Neoliberalismo: desigualdad y concentración de la riqueza ¿Cómo luchar contra él?

Para empezar quiero presentarles una “película” sobre lo que ha venido pasando en el mundo desde fines de la Segunda Guerra Mundial


Autor: Wari

Para empezar quiero presentarles una “película” sobre lo que ha venido pasando en el mundo desde fines de la Segunda Guerra Mundial. En particular, muestra muy clara y vivamente el momento en el que se desata el neoliberalismo. Les advierto que la “película” aparece en un formato muy compactado, como una sola imagen que ni siquiera llega a ser una fotografía. Es una imagen fría, congelada, pero vale la pena tomarnos el trabajo de descifrarla para recuperar la lucha viva, caliente, quemante, que está detrás de ella.

Lo que contiene esta imagen es la evolución de lo que los economistas llaman el coeficiente de Gini. Este coeficiente es el indicador más reconocido sobre qué tan desigual es el ingreso de los miembros de una sociedad. Conforme más se acerca al valor de uno, la desigualdad de los ingresos es mayor; conforme más se acerca a cero, la desigualdad es menor. Lo usual es calcularlo para países individuales, y tiene que ser complementado con otra información. Sin embargo, como Milanovic lo calcula para casi toda la población mundial, y no sólo para un año sino para casi toda la segunda mitad del siglo xx, nos ofrece una perspectiva de conjunto que conviene analizar por sí misma.

Antes de entrar al análisis, conviene dar algunos ejemplos que pueden servirnos como referencia: en Cuba, el índice Gini era de 0.24 en 1986; en 1999, después del tremendo ajuste que tuvo que hacer tras el derrumbe de la URSS, había subido hasta 0.41, y luego, en 2002, había bajado nuevamente a 0.38. En 1993, la desigualdad en América Latina era de 0.56, de 0.52 en México; en los países del G-7 de 0.35, en EU 0.39 y en Suiza de 0.32. En 2003, en Brasil, el índice Gini estaba alrededor de 0.58 y, según los datos más recientes, en EU estaba por encima de 0.40 (OCDE y Banco Mundial, gráfica publicada por La Jornada, 27 de junio de 2006).

Pero volvamos a la evolución del índice Gini mundial entre 1950 y 1998.
De inmediato se destacan en esta imagen tres periodos.

Entre 1950 y 1964 se observa una clara tendencia en la que, atravesando por altas y bajas, se avanza hacia una concentración cada vez mayor de la riqueza:

Luego, entre 1965 y 1984, la tendencia anterior no sólo se detiene sino que incluso hace retroceder la concentración de la riqueza, es decir, se da un avance moderado en su socialización. Es el periodo de auge de las revoluciones de liberación nacional, de los movimientos obreros y socialistas, de la lucha contra la guerra imperialista en Vietnam, de los movimientos estudiantiles, feministas y por los derechos civiles, del embargo petrolero árabe contra las potencias occidentales.

Finalmente, entre 1985 y 1998 se vuelve a imponer, ahora de forma avasalladora, la tendencia hacia la concentración de la riqueza, la que sólo hasta 1994 empieza a enfrentar una cierta resistencia a lo que venía siendo su irresistible ascenso. Es, sin duda, a lo que nos referimos por neoliberalismo.

Es más, puede observarse que el neoliberalismo no sólo logró restablecer la tendencia creciente hacia la concentración de la riqueza, sino que incluso consiguió recuperar buena parte de los retrocesos que en este terreno le impuso la lucha de los trabajadores y de los pueblos entre 1965 y 1984.

Hay, pues, una concentración del ingreso sostenida y pronunciada en todo el mundo, en especial durante los últimos 20 años, pero que viene avanzando desde fines de la Segunda Guerra; por consiguiente, podemos y estamos obligados a hablar de ella como una concentración de toda la riqueza mundial. Hay que ver entonces un poco más concretamente en quiénes se ha ido concentrando. Milanovic desmenuza esta concentración entre 1988 y 1993 y destaca que benefició a sólo 10% de la población mundial. Este porcentaje significa alrededor de 600 millones de personas.


¿A DÓNDE QUIERO LLEGAR CON TODO ESTO?

