Un reciente informe de la Dirección Económica de la Cancillería (DIRECON) entrega detalles interesantes sobre el comportamiento comercial chileno. Tras años de abogar por TLC, la zona de donde nuestro país más importa productos es el MERCOSUR, esquema de integración latinoamericano con el cual no tenemos TLC. Si sumamos los productos que Chile importa desde la Comunidad Andina de Naciones (CAN), casi el 30% de las importaciones chilenas provienen de estos dos esquemas de integración y no hay TLC con ellos. Ahora bien, el problema no radica en la ineficacia del libre comercio sino en dos consideraciones vitales.
Primero, que las condiciones de los TLC, en particular con el mundo desarrollado, no establecen verdaderamente el libre comercio toda vez que Europa y Estados Unidos mantienen y han profundizado medidas proteccionistas de sus economías. Además, los aranceles comerciales con Estados Unidos en particular, eran mínimos ya con anterioridad al TLC y habida cuenta que el arancel aumenta con el valor agregado del producto importado a Estados Unidos, la política de explotación de materias primas en Chile – que no agrega valor al cobre – no afecta mayormente la exportación a ese país. Ello explica porque tras años de TLC con EEUU, comercialmente no ha pasado nada.
Segundo, América Latina constituye un espacio natural de actividad comercial para Chile. Esta tesis ha sido ampliamente debatida y sigue generando discordia. Sin embargo, las cifras que señalábamos al inicio, hablan por si solas. Celebrando o no TLC con la CAN y el MERCOSUR no alterará mayormente esta disposición comercial natural. A pesar de esto, el déficit comercial con la región también es impresionante, es decir, Chile importa mas del doble de lo que exporta a la región. Esto es sin dudas debe llamar la atención por cuanto hay una doble debilidad comercial. Por una parte, la importación está muy determinada por la importación de energía y en segundo lugar, no se exporta porque hay muy poco que exportar, más aun cuando numerosas empresas han salido del país a manufacturar a países vecinos.
Ahora bien, existe potencial aun por desarrollar con América Latina, en particular ante los efectos de la crisis económica, pudiendo elevarse la actividad comercial aun mas en virtud de este espacio natural, haciendo crecer la actividad comercial regional para lo cual un impulso a las PYMES, constituye un factor de incentivo a la economía nacional. Anteriores estudios de la DIRECON, la CEPAL y ProChile indican con claridad que nuestro país se beneficia de la actividad comercial con los vecinos en empleo y desarrollo industrial.
Por otro lado, tras años y décadas afirmando la necesidad de diversificar las exportaciones, el actual modelo comercial, diseñado por las potencias mundiales y en particular, por los intereses del gran capital trasnacional, no logra dar para Chile una solución de desarrollo y demuestra estar agotado. El cobre (sin valor agregado) ha aumentando considerablemente su participación en la canasta exportadora en los últimos años y ésta, a pesar de todos los esfuerzos, se ha tendido a concentrarse nuevamente, reflejando la alta dependencia de Chile hacia los mercados internacionales debido al aumento general en los precios de materias primas. Lo ideal habría sido invertir productivamente los excedentes del cobre como forma de incentivar la diversificación de la canasta y por tanto, disminuir la dependencia externa, pero los TLC celebrado por Chile – incluyendo con China – impusieron condiciones tales como la prohibición de agregar valor al cobre. Ningún acuerdo con América Latina establece consideraciones parecidas. Sin embargo, el problema de fondo en la diversificación de la canasta, es la inconstitucionalidad del rol empresarial del Estado lo que lo obliga a buscar mecanismos alternativos de inversión que son siempre instrumentos financieros, es decir, especulativos.
El asunto es que por un lado, los TLC para Chile hoy representan una camisa de fuerza para su desarrollo y por otro, la prohibición de un rol empresarial del Estado constituye un freno al desarrollo nacional. Estos son dos escollos que concretamente limitan el empleo, el crecimiento económico y el mejoramiento en la calidad de vida de los chilenos. De seguro que zonas como Valparaíso, no tendría casi el 20% de desempleo si con América Latina existieran relaciones de intercambio que favorecieran la exportación. O quizás, la cuenca del carbón tendría una actividad productiva relevante de existir procesos de transformación de las materias primas promovidos por el Estado.
Es de esperar que las próximas elecciones presidenciales contribuyan a una reformulación más general en este sentido. La propuesta de impulsar un proceso constitucional nuevo, constituye un referente importante porque da la posibilidad concreta de repasar la utilidad del rol subsidario del Estado y analizar sus efectos negativos acumulados.
Carlos Arrue
Cuentista político ICAL