Guerras intercapitalistas por los recursos estratégicos, o cómo vamos a tener que aprender a amar la bomba y dejar de preocuparnos.
Irán es y será la arena de batalla en la cual sé decidirá los rumbos geopolíticos a mediano y largo plazo. Esto es en lo que la gran mayoría de los analistas internacionales coinciden. El gran desarrollo macroeconómico de las nuevas potencias orientales presiona el equilibrio de los países del “primer mundo” en la obtención de recursos; basta pensar que Estados Unidos sólo posee dentro de sus fronteras el 25 % de los recursos que necesita. La cancha se está quedando chica y los recursos se agotan. En un mundo que depende absolutamente de los combustibles fósiles para su funcionamiento, y especialmente del petróleo que se ocupa en el 40 % de todas las actividades humanas, todos los ojos están puestos en el país islámico.
El país teocrático se encuentra ubicado en el eje medioriental que posee más del 70 por ciento de las reservas petroleras y gasíferas en el mundo, de donde Irán, quien controla el Estrecho de Ormuz, regula el 40 por ciento. En una carrera mundial por el predominio global, a repartirse la supremacía económica-política, este control es fundamental en el destino de las potencias en disputa.
Para Juan Francisco Coloane, sociólogo y analista político, la posible ocupación de Irán es tributaria de un interés de posicionamiento regional: “la Alianza Transatlántica con una ocupación militar expandida desde el Golfo Pérsico hasta Pakistán, posicionando un amplio despliegue militar al borde de China, India, y Rusia, estaría cumpliendo uno de los objetivos pendientes al finalizar la Segunda Guerra Mundial”.
A través de las confrontaciones electorales, que han marcado el tratamiento internacional respecto a la democracia en el país islámico, se ha tratado de canalizar un conflicto mucho más profundo, y por cierto, mucho menos aislado. El antagonismo entre “fundamentalistas”, tributarios del orden teocrático de los ayatolas, y los “reformistas”, espectro social que aboga por una sociedad imbuida por los preceptos neoliberales y occidentales, es la cara visible de una red de influencias e intervenciones, orquestadas principalmente por los Estados Unidos y la OTAN, para desestablizar el orden religioso-nacionalista de Irán y “desregularizar” el flujo de recursos naturales.
Estas operaciones de desestabilización están enmarcadas en una serie de “caballos de Troya”, operaciones pensadas como una organización estratégica en el mundo árabe y musulmán, que esgrimiendo la defensa de la democracia contra regímenes que promueven la acción de grupos terroristas o que derechamente están conformados por ellos, persiguen la erradicación de ellos.
CÓMO COSECHAR LOS MAYORES BENEFICIOS CON LOS MENORES COSTOS
¿La razón de estas operaciones subterráneas? “Una invasión militar a Irán por vía terrestre para derrocar al régimen de los ayatolas (el verdadero objetivo del eje sionista “Washington-UE-Israel), le costaría a EEUU e Israel bajas humanas y pérdidas militares imposibles de mensurar”, según Manuel Freytas, analista internacional.
Sin embargo,“el costo de una intervención masiva en la región es alto, aunque el beneficio también es altísimo, porque el sistema capitalista global necesita con urgencia de los activos de capitales que actualmente permanecen subutilizados al estar administrados por estructuras estatales burocráticas de regímenes autoritarios, sean monárquicos o clericales”, sostiene Coloane.
Si se tiene en cuenta que Irán es un país con un territorio cuatro veces mayor que Irak, con un terreno mucho más montañoso y árido, una intervención militar directa resultaría un tanto difícil, por decir lo menos. Además, si se considera que el país islámico cuenta con un millón de uniformados repartidos entre las ramas del ejercito, medio millón de mujadines, o ejército de voluntarios, un ejercito dentro del ejercito llamado El Cuerpo de los Guardianes de la Revolución (en la fotografía), o “ejercito ideológico”, y que toda la población iraní entre los doce y sesenta años recibe entrenamiento militar en las milicias populares, el panorama es aun más adverso.
Por otra parte, el proyecto de enriquecimiento de uranio, o simplemente proyecto nuclear, mantiene en constante preocupación a los países occidentales por la amenaza nuclear que esto podría significar, a pesar de que el gobierno iraní ha reiterado en numerosas ocasiones que es simplemente para utilización energética.
Según el analista francés Thierry Meyssan, fundador de Red Voltaire, “Washington ha renunciado a atacar militarmente a Irán y ha disuadido a Israel de tomar esa iniciativa. Para conseguir cambiar el régimen, la administración Obama prefiere jugar la carta de la acción secreta”.
Es por estas razones que las lógicas estadounidenses por derrocar el régimen de los ayatolas se han dirigido a la articulación de un movimiento interno, que si bien tal vez no logre derrocar ellos mismos al gobierno, por lo menos creen las condiciones propicias para una invasión militar, al igual que ocurrió en Irak el 2003.
Por Sebastián Fierro
El Ciudadano