En primer lugar, que todo este proceso de concentración de la riqueza no puede explicarse ni recurriendo a un modelo, ni con base en una ideología ni a partir de las decisiones tomadas por ninguna autoridad. Es difícil pensar que 600 millones de personas empezaron a concentrar en sus manos una parte cada vez mayor de lo producido por las 5.400 millones de personas restantes, simplemente porque en Chicago unos economistas descubrieron un nuevo modelo y los convencieron –a ellos, a un equipo de funcionarios de las instituciones financieras mundiales y a unos presidentes de varios países– de que tomaran las decisiones con base en sus ecuaciones.

Resulta mucho más convincente pensar que las cosas sucedieron al revés: que esos 600 millones y muchos otros, siempre interesados en concentrar cada vez más riqueza pero que entre 1965 y 1984 se habían visto limitados en sus aspiraciones, desde mediados de los años 80 se encontraron con una situación que, por fin, les permitía romper los obstáculos que los limitaban y se lanzaron al saqueo de cuanto estaba a su alcance, promoviendo para ello, entre otras cosas, el ascenso de los economistas, funcionarios y candidatos que les eran afines.

¿CUÁL FUE ESA SITUACIÓN, CÓMO SE GESTÓ?

Ésta es una cuestión que tenemos que investigar con base en la historia económica, política y social de la lucha que se sostuvo entre 1965 y 1984. Lo que no podemos es darla por resuelta recurriendo a la aparición de un nuevo modelo, de una nueva ideología o de una nueva tecnocracia que, en todo caso, lejos de explicar el cambio de situación son más bien una parte de sus consecuencias, una parte de lo mucho que hay que explicar.

El proceso de concentración de la riqueza que describe la gráfica de Milanovic nos lleva a plantear la cuestión en los siguientes términos: el neoliberalismo es una contraofensiva del gran capital financiero contra los trabajadores y los pueblos del mundo para volver a imponerles condiciones favorables a su concentración de la riqueza mundial, tras década y media de que esta concentración se había visto frenada y hasta obligada a retroceder; lo que hay que explicar, entonces, es cómo se dio este cambio en la correlación de fuerzas sociales a nivel mundial entre esos 600 millones de un lado y los 5.400 millones del otro.

Es, pues, una cuestión política, de relaciones sociales de poder y de fuerza a escala mundial, las que no se pueden reducir a las relaciones entre las instituciones políticas y, menos aún, entre los personajes de la política profesional. Es una cuestión de la lucha política entre los grandes sectores sociales, entre los de arriba, los de abajo y los de en medio.

Lo segundo a lo que quiero llegar, pero es lo que más me interesa destacar, es que el fortalecimiento de la lucha contra el neoliberalismo no depende tanto ni de la elaboración de un modelo alternativo, ni de la divulgación de otra ideología ni de la formación de una burocracia opuesta a la tecnocracia. Todo esto puede ser tan valioso y necesario como se quiera, pero todo ello, incluso para ser siquiera medianamente eficaz, tiene que estar sustentado, tener su raíz y ponerse al servicio y a prueba, en las relaciones políticas de alianza, rivalidad y desconfianza que se establecen concretamente entre todos los sectores sociales, los de arriba, los de abajo y los de en medio, relaciones que se van decidiendo y que aparecen ante los ojos de todos con motivo de las luchas sociales masivas.

Hay que asumir que el verdadero contenido material y social de los modelos, de las ideologías y de las burocracias que realmente cuentan consiste en las relaciones sociales que se establecen o que se proyecta establecer entre los grandes sectores de la sociedad. El fortalecimiento de la lucha contra el neoliberalismo requiere que los de abajo conozcan a los de en medio y a los de arriba, que identifiquen sus puntos de coincidencia y de contradicción, sus lados fuertes y sus flancos débiles, y esto lo hacen en sus luchas masivas; es el lado político que siempre está presente en ellas, por muy económicas o culturales que puedan parecer a primera vista.

Hay que comprometerse con esa lucha política masiva y cotidiana que transcurre, sobre todo, por fuera de los marcos institucionales y profesionales. Dentro de esas luchas masivas hay que impulsar concretamente la unión de los de abajo, dividir y aislar a los de arriba, ganarse a los de en medio y neutralizar sus tendencias a comprometerse con los de arriba a cambio de unas migajas. Es esta práctica política la que va definiendo y poniendo a prueba el verdadero sentido de los modelos, de las ideologías y de las burocracias que van surgiendo y muriendo como parte del desarrollo de esa lucha.

Fuente gráficos: Branko Milanovic, página web del Banco Mundial. Tomada de Patrick Bond (2006).

Por Javier Villanueva
México

Centro para la Justicia Global


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