Paul Farell, columnista de The Wall Street Journal advierte que la brecha económica entre los más ricos de Estados Unidos y el común de la población amenaza con una revolución, cuyos actores principales serían los más jóvenes, asolados por el desempleo y una economía que, pese a los anuncios de recuperación, va para el colapso. Si en los últimos 10 años, el 20% de los fondos de pensiones de los trabajadores, unos 10 billones de dólares, se ha esfumado en Wall Street.
Una columna de Ramón Muñoz, publicada en El País, da cuenta de que son cada vez más las voces que ponen en entredicho la recuperación en Estados Unidos, y anuncian movilizaciones de las multitudes en un país donde una de cada cinco estadounidenses es desempleado o subempleado, una de cada nueve familias no tiene un saldo mínimo en sus tarjetas de crédito, una de cada ocho hipotecas está en mora o ejecución hipotecaria o uno de cada ocho estadounidenses vive con cupones de alimentos. La columna dice:
Paul Farell, analista de ‘The Wall Street Journal’, predice un cataclismo económico y una revolución social en EE UU. Pero no es el polémico director de cine Michael Moore. Ni el predicador televisivo Glenn Beck, insignia mediática del movimiento conservador estadounidense del Tea Party. Ni, más cercanamente, Niño Becerra, el catedrático que vaticina el cataclismo de la economía española cada año y cada año lo aplaza. Se trata de Paul B. Farrell, un prestigioso columnista de The Wall Street Journal, el diario financiero por excelencia nada sospechoso de sensacionalismo. Y esta semana ha lanzado un aviso ciertamente preocupante aunque con argumentos y cifras mucho más contundentes que la de los otros teóricos apocalípticos citados.
«O los ricos comienzan a pagar impuestos o se enfrentarán a una revolución». Con ese provocativo arranque, Farell, que trabajó para Morgan Stanley, advierte en su columna que la brecha entre el 1% de los «súper ricos» y el 99% restante de la población en Estados Unidos no había sido tan grande desde la Gran Depresión de 1929, y que solo el «engaño» o el «espejismo» que lanza esta clase privilegiada desde sus diversas tribunas, ya sean políticas o mediáticas, impiden a la gente darse cuenta de que estamos a punto de vivir otro colapso como el de hace casi un siglo. Y concluye que o los ricos vuelven a pagar los impuestos que les corresponden por su nivel de riqueza u Occidente se enfrentará a una revuelta social como las que se están viviendo en el norte de África.
Farrell señala que, tras el estallido de la crisis financiera en 2008 y la intervención del Estado para salvar el sistema, Estados Unidos vive ahora de la falsa esperanza que le transmiten los súper ricos, las «estadísticas del Gobierno que tratan de exagerar la recuperación» o los mensajes sobre un nuevo mercado alcista de Wall Street.
«Sigan soñando», apunta Farrell, que avisa de que el 93% de lo que se oye acerca de los mercados, las finanzas y la economía «son conjeturas, ilusiones y mentiras con el único fin de manipular en la toma de decisiones para sacar el dinero de los bolsillos» de la gente. «Ellos se enriquecen diciendo mentiras sobre los valores. Odian a las normas de la SEC [regulador de la Bolsa de EE UU] que les obligan a decir la verdad». Y pone un dato como ejemplo: en los últimos 10 años, el 20% de los fondos de pensiones de los trabajadores -10 billones de dólares- se ha esfumado en Wall Street.
Apoyado en otros testimonios, el columnista establece un paralelismo entre las revoluciones como las que han ocurrido en Egipto, y las que están por venir en los países desarrollados. Ambas serán impulsadas por los jóvenes, las mayores víctimas de la crisis, condenados a un desempleo crónico. «Los jóvenes van a ser los más doloridos cuando los gobiernos traten de reequilibrar sus presupuestos. Se elevarán los impuestos de los trabajadores y caerá el gasto de educación (…) mientras que los recortes fiscales para ricos siguen intocables».»¿Cuánto tiempo resta para que el resto de los países ricos estalle como Egipto?», se pregunta.
