Krugman, profesor de la Universidad de Princeton, tiene claro que los economistas occidentales «lo han hecho aún peor que en Japón».
En un artículo publicado en ‘The New York Times’, Krugman señala que Occidente ha entrado en una crisis similar a la de Japón, «solo que peor»; algo que, según él, «no debería haber ocurrido».
«En la década de 1990 dábamos por hecho que si EE.UU. o Europa Occidental se veían ante un problema remotamente similar al de Japón, nosotros responderíamos de manera mucho más eficaz que los japoneses. Pero no ha sido así», asegura el Nobel.
«El Banco de Japón ha sido criticado muchas veces por tardar en reaccionar cuando el país caía en la deflación y, más tarde, por precipitarse y subir los tipos de interés ante el primer indicio de recuperación. Aun así, el Banco de Japón no cometió el mismo disparate que el BCE (Banco Central de Europa) de subir la tasas en 2011, lo que ha contribuido a que Europa vuelva a estar en recesión».
Occidente no aprende de los errores ajenos
Krugman cree que en Occidente no han aprendido nada de la crisis de Japón, y por esta falta de análisis hemos provocado «un desastre todavía peor que el organizado por el país nipón».
«Sospecho que tiene que ver con las grandes divisiones que hay en nuestra sociedad. En Europa, Alemania ha insistido en la política de la moneda fuerte y la austeridad, en gran medida porque la ciudadanía alemana es tremendamente hostil a todo aquello que pueda considerarse un rescate económico de Europa del sur», sostiene.
En EE.UU, sucede algo parecido con los conservadores, que, según el premio Nobel, han frustrado todo intento de combatir el desempleo «movidos por una hostilidad generalizada hacia el Gobierno, especialmente si el Gobierno hace algo por ayudar a ‘esa gente'», en referencia a quienes están en el paro.
El catedrático, que asegura que las malas decisiones tomadas en Japón no son nada si se comparan con las medidas puestas en marcha en Europa y EE.UU., pone como ejemplo «las políticas tremendamente destructivas de austeridad en Europa o el desplome del gasto estadounidense en infraestructura a partir de 2010».