No más AFP

Las bajas pensiones de los jubilados en el sistema de AFP, que se agravan por la discriminación contra las mujeres y otros factores, no se pueden mejorar mediante el esquema de capitalización individual

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Autor: Mauricio Becerra
IMAGEN: Harol Bustos / El Ciudadano

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Las bajas pensiones de los jubilados en el sistema de AFP, que se agravan por la discriminación contra las mujeres y otros factores, no se pueden mejorar mediante el esquema de capitalización individual. Éste no ofrece solución a los jubilados de hoy y la década siguiente, y sólo promete incertidumbre respecto del futuro lejano. Por la magnitud de recursos involucrados, tampoco resulta posible incrementar significativamente las pensiones de sectores medios con cargo a impuestos generales, como se hizo antes con las más bajas. Ello no se debe a la demografía ni aportes insuficientes, sino al hecho que las AFP desvían siempre la mayor parte de éstos al ahorro forzoso. Los propietarios de AFP y otros grandes grupos financieros han sido los grandes beneficiarios de este mecanismo, impuesto mediante la represión. La solución es destinar dichos aportes a pagar pensiones, reconstruyendo el sistema público basado en el esquema solidario, también llamado de reparto. Ello resulta factible con holgura y es sustentable en el tiempo.

El punto central a considerar en la reforma del sistema previsional, a criterio de CENDA, es que el problema de las bajas pensiones de hoy en el sistema de AFP no tiene solución al interior del esquema de capitalización individual.

El aumentar los aportes al mismo, como proponen sus partidarios, e incluso mejorar la competitividad de los administradores, en el mejor de los casos incrementaría las pensiones al cabo de dos o tres décadas, lo cual es asimismo incierto. No aliviaría absolutamente en nada a los jubilados de hoy que están al margen del sistema solidario, tampoco a los que jubilarán en los años ni en la década venidera. La incertidumbre de los mercados financieros hace que las proyecciones de rentabilidad sean muchísimo más bajas que las pasadas, lo que agrava el problema.

Por lo tanto, para mejorar las pensiones resulta inevitable buscar soluciones en un espacio más amplio, o más bien, fuera del sistema de AFP. Eso deja dos caminos principales: incrementar los subsidios públicos y/o recurrir a las cotizaciones para pagar pensiones, es decir, reintroducir el sistema de reparto de modo total o parcial. Lo primero se hizo el 2006 y ese camino puede ayudar en parte a las remuneraciones bajas, pero no es capaz de resolver el problema de los sectores medios, dada la magnitud de los recursos involucrados.

Por lo tanto, se torna inevitable analizar la factibilidad de reconstruir el sistema público de reparto. Ello cambia el foco de análisis, desde los ahorros y su manejo, a los flujos de aportes y gastos. Esto último es la clave de la solución, puesto que los primeros son muy superiores a los segundos y resultan sustentables.

Ello es evidente en el corto plazo, puesto que los actuales aportes de los afiliados más que duplican las pensiones pagadas por el sistema de AFP. Un mínimo análisis de los flujos muestra que resultan suficientes en el mediano plazo para incrementar sustancialmente las pensiones de hoy y las de mañana: el reemplazo total del sistema permitiría destinar un monto equivalente a las pensiones actuales a doblar el monto de las mismas y adicionalmente, liberaría un monto similar para solventarlas en el mediano plazo; todo ello manteniendo la tasa de cotización actual.

Adicionalmente, es necesario resolver el problema de la discriminación contra las mujeres, la que no puede continuar. Significa que los hombres obtienen pensiones un tercio mayores, para igual fondo al cumplir su edad de retiro. Como resultado, dos tercios de las pensiones AFP las perciben hombres, en circunstancias que ellas son dos tercios de los adultos mayores, proporción que se mantiene en las pensionadas públicas. Es inconstitucional que las mujeres sean el único grupo al que se calculan las pensiones mediante tablas diferenciadas, estimadas por el propio Estado, en circunstancias que hay muchos otros grupos – como las comunas de altos ingresos, por ejemplo -, que presentan también esperanza de vida superior al promedio. La Corte Europea de Justicia lo prohibió para cualquier seguro, en febrero del 2011. Este problema si tiene solución al interior del esquema, que consiste en una tabla única de expectativa de vida, basada en el promedio de toda la población. Sin embargo, ello significaría rebajar aún más las pensiones de los hombres.

CENDA

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