El análisis de Farrell no es aislado. En Estados Unidos se está formando una creciente corriente de opinión que denuncia que la crisis se ha cerrado en falso, que la recuperación económica que vende la Administración Obama no es sino un maquillaje estadístico y que cuando toque pagar la factura del rescate del sistema financiero mediante más impuestos para la clase media y recortes sociales, se desvelará la verdadera gravedad de la situación.
Una de las abanderadas de esta teoría es Arianna Huffington, la editora que acaba de hacerse multimillonaria tras la venta de su portal de noticias online a AOL. Pese a que su actitud personal no sea muy ejemplarizante (se vanagloria públicamente de no pagar a la mayoría de sus periodistas), su opinión es muy crítica hacia el sistema. «Se está madurando la América del Tercer Mundo. Washington se apresuró al rescate de Wall Street, pero se olvidó de Main Street (la calle principal, metáfora para expresar a la gente común en EE UU). Uno de cada cinco estadounidenses es desempleado o subempleado. Una de cada nueve familias no tiene un saldo mínimo en sus tarjetas de crédito. Una de cada ocho hipotecas está en mora o ejecución hipotecaria. Uno de cada ocho estadounidenses vive con cupones de alimentos. La movilidad social hacia arriba siempre ha estado en el centro del sueño americano. Y esa promesa se ha roto. El sueño americano se está convirtiendo en una pesadilla. Y pronto va a implosionar», asegura.
El magnífico documental Inside Job, ganador del último Oscar, también ha desperezado muchas conciencias, sobre todo las de aquellos que confiaron en que con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca se cambiarían las reglas del juego, se restablecerían los controles y la regulación sobre el sistema financiero y se pondría coto a la «avaricia de Wall Street», como prometió el ahora presidente durante la campaña electoral. Pero como denuncia la cinta, las tímidas reformas que inició están varadas en las comisiones del Congreso o han sido bloqueadas por el poderoso lobby financiero que controla no solo la esfera política sino la académica para hacer valer su falso mensaje.
Inside Job deja en evidencia también que Obama no solo no ha perseguido a los «avaros» que provocaron el desastre con productos financieros tóxicos como las subprimes o los CDO, sino que ha puesto al mando de su equipo económico a algunos de sus más señeros representantes, que participaron o, al menos no quisieron ver el inmenso fraude que se estaba fraguando, y fueron reclutados por el anterior presidente, George W. Bush, para diseñar el rescate a costa del contribuyente y sin pedir responsabilidad alguna a sus causantes. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, Timothy Geithner, secretario del Tesoro, o Lawrence Summers director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca, están entre ellos.
El capitalismo refundado de rostro social con el que se presentaba Obama en las primeras reuniones del G-20 tras al estallido la crisis sigue teniendo el mismo perfil injusto e inmisericorde en EE UU: récord de desahucios en 2010 y récord de bonus para los ejecutivos de las agencias de calificación como Moody’s o Standard & Poor’s, que avalaron los productos financieros basados en las hipotecas basuras precipitando el desastre financiero. También fuera de las fronteras de la primera potencial mundial hay una creciente corriente en la misma dirección y que tiene en ¡Indignaos! (Destino), del francés de origen alemán Stèphane Hessel, uno de sus puntos de ignición. En España, el testigo lo ha cogido, entre otros, el escritor y pensador José Luis Sampedro.
Desde la sección de mercados del periódico de referencia de Wall Street, a Farrell no le tiembla el pulso al hacer un llamamiento a que la gente despierte ante «el espejismo de los súper ricos que está destruyendo el sueño americano para el resto de nosotros». «Los súper ricos no se preocupan por usted» exhorta a sus lectores, porque viven al margen de la crisis, a lo sumo se preocupan «en abstracto» por el bienestar del país, envueltos en una burbuja en la que «disfrutan de vacaciones en los mejores resorts, de los mejores profesores de pilates, el mejor masajista, los mejores cirujanos y las mejores escuelas privadas para sus hijos». «Y nada de lo que se escriba va afectarles». Y acaba: «No digan que no fueron advertido. Tienen tiempo para preparar la revolución que se avecina, la depresión».