando movimientos sociales de nuevo tipo que probablemente seguirán extendiéndose y que tienen muchos puntos en común con lo que presenciamos en las diversas crisis políticas latinoamericanas: en el caracazo, el zapatismo, el diciembre argentino o las luchas por el agua en Bolivia.
Son luchas que, a pesar de la distancia geográfica y cultural y de los distintos discursos políticos en que se traducen responden a una misma situación: el dominio tendencialmente absoluto del capital financiarizado sobre las economías de los distintos países y las vidas de sus habitantes.
No es de extrañar, por lo tanto, que los aparatos de propaganda de las potencias que están envueltas en una parálisis política y económica a la vista de todo el mundo hayan hecho hasta ahora todo lo posible por ocultar las conexiones efectivas entre los distintos polos de una enorme marea de resistencias que amenaza al sistema capitalista en su conjunto.
En ese sentido, Goldman Sachs no es un mero espectador: el Grupo Clarín no es la primera aventura mediática de GS. El banco de inversiones jugó un papel clave en el escándalo que originó el derrumbe del imperio mediático del magnate británico Robert Maxwell, autor de un fabuloso desfalco a los fondos de pensiones de sus propios empleados.
El capítulo más interesante del libro Goldman Sachs: la cultura del éxito, es justamente el que refiere las dudosas operaciones de GS como asesora financiera del fallecido magnate de la prensa británica. La autora del libro, Lisa Endlich quien entre 1985 y 1989 se desempeñó como vicepresidenta de GS escribe: “Maxwell utilizó a GS para robar dinero de los fondos de pensiones de sus empresas, utilizando al banco de inversiones como intermediaria entre varias compañías controladas por él mismo, afirma Endlich. Con el diario del día después, la historia parece un calco de la ensayada –a mayor escala–, por Clarín con los fondos de las Afjp (AFP argentinas) hasta su reestatización.
En noviembre de 1991, Robert Maxwell –el Héctor Magnetto de la prensa británica–, apareció ahogado en las Islas Canarias mientras navegaba en su yate. Sin embargo, otra característica particular de GS es su capacidad para sobrevivir a sus clientes y a sus empleados caídos en desgracia.
Walter Goobar
Miradas al Sur